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Poder, puro poder; ideología, pura ideología. Enfoque, escalas de valores, prioridades. ¿Qué lugar ocupan las mujeres en los paritorios? ¿Quiénes son los protagonistas? Cuando a mí me dicen que hay que humanizar la guerra como que hay que humanizar lo partos siento que estamos hablando de paliar una práctica que por defecto se considera inhumana. Y me interpela que los partos humanos se humanicen. ¿Es en serio? ¿Y es que hay partos inhumanos? Sí. Y ya tienen nombre: se llama violencia obstétrica. Y tenemos que poner límites a la deshumanización, a la deshumanización de las mujeres en la maternidad. Pues aquí las buenas noticias, sí se está poniendo límites, la realidad está empezando a cambiar. Legislamos.
Para oponerse a dicha violencia contra las mujeres se aprobó en Colombia la ley 2244 de 2022 llamada Ley de parto digno, respetado y humanizado: «Por medio de la cual se reconocen los derechos de la mujer en embarazo, trabajo de parto, parto y postparto y se dictan otras disposiciones”.
Tenemos avances y de ellos hay que hablar porque nos cuentan que el enfoque es otro y de este se derivan acciones concretas que redundan en el bienestar de las maternas y sus bebés. ¿Qué es un parto humanizado? Un parto respetuoso, durante el cual todas las decisiones y las atenciones están dirigidas al bienestar de la gestante. Trato digno y respetuoso que priorice su autonomía. Atención de calidad con calidez. Parto respetado, parto humanizado. Es muy llamativo que se tenga que legislar a favor del respeto de las mujeres en el embarazo, parto y posparto. Para que se vuelva obligatorio, es civilizado respetar el parto. Como respetar a la naturaleza, respetar la vida.
Los principios del parto humanizado suenan a verdad de Perogrullo, pero qué le vamos a hacer. No hay manera de hacer lo pertinente, lo humano, sin que tengan que forzarse las realidades a través de las leyes. Miremos cuáles son:
Que la madre sea la protagonista, obvio. Quién es la que está pariendo, ¿quién ha estado embarazada, quién en el futuro lactará y pondrá toda su fisiología al servicio de la supervivencia del recién nacido? ¿Quién pondrá toda su energía, tiempo, esfuerzo y sabiduría intuitiva y científica para cuidarlo? Se legisló para que no sea el sistema, el servicio de salud el protagonista. Para que no primen los intereses de la institución sino de las humanas. ¿Por qué primaban los requisitos y las ventajas para la institución? Porque lo personal es político, la maternidad es política, asunto de poderes, presupuestos y normas institucionales.
Enfoque diferencial, obvio. No se puede discriminar a una gestante por condiciones como raza, etnia, procedencia, religión, género, orientación sexual, clase, edad, discapacidad o estado civil. Si en su cultura paren en el suelo, si tiene sus mantas sagradas para hacerlo, si es la partera de su grupo quien va a estar durante el trabajo de parto. Cómo sería la realidad que hubo que recordar que todas las personas somos iguales ante la ley y distintas ante natura y cultura. ¿Por qué se permitía que se violentaran creencias y prácticas no perniciosas para la salud y el bienestar de la madre y su bebé? Porque lo personal es político, la maternidad es política, asunto de poderes, estigmas y colonialismo impertérrito.
Intimidad del entorno, obvio. Sin exposición a externos y extraños no autorizados. Faltaba más, ella trabajando arduamente para sacar al feto, y distintas personas no conocidas hablándole, regañándola, presionándola para que el tiempo institucional se acorte y sea más eficiente la atención a la fila de espera. Luz tenue y amarilla, espacio tibio, silencio en lo posible, voz baja, tono amigable, mobiliario acorde a la tarea, protección de la que está en la faena. Ella tiene derecho a escoger con quien está en su labor de parto, su pareja, su mamá, a quién ella quiera, con quién se sienta mejor acompañada.
Si ella quiere se le ofrece la compañía de una Dula quien cubre las necesidades físicas y emocionales. Está entrenada para eso. “El soporte continuo de una Dula, trae muchos beneficios y según los investigadores Funcher, Kennell y Stein en el 2014, hay notables efectos perinatales positivos, en cuanto a reducción de partos por cesárea en un 50 %, uso de fórceps en un 40 %, en disminución en la aplicación de analgesia epidural en un 60 %, y una disminución del 25 % en la longitud de trabajo”.
