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En la más reciente medición de la encuesta bimestral que hace la firma Invamer, el ganador fue el alcalde de Cali, Alejandro Eder; el presidente Petro mejoró pero la aprobación a su gestión, que sigue siendo baja y los que definitivamente salieron rajados fueron los medios de comunicación.
La aprobación a la labor de Eder creció 12 puntos frente a la medición anterior. Hace dos meses la avalaba el 40 % de los encuestados mientras ahora lo hace un 52 %.
El repunte se debe a que el alcalde de Cali salió del enclaustramiento en el que estaba y a que se ha apuntado victorias tempranas como el reparcheo “express” de la malla vial, la recuperación de zonas verdes y el embellecimiento de espacios públicos estratégicos.
Parece que a Petro la estrategia de victimizarse cuando es sancionado o investigado le sigue funcionando. Le sirvió cuando, siendo alcalde de Bogotá fue destituido por la Procuraduría y le volvió a ser útil ahora que el Consejo Nacional Electoral le abrió pliego de cargos por la violación de los topes de financiación de su campaña.
Aunque Ud. no lo crea, parece que mucha gente le come cuento a la fábula del golpe blando que, supuestamente, le quieren propinar para sacarlo de la Presidencia.
No encuentro otra explicación para entender que la aprobación a la gestión del mandatario haya crecido cinco puntos en el último bimestre, pasando de 29 % al 34 %.
Tanto lo de Eder como lo de Petro son fluctuaciones normales en la percepción de la gente. Lo que en realidad llama la atención de la encuesta es la altísima desaprobación a la tarea que cumplen los medios de comunicación.
En la investigación de Invamer, el 78 % de los consultados desaprobó esa labor. Muy grave para la libertad de expresión y para la democracia misma que casi 80 de cada cien colombianos no crea en la tarea que cumple la prensa. En Cali la desaprobación alcanza el 84 %.
No hace mucho la prensa, al lado de las Fuerzas Militares y de la Iglesia, eran las instituciones que gozaban de la mayor credibilidad entre la opinión pública. ¿Qué habrá pasado para que esa confianza se haya desplomado de forma tan dramática?
Hay factores coyunturales y estructurales que lo explican. Entre los primeros, sin duda está la estigmatización permanente que de esa tarea hace el presidente Petro. El mandatario no desaprovecha ocasión para arremeter contra los medios y contra los periodistas. Y ese discurso poco a poco ha ido calando entre alguna gente.
Pero más allá del daño que le ha causado a los medios de comunicación tradicionales la arremetida permanente de Petro, hay que admitir que lo que más ha socavado la credibilidad de esos medios es su pérdida de independencia.
Pérdida que se debe fundamentalmente a dos factores. El primero, y más grave, es que los grandes medios hoy pertenecen a los principales conglomerados económicos del país.
El Tiempo es de propiedad de Luis Carlos Sarmiento; Caracol TV de los Santo Domingo, RCN de los Ardila; Semana y El País de los Gilinski y El Colombiano de los socios del Grupo Empresarial Antioqueño.
El negocio se volvió tan malo que solo lo pueden asumir quienes tienen una billetera abultada
Ahora, ello no sucedió porque los empresarios se propusieron adueñarse de los medios. Ocurrió, simplemente, porque el negocio se volvió tan malo que solo lo pueden asumir quienes tienen una billetera abultada.
Pero, ¿en qué incide que los medios estén en manos de los “cacaos”? Muy sencillo: cuando la principal actividad del propietario de un medio no es el periodismo, esa tarea queda supeditada a los intereses prioritarios de su dueño. Eso es una tragedia para la independencia de los medios.
Por algo, Eduardo Santos dejó consignado en su testamento que El Tiempo jamás debía pasar a manos de alguien cuyo negocio principal no fuera el periodismo.
¿Qué tan importante, me pregunto, es para Luis Carlos Sarmiento que ese diario sea independiente? O será que un empresario que tiene intereses en tantos frentes no prefiere usar El Tiempo para apalancar sus otros negocios.
El otro factor que atenta contra la independencia periodística es su dependencia, cada vez mayor, de la pauta estatal. Hasta hace 15 años, en un periódico como El País, la pauta oficial no representaba más del 5 % del total. Hoy esa pauta es más que necesaria.
Con esa dependencia de la pauta oficial, a los medios les queda mucho más complicado ejercer el seguimiento a la labor de los gobiernos. Simplemente porque si le dan palo a un alcalde o a un gobernador, les cortan el chorro.
Por fortuna, frente a la crisis de los medios tradicionales han surgido medios como Las 2 Orillas, La Silla Vacía o la revista virtual Cambio que no tienen costos tan altos como los medios tradicionales y han buscado nuevas fuentes de financiación. Con lo cual, tienen mayor independencia y preservan su credibilidad.
Lo único peor que la pérdida de independencia de los medios tradicionales es el camino que frente a esa situación asumen regímenes con espíritu totalitario como el petrista: oficializar la información, promoviendo medios estatales que solo cuentan la versión gubernamental
Es grave que el presidente Petro diga que los medios son la voz de los “cacaos” de este país. Pero más grave aún es que eso sea una realidad.
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