Carlos Vives no necesita presentación. Es un ícono mundial de la música del caribe colombiano, a quien hasta el propio Omar Geles le reconoció haber llevado el vallenato a niveles nunca antes imaginados. Como cuando durante una entrevista recordó que su versión de “La gota fría” pudo abrir puertas, que hasta entonces los artistas más tradicionales de este estilo nunca habían conseguido abrir.
Además, Vives es un músico que ha triunfado en casi todos los géneros que ha interpretado, como por ejemplo el reggaetón, y que ha defendido su teoría de que la “ciudad –estadounidense– de New Orleans se parece a Barranquilla”. O que el vallenato, por lo menos la adaptación del género que él ha hecho durante toda su carrera, es ‘El rock de mi pueblo’.
Es cierto que cuando Vives hizo rock en su sentido más tradicional e interpretó covers de Charly García, Ricardo Montaner o Eros Ramazzotti, no tuvo mucho éxito y que fue recién cuando modernizó vallenatos clásicos como “La gota fría” o “La casa en el aire” que tuvo su primer chispazo de fama global.
Pero el pop o tropipop que Carlos Vives interpreta, ha tenido un fuerte componente guitarrero, que hace que por lo menos nos preguntemos si califica o no como rock. Así que en un disco de 2004, el samario quiso resolver esa esa pregunta y su experimento sonoro… casi le cuesta su carrera.
Responder si Carlos Vives puede hacer rock con acordeones o si es válido equiparar el vallenato con el blues del Mississippi; teoría que el intérprete de “La tierra del olvido” ha desarrollado en varias ocasiones y que enervan a puristas del género, como mi amigo del alma Felipe Szarruk, supondría un extenso debate que poco tiene que ver con el objetivo de este artículo.
Lo que sí puede ser interesante es revisar la forma en que Carlos Vives le ha apostado a sus creencias, tanto a lo largo de su carrera, como en El rock de mi pueblo, este álbum que quizás fue el más arriesgado de su historia.
El rock de mi pueblo es un disco que Carlos Vives lanzó el 31 de agosto de 2004, estando en la cima y a pocos años de haber presentado Déjame entrar (2001) o inmortalizado clásicos como “Carito” o “Fruta fresca”; que infortunadamente no logró que ninguna de sus nuevas canciones fuera tan icónicas como las anteriores.
La razón de esto es un misterio, porque el disco que produjo Emilio Estefan, con el acompañamiento de otros genios como Sebastián Krys o Andrés Castro, sí funciono muy bien en los charts estadounidenses.
Por ejemplo, su primer sencillo “Como tú” alcanzó el puesto #1 de las Billboard Latin Songs y se mantuvo allí por 18 semanas. Además, El rock de mi pueblo, el álbum, se ubicó en el puesto 192 del top Billboard 200 y es uno de los dos únicos álbumes del artista en ocupar este top.
El otro disco que recibió semejante reconocimiento se llama Corazón profundo, que incluye canciones como “Volví a nacer” o «Bailar contigo», que muchos consideran el más grande de su carrera y es, de acuerdo a lo que el propio mánager de Vives explica en un podcast con Leila Cobo, el que lo volvió a catapultar a la cima.
Difícil saber si las complicaciones ligadas al disco estuvieron ligadas a que su composición era demasiado rock (o estridente, para que se entienda) para las radios colombianas, como alguna vez dijeron algunos locutores sobre el P.A.R.C.E. de Juanes, o si quizás los directores de radio y los promotores simplemente tuvieron un pensamiento muy cuadriculado a la hora de promocionarlo.
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¿A qué suena El rock de mi pueblo?
Hay una historia en la que se cuenta que el reggae sería el rock que intentaban tocar los jamaiquinos cuando escuchaban las radios estadounidenses, pero que las interferencias que aparecían al transmitir con un mar de por medio hacían que les llegara un sonido inconcluso que, al ser imitado por los isleños, sonaba cómo lo que hoy en día conocemos como el reggae roots, el género desarrollado por artistas como Bob Marley o Peter Tosh.
Algún día hay que preguntarle a Carlos Vives sí conoce esta teoría, que alguna vez me contó el icónico periodista Gustavo Arenas (Dr. Rock). Pero en ese disco también hay un reggae llamado “Santa Marta – Kingston – New Orleans”, que podría llevarnos a pensar que decir que el vallenato pop del samario es El rock de mi pueblo, no suena tan descabellado como piensan algunos puristas del género que se ha caracterizado por transgredir más allá de la música misma.
