En 1968, el tiburón acordó pagarle 600 dólares por partido y se adelantó a Millos o Boca. Sólo jugó uno, pues las cuestiones del amor lo devolvieron a Brasil
Era el 25 de agosto de 1968 y las gradas del entonces estadio del Junior de Barranquilla, el Romelio Martínez, estaban a reventar. En la cancha del coloso de la calle 72 iba a vivirse un hecho sin precedentes en la historia del fútbol colombiano, pues Manuel Francisco dos Santos, doble campeón del mundo, iba a saltar al terreno de juego vistiendo la camiseta rojiblanca del equipo tiburón e iba a ratificarse como el mejor fichaje del FPC desde Di Stefano a Millonarios. La historia de Mané Garrincha en el Junior se remonta a esa fama exagerada que el mismo fútbol lo llevó a conseguir en Brasil y de la que se aburrió.
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Mané Garrincha, el brasileño que tenía todo en contra para ser futbolista
Como todo buen futbolista sudamericano, Mané Garrincha tuvo una vida llena de obstáculos desde el principio. Lejos de nacer en una familia prestante, desde pequeño tuvo que rebuscarse el dinero para comer y también para disfrutar de esa pasión que había adquirido a muy temprana edad, la del fútbol. En los potreros de Pau Grande, con sus amigos, pasaba horas y horas detrás de la pelota sin importarle que una de sus piernas fuera más larga que otra y que, por eso, gracias a una de sus hermanas, todos los compararan con un pájaro de patas frágiles llamado “Garrincha”.
Su vida en el fútbol profesional inició cuando tenía 18 años, después de haberse probado para algunos clubes y de haber recibido varios “no” por su inocultable dismetría. Fue en Botafogo, en 1951, donde no vieron esa condición como un obstáculo, sino como una virtud, y lo ficharon. El médico del equipo aseguraba que esos 6 cm de diferencia entre pierna y pierna le daban una capacidad de regate inigualable, que confundía a los rivales y los ponía a bailar sobre el césped. Así fue como cumplió su sueño de ser jugador profesional y, luego, de compartir camerino con el mismísimo Pelé, en la selección brasileña, alzando las copas del mundo de 1958 y 1962, y siendo considerado como uno de los mejores futbolistas del mundo.
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Carlos Ariano y su misión de ficharlo para el Junior de Barranquilla
Al momento de iniciar conversaciones con el Junior de Barranquilla, Mané Garrincha ya tenía 34 años, pero seguía teniendo ese título como el mejor extremo del planeta tierra. Por ese entonces, estaba entrenando con Boca Juniors, después de haber jugado para Corinthians en 1966 y Portuguesa en 1968, pero lo hacía sin un contrato, por lo que estaba como “agente libre”, como se conoce en la actualidad. Fue entonces cuando Carlos Ariano, un directivo del equipo tiburón, le empezó a calentar el oído y entró a competir de tú a tú con clubes como Inter de Milán, Millonarios, Nacional de Uruguay o el mismo club xeneize, que también querían ficharlo.
Entre las promesas que el dirigente tiburón le ofreció a Mané Garrincha, estaban la de pagarle una cifra de 600 dólares por partido, algo así como 10 mil pesos de la época y más de 12 millones de pesos en la actualidad. Además le prometió una estancia indefinida en el Hotel Majestic, dos vuelos abiertos que podía usar cuando deseara y la movilización de Elza Soares, el amor de su vida, a la ciudad, para que pudiese tenerla cerca. Aun así, muchos afirman que lo que más convenció al futbolista fue que en Barranquilla la prensa lo trataría como un jugador más y no como la superestrella que era en Brasil, una situación que lo tenía agotado por la cantidad de chismes que se inventaban sobre su vida.
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El único partido de Mané Garrincha en el Junior
Mané Garrincha arribó al aeropuerto de Soledad el 19 de agosto de 1968, generando la algarabía de 2 mil fanáticos curramberos que fueron a recibirlo. Al día siguiente, 20 de agosto, 3 mil hinchas se dieron cita para ir a verlo entrenar y, como la leyenda del fútbol que ya era, aun sin retirarse, el día de su debut hizo parecer que el Romelio Martínez se estaba quedando pequeño para la cantidad de fanáticos que pagaron la boleta para poder verlo jugar. Ese día, 25 de agosto, el coloso de la calle 72 se vistió de fiesta alrededor del jugador que prometía ser el que, por fin, después de 64 años de historia, le iba a dar la primera estrella al equipo.
Aun así, la felicidad de ver a Mané Garrincha vestido con los colores del Junior de Barranquilla solo duró esos 90 minutos del partido contra Santa Fe. Después de enamorar con sus gambetas y emocionar con sus centros, y tras caer derrotado 3-2 contra el león, el jugador recibió una noticia peor: Elza Soares no iba a venir a Barranquilla, por lo que tomó sus cosas y se marchó. En medio de su adiós, muchos fanáticos tiburones guardaron la esperanza de que volvería, pues en la Puerta de Oro de Colombia había encontrado la tranquilidad que quería; pero no fue así; y lejos de ser aquel que iba a traer la primera estrella, terminó siendo él una estrella fugaz.
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