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La aprobación de un documento gaseoso que insta a garantizar la participación de las comunidades indígenas en iniciativas para la protección de la biodiversidad es uno de los pocos acuerdos alcanzados en la Cop 16, que se realizó durante las dos últimas semanas en Cali.
Y es que, a decir verdad, los logros de este encuentro en materia medioambiental fueron escasos. Por varias razones. Entre ellas, la ausencia de representantes de los países más desarrollados del mundo, los que tienen el sartén por el mango.
La participación de gobernantes en esta cumbre fue mínima: tan solo Armenia ( no la capital del Quindío), Haití, Ecuador, Guinea Bissau y Surinam enviaron a sus máximos líderes. Países pequeños y con nulo peso político para tomar decisiones importantes.
Llama la atención que las grandes potencias no hayan enviado representantes a este encuentro convocado por la ONU. Lo que refleja las pocas bolas que esas potenciales le conceden a ese organismo y el poco interés que les generan los problemas bioambientales, a pesar de los estragos, cada vez más impactantes, que ha causado el calentamiento global.
La no presencia de Estados Unidos, Rusia, China y Europa en la COP genera que todo lo que se acuerde allí sea irrelevante
La no presencia de Estados Unidos, Rusia, China y Europa en la COP genera que todo lo que se acuerde allí sea irrelevante. Porque son esas potencias las llamadas a tomar decisiones para frenar la destrucción de la biodiversidad. Por su peso político y porque son los que mayor impacto generan en el medio ambiente.
Ni siquiera vinieron los gobernantes de las potencias latinoamericanas, México y Brasil. Lo que constituyó un feo desplante para Gustavo Petro, sobre todo considerando que supuestamente Claudia Sheinbaum y Lula Da Silva son los grandes aliados del petrismo en el continente.
Pero si a nivel de la lucha contra la destrucción de nuestro planeta la COP16 arrojó resultados mínimos, Cali sí supo sacarle el jugo al evento.
Si esta cumbre se hubiera restringido a las deliberaciones que se dieron en el Centro de Convenciones, como aconteció con las versiones anteriores, la COP no hubiera tenido el menor impacto en la ciudad.
Pero el alcalde Eder y la gobernadora Dilian Francisca se percataron que esta era una excelente excusa para despertar la autoestima de los vallecaucanos y, sobre todo, de los caleños, tan golpeada por la corrupción y la anarquía que reinaron durante la administración de Jorge Iván Ospina.
Con la COP ocurrió algo parecido a lo que aconteció con los ‘World Games’ que se desarrollaron en esta ciudad en el 2013. Desde el punto de vista deportivo estas justas eran un fiasco, por los deportes que se disputaban y por la ausencia de figuras de renombre.
Polo en Kayak, maratón en Kayak, Wush, Korfaball, sumo, eran algunas de las insólitas modalidades deportivas que se disputaron en esos juegos. Pero los caleños colmaron todos los escenarios, sin importar que nunca habían escuchado de esos deportes ni entendían sus reglas.
La Administración Municipal le dio la mayor relevancia a estos World Games y los trató como si fueran los Juegos Olímpicos. El resto del mundo no se enteró de que esos juegos se disputaron en Cali, pero en esta ciudad quedamos convencidos que durante los días que se disputaron fuimos el centro del mundo.
Algo similar ocurrió con la Cop 16. No vinieron delegados de 190 naciones, ni llegaron un montón de presidentes, ni arribaron a Cali 20.000 turistas, como nos habían anunciado. Pero eso poco importó.
La Alcaldía tuvo el acierto de inventarse la Zona Verde, lo que en las COP anteriores no existió, y casi un millón de personas se tomaron el bulevar del río, la plaza de Caicedo y los demás lugares que ocupó esa zona.
La gente llenó los escenarios donde se realizaron los diferentes conversatorios. Que la mayoría de los espectadores no entendieran ni ‘Jota’ de las charlas sobre la biodiversidad es una anécdota. La gente salía feliz de todos los conversatorios.
Eder y su gente entendieron que la clave para que la COP16 tuviera un impacto real entre los caleños, era haciéndolos partícipes de ella. Así lo hicieron y los resultados están a la vista.
Para otra cosa que sirvió esta COP fue para hacer conciencia de la riqueza que tienen Colombia, y el Valle del Cauca en particular, en materia de flora y fauna. Nos enteramos, por ejemplo, que mientras en Canadá, país que ocupa un territorio diez veces mayor al de nuestro país, viven 130 especies de aves, en Colombia se encuentran más de 500.
Se me quedó grabada una frase que dijo el antropólogo y etnobotánico canadiense Wade Davis, en la charla que dio en el auditorio de Bancolombia: “En materia de biodiversidad, Colombia es la Arabia Saudita del Mundo”.
Es una lástima que de esta COP no hubiera salido ninguna decisión que sirviera para frenar el deterioro de nuestro planeta. Pero es una inmensa alegría que el encuentro haya servido para levantarle el ánimo a una ciudad que lo tenía por los suelos.
Esperemos que este haya sido el primer paso de las grandes cosas que, de seguro, vendrán para Cali.
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