Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
¿Qué tienen en común el abuso sexual y feminicidio contra una niña por parte de un agresor previamente denunciado por el mismo delito? ¿La violencia pederasta de un cura jesuita que nunca estuvo en manos de la justicia a pesar del conocimiento que se tenía de sus delitos? ¿El acoso laboral sexual por parte de un magistrado, que ya se había librado de una acusación de feminicidio por vencimiento de términos, o el acoso laboral sexual de un viceministro, recién ascendido a un cargo de mayor responsabilidad y poder, contra funcionarias públicas?
Que los delitos sexuales son privados, están encubiertos en un espacio personal, son íntimos y se ejecutan o se insinúan con la participación de las “partes íntimas”, las sexuales. Esa característica común, la de la intimidad, alude siempre al cuerpo de la víctima, a su casa. Su cuerpo es su casa. El santuario del cuerpo es mancillado, la voluntad del cuerpo es violentada, la libertad del cuerpo es coaccionada. Cuerpo o casa que se instrumentaliza, es un objeto para ser un instrumento al servicio de, se deshumaniza porque se despoja de su condición de sujeto en relación y se convierte, a través del poder y del control, abusivo por supuesto, en objeto para el usufructo.
Y eso tiene implicaciones respaldadas por aquello de que “Los trapos sucios se lavan en casa”. Los agresores, además de irrumpir en la casa de la víctima, en su intimidad, en su cuerpo, las llevan a su casa, a su lugar de residencia porque saben que allí no les va a pasar nada. Que con ese abismo creado adrede entre lo personal (lo privado) y lo público (la calle), sus acciones quedarán a resguardo de la mirada ajena. Todo lo que sucede en su casa se presume privado, en la negación obtusa de que es precisamente en el mundo de lo privado donde, como en un pequeño teatro -de la sociedad entera-, se ponen en práctica en una escala pequeña, pero no por eso menos infame y destructiva, todas las costumbres amorosas u odiosas de las personas en relación íntima.
Sin solución de continuidad se llevan esas mismas creencias y prácticas al escenario macro, el público, donde los poderes son explícitos y las relaciones se presuponen no íntimas, con el objeto de darle escondrijo en la casa a las emociones ruines, los afectos, deseos, amores y odios, engaños y subordinaciones que en la calle quedan “mal vistas”. Por eso se ha mantenido a rajatabla esa división taxativa entre lo público y lo privado. Es funcional al sistema que domina. Le da guarida al patriarca.
El asesino pederasta se la lleva a su casa, el cura jesuita pederasta invita a sus feligreses menores de edad a su casa, los funcionarios públicos las invitan a su casa o directamente les piden que les paguen con el cuerpo, obviamente en su casa. Y cuando los actos abusivos se perpetran en lo público generalmente se cubren con el techo de la institución y se enmarcan en una relación de poder.
¿Qué pasa que se vencen los términos en “la casa de la justicia” y sale impune el agresor; qué pasa que al cura pederasta “la casa provincial” lo envía a una casa de reposo – de paso les cuento, no se pierdan la película chilena El Club; por qué los funcionarios no renuncian a sus cargos dejando la casa/cosa pública en manos de gente decente, esa que no tiene nada de qué avergonzarse ni en la vida pública ni en la vida privada? ¿Qué raro que lo que quema la turba indignada es la casa del agresor? ¿Ustedes creen que todo eso es casualidad? Ni mucho menos. Mi opinión es que todo lo que sucede en la casa de los agresores contra la casa de niñas, niños, adolescentes y mujeres de este país es irrelevante. Somos seres humanos de segunda y nuestra sola presencia en el mundo no es suficiente para llamar a la responsabilidad.
Responsabilidad es una palabra de bajo calibre en nuestro país, precisamente porque se escribe con letra muy menuda para expertos en diluirla, para eludirla. ¿Cuál diferencia existe entre el juez o la jueza que deja prescribir un caso de violación contra una menor; o la persona a cargo de una ruta de protección que recibe una alerta y es negligente en la salvaguarda de la vida de una persona vulnerable; o el cura provincial que conocedor del delito toma decisiones que contribuyen a la impunidad; o jefes que no expulsan inmediatamente a funcionarios acosadores y violentos; o instituciones a quienes no les da vergüenza alguna tener entre sus miembros a un acosador? Ninguna.
Ls omisión, el encubrimiento, el favorecimiento, la complicidad: todos son actos de irresponsabilidad. Se matizan en el marco profesional de juristas, periodistas, forenses, pero en el fondo el grito de cada víctima resuena y dice: irresponsables. La casa, la intimidad, el mundo de lo privado, donde las mujeres tejen afectos y relaciones, donde aman, crían, cuidan, cocinan y adornan; donde se mantiene y resguarda la cultura -la patriarcal; la casa, el cuerpo, el sexo, la intimidad sexual y por el otro lado la responsabilidad con dicha(s) casa(s) deberían ser temas de interés público. No son, desafortunada y significativamente. Por eso la irresponsabilidad. Porque en la casa están “los trapos sucios”.
La casa de las mujeres, las niñas, los niños, adolescentes es el lavadero donde se enjabonan los trapos sucios del patriarcado. La incontinencia masculina, ese trapo sucio con el cual van limpiando/arrasando el planeta: los afectos, los sexos, los compromisos, los derechos, los patrimonios, las leyes, la convivencia humana.
Son noticia todas estas violencias y las correspondientes irresponsabilidades de quienes tendrían el deber de analizarlas, evitarlas, o castigarlas según sea el caso, pero solo si despiertan audiencia
Son noticia todas estas violencias y las correspondientes irresponsabilidades de quienes tendrían el deber de analizarlas, evitarlas, o castigarlas según sea el caso, pero solo si despiertan audiencia. Solo si se consideran de “interés público”. Pero no se logra expandir la conciencia de un pueblo cuando no se separa lo que es de interés público de los temas que interesan al público. No necesariamente se trata de lo mismo. El hecho de que el público esté interesado en algo no significa que sea de interés público.
A mí me llama mucho la atención la escasez de columnas de opinión con análisis juiciosos y jugosos de la epidemia de feminicidios, discriminación, acoso y abuso sexual en la esfera de lo público. Se elude el análisis de la violencia contra las mujeres como el registro atroz del machismo. ¿Será ignorancia supina o simple patriarcado decúbito? Pensándolo mejor: es la combinación de ambas.
En nuestro país no se relaciona la violencia contra la casa (lo privado, incluido lo sexual) con la violencia contra lo público. No se establece la relación entre los privado y lo público. No se quiere hablar del impacto que tiene dicha violencia contra menores y mujeres; su relevancia estratégica en la paz y el bienestar de los pueblos, aquello que según el interés público se llamaría el bien común. No. Sigan enjabonándose con nosotras que la cosa va muy bien en el ámbito de lo público. Muy bien. Felicitaciones, irresponsables.
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