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Asegurar que la cantidad y calidad del espacio público sean las que se necesitan en todas las ciudades y municipios de Colombia es una reivindicación que tenemos pendiente de hacer prioritaria dentro de las exigencias de los ciudadanos a nuestros gobernantes y de la medición de sus resultados.
El espacio público de calidad, y en las cantidades que se precisan, es poderosamente democrático y democratizante. Las personas que pueden caminar tranquilamente por las aceras, quienes juegan en un parque, los que disfrutan en un museo, quienes se sientan en una banca, la totalidad de los que pueden ver el horizonte a pesar de las viviendas y comercios, todos nosotros cuando nos recreamos con la sensación de una plaza, somos absolutamente iguales. No hay en este disfrute discriminación alguna.
Ese espacio público, amplio y bien concebido, es muy progresivo. Para su construcción, como corresponde, los más ricos han aportado más con el pago de impuestos. Sin embargo, este espacio tiene la vocación de ser más y mejor aprovechado por los menos pudientes económicamente. Es frecuente que, por múltiples razones (incluida la inseguridad), quienes pueden, tengan casas o apartamentos amplios con salones comunales cómodos. Esas mismas personas están en posibilidad de asistir a clubes, gimnasios privados, espectáculos pagos, conciertos y similares. Por ello, que los gobiernos locales dispongan de espacios e infraestructuras de primer nivel de manera gratuita tiene, para la clase media y baja, un efecto redistributivo en el bienestar muy significativo. De este modo, se logra recoger recursos de quienes más ganan o tienen, para construir espacios que serán disfrutados por quienes menos tienen.
Que los gobiernos locales dispongan de espacios e infraestructuras de primer nivel de manera gratuita tiene, un efecto redistributivo en el bienestar muy significativo
El espacio público tiene sobre nosotros un efecto humanizante. Una parte de los valores que queremos recuperar parte de poner las ideas, los sentimientos y las sensaciones por encima del dinero y las cosas. En el espacio público que anhelamos, se siente, se goza, se piensa y se comparte. En el tiempo que dedicamos a actividades al aire libre, no estamos comprando, vendiendo ni ostentando nada.
Cada uno de nosotros, a su manera, se ha preguntado por el significado de la vida. Sin excepción, unos más y otros menos, pero todos hemos concluido que una parte de nuestra historia la hemos dedicado a objetivos o actividades que pudieron ser relevantes, pero que no necesariamente nos hicieron o nos hacen felices. Cuando aprendemos a disfrutar el espacio público y todo lo que se puede hacer en sus diversas formas, somos un poco más felices. Más significativo aún, apreciamos en gran medida que lo importante en la vida es ser feliz y ayudar a que otros lo sean.
Es una fortuna que un número creciente de nuestros líderes tenga cada vez más clara la importancia de los espacios públicos de magnitud y calidad. Ahora, todos, como ciudadanos, podemos ayudar exigiendo que este sea un tema prioritario en los planteamientos de campaña y los planes de gobierno.
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