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El neoliberalismo no solo es economía es también política. Tal y como lo demuestra de manera clamorosa Francia, donde la voluntad del presidente Emmanuel Macron de defender a ultranza el programa económico neoliberal, ha sacado a la luz el trasfondo autoritario de un neoliberalismo que pretende ser liberal. Y por liberal, democrático. Porque es autoritaria la amenaza del primer ministro Michel Barnier de apelar al artículo 49.3 de la Constitución para aprobar la ley del presupuesto de la seguridad social, en contra de la voluntad mayoritaria de la Asamblea Nacional, representada en esta oportunidad por el Nuevo Frente Popular y la Agrupación Nacional. Que se oponen a ella.
Amenaza que no sorprende a nadie que sepa que el propio Barnier es primer ministro de Francia porque lo decidió por si y ante sí, por mero decreto, Macron, burlando la tradición democrática que reserva el derecho a nombrar primer ministro a la mayoría de la Asamblea Nacional. Los catastróficos resultados obtenidos por Valérie Hayer, la candidata de su partido, en las elecciones parlamentarias del 9 de junio pasado le llevaron ese mismo día a disolver la Asamblea Nacional y a convocar elecciones legislativas. “Quiero devolver la voz al pueblo”, argumentó entonces. Y el pueblo habló, pero en vez de ofrecerle el clamoroso respaldo que esperaba, le infringió una nueva derrota. Su partido quedó en segundo lugar con 150 escaños (95 escaños menos que los obtenidos en 2022). El Nuevo Frente Popular (NFP), liderado por Jean Luc Melenchón, obtuvo el primer lugar con 150 diputados y la Agrupación Nacional (AN), liderada por Marine Le Pen, quedo en tercer lugar, con 125 diputados.
Aprobar por decreto el proyecto de ley de seguridad social es otra línea de actuación política en la que Macron ha dado pruebas abundantes de su talante autoritario
Cada una de las tres formaciones quedó sin embargo lejos de la mayoría absoluta de 289 diputados, indispensable para elegir nuevo gobierno. La suma de los votos de NFP y de AN podría haberla obtenido fácilmente, pero la dirigencia de ninguna de ellas se mostró dispuesta a forjar la alianza necesaria para obtenerla. Por lo que Macron pudo tranquilamente rechazar la candidatura de Luce Castets a primera ministra, propuesta por NFP, y nombrar por decreto a Michel Barnier, militante de un partido minoritario. Por lo demás su amenaza de utilizar el articulo 49.3 de la Constitución para aprobar por decreto el proyecto de ley de seguridad social antes mencionado, es otra línea de actuación política en la que Macron ha dado pruebas abundantes de su talante autoritario. Dicho proyecto da por bueno el adelanto de la jubilación de 64 a 66, 8 años. Adelanto que dio lugar a masivas movilizaciones populares en 2023 que sacudieron a toda Francia y que el gobierno, presidido entonces por la macronista Élizabeth Borne, aprobó por decreto, consciente de que la Asamblea nacional no estaba dispuesta a aprobarlo.
Por último, pero no por último menos importante: en política internacional Macron se ha comportado también como un autócrata. Apoyando irrestrictamente al gobierno de Benjamín Netanyahu, desoyendo las numerosas voces que piden que le condene por el genocidio de Gaza. Incluida la Unión Judía Francesa, e igualmente de espaldas hay importantes voces críticas, la autorización al gobierno de Zelenski de que utilice misiles franceses para que ataquen a profundidad Rusia, supone la declaración de guerra a dicho país.
Son tan graves y reiterados los asaltos de Macron a la voluntad popular, que no se puede descartar que esta misma semana ocurra un auténtico milagro político y el NFP y la AN se pongan de acuerdo para votar una moción de censura que obligue al presidente Macron a renunciar. Amanecerá y veremos.
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