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“El clúster del azúcar en nuestro país genera más de 300.000 empleos, todos en condiciones de trabajo decente y formal; la agroindustria de la caña de azúcar, además de garantizar empleo digno también genera productos para el desarrollo industrial del país como el etanol, fertilizantes, bagazo (que se usa para la fabricación del papel más ecológico del planeta), entre otras materias primas”.
Este pronunciamiento es una de las airadas respuestas a la insólita diatriba que lanzó el presidente Petro, en plena Cop 16, contra la agroindustria de la caña de azúcar. En esa perorata el presidente aseguró que ese “monocultivo” ha afectado a comunidades negras e indígenas que se han visto obligadas a abandonar sus tierras e irse para la selva”.
Lo interesante de la reacción a la que aludo es que no proviene de los gremios azucareros, como Asocaña o Procaña ni de los empresarios del sector sino de una de las centrales obreras más antiguas y tradicionales del país: La Confederación Colombiana de Trabajadores, CGT, que cuenta con más de 700.000 afiliados.
Tiene que ser muy desacertado un mensaje de Petro para que uno de los sindicatos más poderosos del país, aliado fiel del mandatario, salga a cuestionarlo en tono tan vehemente.
Pero la CGT va más allá y destaca el respeto por la libertad sindical que ha tenido esta agroindustria, “prueba de ello ha sido la presencia de las tres centrales más representativas de trabajadores del país CGT, CUT, CTC, las cuales han sindicalizado a más del 90 % de los trabajadores de los ingenios”.
¿Si los empresarios del azúcar generan tanto empleo de calidad y son respetuosos de la libertad de asociación, por qué Petro arremete contra ellos en plena COP 16? La respuesta es sencilla: populismo puro.
Y es que el pendenciero gobernante hizo estas aseveraciones ante una audiencia prefabricada, integrada principalmente por grupos de indígenas traídos desde sus resguardos en chivas, de seguro con plata estatal.
Si alguien se ha beneficiado de este gobierno son los indígenas, ya de por sí unos consentidos por el Estado colombiano desde la expedición de la Constitución del 91.
Al punto de que está a punto de expedirse un decreto para quitarle los recursos que hoy manejan las corporaciones autónomas regionales, para entregárselos a ellos.
Con semejante ‘pechiche’ es apenas normal que los indígenas sean petristas. Y que se movilicen a donde sea para avivar al mandatario.
Ese panegírico contra los azucareros era lo que los indígenas querían oír. Porque esos movimientos étnicos consideran que muchas de las tierras cultivadas con caña, sobre todo en el norte del Cauca, les pertenecen.
Para reclamar esa propiedad no cuentan con título alguno. El único argumento para reivindicarla es que ellos estaban allí antes de que llegaran los colonos y los españoles y que por tanto esas tierras son suyas. Lo cual tampoco es cierto porque muchos de esos grupos indígenas llegaron de otras partes del país y del continente.
Y no reclaman esa propiedad ante ningún tribunal sino a la brava. Muchas veces han intentado tomarse predios cultivados con caña, a sangre y fuego, e incluso, varios corteros de caña han sido asesinados.
Situación que ha generado un conflicto social grave en la zona. Porque los trabajadores de la caña se “mamaron” de las agresiones de los indígenas y, ante la posibilidad de perder el trabajo que les da el sustento, decidieron enfrentarlos.
Para algunos indígenas los azucareros son el “coco”. Y Petro arremete contra esos empresarios para complacer a sus consentidos
Es evidente que para algunos indígenas los azucareros son el “coco”. Y Petro arremete contra esos empresarios para complacer a sus consentidos.
Pero el presidente comete un grave error, producto de su ignorancia sobre la actividad azucarera. Porque resulta que el conflicto de los indígenas no es con los ingenios que procesan la caña, contra los cuales Petro arremete de forma recurrente, sino con quienes la cultivan.
Y si la propiedad de los ingenios está concentrada en unas pocas manos, (lo cual es natural porque montar y mantener una fábrica de azúcar cuesta un capital que pocos poseen) hay más de 4.500 cultivadores de caña.
Muchos de ellos son pequeños cultivadores, que no cuentan con más de diez hectáreas. O sea que no todos los que integran el clúster de la caña son ricos, como piensa Petro.
Indignación es lo que debemos tener TODOS los vallecaucanos, incluso los que no tenemos tierra sino en el ombligo, con un presidente que viene a nuestra casa a denostar de la industria que ha sido motor del desarrollo del Valle, que representa más del 20% del PIB regional y que es el mayor generador de puestos de trabajo de calidad, como dice la CGT.
Y también debemos preocuparnos. Para entender el riesgo que corre el Valle, hay que tener claro lo que sucedió en Cuba. La Isla era el mayor productor de azúcar del continente hasta que llegó la revolución y expropió y estatizó los ingenios.
Resultado, no queda un ingenio en pie y Cuba ya no produce sino pobreza. De seguro el sueño de Petro es expropiar los ingenios y entregarle su manejo a ineptos populistas como los que pululan en su gobierno. Con lo cual, el Valle se convertirá en una nueva Cuba.
No encuentro palabras más apropiadas para finalizar esta columna que el último párrafo del comunicado que expidió la Confederación General del Trabajo: “Solicitamos al Gobierno Nacional que no mire como “terratenientes y explotadores” a industriales que con sus capitales han generado empleo y desarrollo socioeconómico. No es bueno seguir en esa tónica, mediante discursos populistas, contra quienes le aportan al pueblo colombiano”.
Así o más claro.
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