Recomiendo también el Directorio de saberes complementarios, Directorio de Dulas, Asesoras de lactancia y Enfermeras Materno perinatales del Ministerio de Salud y la página del Movimiento Nacional por la Salud Sexual y Reproductiva en Colombia,
¿Por qué las dejaban solas, sin sus seres queridos? Porque los familiares “estorbaban” y las parteras eran consideradas una lacra pueblerina ignorante que amenazaban el sancta sanctorum médico. Porque las emociones, las relaciones, los vínculos, los cuidados derivados de la sabiduría ancestral de las mujeres fueron arrasados por la técnica, que es política, porque está sujeta a preguntas de investigación, métodos de estudio, financiamientos y publicaciones regidas todas por intereses ajenos a la madre y a la o el bebé.
La relación de la gestante con el equipo positiva, obvio. Nombres propios, jerarquías mínimas, contacto físico, ojalá personas ya conocidas con quienes ha estado en contacto previamente. Esto por supuesto incluye información veraz, oportuna y completa; ningún procedimiento, intervención o medicamento sin explicación suficiente para ella tomar decisiones informadas. Ella. Con todos los elementos de juicio, partiendo de una premisa clave: ella es una persona inteligente, es capaz, es libre y es autónoma. Muy engorroso y cansón para un equipo mal pago, con horarios largos y extenuantes, cambios de turno que se llevan los exiguos vínculos creados con auxiliares de enfermería y enfermer@s que están de paso. ¿Y que ella sea sujeto en una cultura machista donde las mujeres son objetos?
La libertad de posición y movimiento, obvio. Ni amarrada, confinada o silenciada. Es su espacio. De nadie más. Que se quiere parar, se para; que no, mejor caminando, camina; necesita quejarse en tono alto, se queja; tal vez acostada se siente mejor, se acuesta; una silla bajita, existe la silla; una pelota de Pilates, también la tiene a mano; mejor una cuerda o una tela para agarrarse a pujar y a resoplar, tranquila, ahí las tiene. Confiar en su cuerpo, conectarse con él y que se lo respeten. Es obvio. Todo estaba antes al servicio de la comodidad del personal de salud. Porque lo político señala potestades y prioridades. Un sistema de ideas, creencias y prácticas patriarcales no podía priorizar los intereses de una mujer, tenía que venir la ley a exigírselo. Por eso la maternidad es política.
El vínculo inmediato con el o la recién nacida, contacto piel con piel sobre el pecho de la madre para favorecer el apego y la lactancia temprana; ese olor maravilloso, único e inolvidable a océano del líquido amniótico y las membranas, a vida, a primordio; grasita y pelos, calor, sonidos que emiten los dos en un encuentro único entre dos seres humanos que se re-conocen para verse por primera vez, se oyen, se tocan, se sienten. Esas tetas pletóricas, esa placenta que va a alumbrar en un tiempo para liberar la hormona que pone en marcha el enamoramiento eterno, bajo el cuidado único de ese abrazo que es mutuo y que durará por siempre. Prácticas tales como el corte tardío del cordón umbilical para favorecer el paso de la sangre a la placenta unos 3 minutos más aumenta las reservas de hierro del lactante en un 50 % a los 6 meses de vida (OMS). Ya se sabía en las comunidades ancestrales, pero no, había que cortarlo rápido para que pediatría se lo llevara a una camillita fría, también bajo una luz intensa para limpieza, secado y examen clínico. ¿No se podía esperar en silencio ese primer abrazo mientras todavía la placenta enviaba sus últimos nutrientes para mejorar su estado metabólico mientras baja la leche? Porque en los turnos la eficiencia es clave. Los turnos son cosa política, de la sociedad y como ésta concibe la maternidad.
Para terminar, la maternidad es con las mujeres, y su futuro es clave. El posparto es un momento donde el sistema de salud cumple un rol estratégico para que ella de forma autónoma piense en su futuro reproductivo. ¿Qué se le ofrece, cómo se le presentan las alternativas? ¿Sí es prioritario para el sistema participar activamente en abrirle posibilidades para regular su fecundidad? O por ejemplo, como pasaba antes, para la ligadura de trompas los médicos contaban el número de hijos, la edad y si ya tenía de los dos sexos como un zoológico y, como si fuera poco, le exigían la carta del marido para aceptar ligárselas (eran ellos quienes decidían -el uso del masculino no es involuntario-), como si las trompas fueran del compañero o del sistema de salud. No me digan que lo personal no es político, que la maternidad no es política.
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