Además, la osadía de Vives no sólo radica en el hecho de conectar tres ciudades costeras con músicas locales que podrían considerarse muy diferentes, sino en haber creado un reggae-rock con acordeones en el que sería atrevido negar cualquiera de sus influencias. Mejor dicho, esa es la canción con que Vives sintetiza la idea del disco y demuestra por qué cree tener razón.
Pero que el disco reúna rock, reggae y vallenato no significa que Carlos niegue sus orígenes como estrella pop. En este álbum están también tres grandes canciones que seguramente en algún universo paralelo se convirtieron en los éxitos más grandes de su carrera: “Qué tiene la noche”, “La maravilla” y, mi favorita, “La fuerza del amor”.
Una canción que aunque el artista parece haberla compuesto para el deportista Juan Pablo Montoya, tiene uno de esos coros que aplican para todo, que trascienden fronteras: Porque a la fuerza del amor, «nada la puede vencer». Y parece que si hablamos del amor de Carlos Vives por el vallenato, por la música colombiana en general y por Colombia, mucho más.
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¿Cómo fue el regreso de Carlos Vives a la música, una década más tarde?
Hace años, Walter Kolm, mánager de Carlos Vives, contó en un podcast de Billboard Latino que cuando a él le ofrecieron trabajar con el artista, luego de que llevara años sin pegar éxitos, lo primero que recordó fue que lo había visto cantando ante decenas de miles personas en un estadio de Miami y con una convocatoria similar en la plaza de toros de Las Ventas en Madrid: «¿Qué pasa?», le preguntó.
Carlos sentía que la industria de la música lo había abandonado, pero el empresario pensaba que era él quien se había alejado de la música, así que le propuso volver.
Vives le tocó tres canciones que tenía casi listas y una de ellas era el que ahora representa uno de los mayores éxitos de su carrera: «Volví a nacer», ese himno matrimonial que Colombia coreó de manera incansable: ¡Quiero casarme contigo!
El lanzamiento coincidió con la primera vez que se realizaría La Voz Colombia, con Carlos Vives como uno de los entrenadores. Así que Kolm movió todo, financió las grabaciones para que el sencillo saliera antes o en la misma semana del estreno del programa y le consiguió un patrocinio del gobierno de Veracruz en México, para que fueran ellos quienes financiaran el video.
Además, le hizo un acuerdo con Caracol para que las cortinillas de La Voz Colombia se hicieran con «Volví a nacer» y garantizó al canal que la canción estaría lista a tiempo. Al final, el sencillo salió el 24 de septiembre y el programa arrancó en la segunda semana de octubre de 2012. Corazón profundo, el disco que la contenía saldría a comienzos del año siguiente.
En ese momento Carlos Vives no tenía contrato discográfico, pero Kolm que era cercano a uno de los directivos de Sony (Afo Verde), les pidió que le hicieran un contrato de distribución sólo por «Volví a nacer», a ver si la canción despegaba y propulsaba el proyecto en conjunto.
En la misma semana en que salió el sencillo, la respuesta del público fue tan impresionante, que la discográfica les propuso firmar el contrato por el álbum completo.
A partir de ahí Carlos Vives ha sido una máquina imparable de lanzar éxitos. En ese álbum están incluidos otros éxitos como «Bailar contigo» o «Cómo le gusta a tu cuerpo» (con el brasileño Michel Teló que entonces había pegado otro hit de época); pero al año siguiente salió Más corazón profundo, con canciones como «El mar de sus ojos» (con ChocQuibTown), “Cuando nos volvamos a encontrar” (con Marc Anthony) o «Ella es mi fiesta» que mantuvieron la racha.
Además, los años siguientes no sólo estuvieron repletos de grandes canciones como «La bicicleta» (con Shakira) o «Robarte un beso» (con Sebastián Yatra), sino que Carlos Vives se convirtió en una especie de ingrediente infalible para que también se pegaran éxitos de colegas suyos como «Diego Torres, Melendi o Wisin, con quien hizo «Nota de amor», que luego él grabó para una de sus propios conciertos que fue grabado en El Campín.
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