Uno de los días más alegres de María Eugenia Castro fue cuando le dijeron que las obras de arte que había cuidado durante 30 años como directora del Museo de Arte Moderno de Barranquilla terminarían expuestas en un edificio propio. La noticia no pudo haber llegado en mejor momento. El préstamo que había hecho la empresa Terpel en el 2004 para albergar la colección del museo estaba llegando a su fin. El plan trazado era tener terminado en diciembre de 2015 el nuevo museo como una joya arquitectónica, con el prominente mural Tierra, Mar y Aire de Obregón en el centro de los cinco pisos del recinto completado con la serie Los Camino de la Vida de Álvaro Barrios. Sería un complejo cultural con auditorio y teatro propio.
Pero la espera de María Eugenia Castro por la nueva sede cumple 9 años. Hoy el Museo de Arte Moderno es un bloque de cemento a medio construir en el sector donde está el centenario edificio de La Aduana donde comenzó el crecimiento de Barranquilla hace ya un siglo.

Llegó la hora de devolverle el edificio a Terpel y no hubo nada distinto a hacer que retirar las paredes las obras de arte para ubicarlas en el deposito que se convirtió una pequeña sala del edificio Coltabaco en el corazón de Barrio Abajo. Las obras que en el pasado presidían la Sala Obregón están arrumadas en el sótano.
El emblemático Pedro Castro Monsalvo que pesó en la política y los negocios
María Eugenia Castro, una de las hijas del emblemático personaje Pedro Castro Monsalve casado Paulina Mejía tan influyente como él, escogió un camino distinto. A pesar de haber crecido entre grandes haciendas ganaderas y la política, en una casona en el marco de plaza Plaza Alfonso López Pumarejo en Valledupar donde hospedaban personajes de renombre, escogió el camino de las artes. Pedro Castro recibía políticos, escritores, artistas y juglares vallenatos en un tiempo en el que Valledupar era un villorrio perdido, lejos de todo en la Costa Atlántica colombiana. Le hacían el viaje a visitarlo y en su mesa se sentaban presidentes como Alfonso López Pumarejo y Mariano Ospina Pérez; del primero aceptó ser ministro de Correos y Telégrafos, y del segundo ministro de Agricultura, a quien Rafael Escalona y Gustavo Gutiérrez le componían vallenatos y lo deleitaban con las canciones. De esas tertulias donde se juntaban todo tipo de personas alimentó María Eugenia Castro su interés por el arte.


Pronto dejó Valledupar para conocer el mundo, viajar por Europa, vivir en Madrid e instalarse finalmente en Barranquilla donde sus padres habían decidido instalarse después del periplo por la política nacional de donde Pedro Castro. Cuando fue Gobernador de la provincia del Magdalena que incluía La Guajira, Cesar, Magdalena, la familia vivió en Santa Marta pero con el nombramiento como ministro se trasladaron a Bogotá, una estadía que se alargó porque se dejó convencer de sus amigos liberales de aspirar al Senado. Concluida esta etapa, doña Paulina Mejía eligió Barranquilla para fijar la residencia, un destino tranquilo, pero con fácil acceso al interior y la capital.
Hace 30 años, en 1994 nació la idea de fundar un Museo de Arte Moderno en Barranquilla. No había mejor directora María Eugenia Castro, quien se había preparado toda la vida para ello. La idea tomó forma en un almuerzo en el Hotel El Prado de Barranquilla con Julio Mario Santo Domingo, Gabriel García Márquez y el gobernador Gustavo Bell entre los comensales. Coincidían en que Barranquilla, la principal ciudad del Caribe tenía que tener un parque cultural en el centro histórico que albergara el Museo de Arte Moderno, un Museo del Caribe, una biblioteca, una cinemateca y una gran plaza que se llamara Mario Santo Domingo.
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La construcción del mega parque estaba planeada para ser entregada en el 2002, un proyecto que contaba con el respaldo de la Alcaldía de Barranquilla, la Gobernación del Atlántico, la Cámara de Comercio de Barranquilla y algunos privados como Fundación Argos y Fundación Mario Santo Domingo que donó el lote actualmente avaluado en $3.500 millones. Sin embargo, la obra no arrancó hasta el 2007 con una inversión inicial de $20.000 millones
Hasta el 2009, el Parque Cultural del Caribe recibió de la alcaldía de Barranquilla, gobernación del Atlántico y el gobierno nacional alrededor de $18.000 millones mientras que el sector privado aportó $5.000 millones.


El 24 de abril de 2009 con Eduardo Verano de la Rosa como gobernador del Atlántico, Alejandro Char en la alcaldía y Álvaro Uribe en la presidencia se inauguró, con bombos y platillos, el Parque Cultural del Caribe, ese mismo día se entregó el Museo del Caribe y la plazoleta Mario Santo Domingo.
Dos años después, en el 2011 le llegó el turno para la biblioteca que había sido un idea de Gabo y se inauguró también la Mediateca Macondo en el parque cultural cuya biblioteca la donó el poeta Juan Gustavo Cobo Borda.
Fue hasta el 2015 que el arquitecto Giancarlo Mazzanti presentó un ambicioso diseño de lo que sería el Museo del Caribe que tendría en su techo caparazones de un caracol y con la certeza de que sería la segunda manzana cultural más importante de Colombia. Los planos fueron recibidos por Mariana Garcés, ministra de Cultura de Santos. En Medellín conocían bien al arquitecto Mazzanti pues había diseñado los coliseos de los Juegos Suramericanos, la Plaza Mayor y el Parque Biblioteca España en Medellín, este último convertido hoy en un elefante blanco de Medellín que cinco alcaldes paisas no han podido salvar.
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Una inauguración siguió a la otra y en el 2017, la cruzada emprendida por María Eugenia Castro para concluir el Museo de Arte Moderno recibió un empujón del gobierno Santos y la Ministra de cultura Mariana Garcés. A través de la Financiera de Desarrollo Territorial (FINDETER) aportó $10.000 millones para acelerar la obra, al tiempo que la empresa privada aportó otros $1.800 millones.


En ese año al fin el museo fue techado pero la instalación de los cuatro lucernarios, fue una odisea que por su peso de siete toneladas cada una, se requirió el trabajo de veinte trabajadores. No fue lo más difícil, soldar cada estructura metálica y luego ubicarla de forma tal que quedara inclinada como lo diseñó Mazanti fue una pesadilla para los obreros e ingenieros que no calcularon el excesivo peso para el poco personal que había. El 15 diciembre de 2017, el Museo de Arte Moderno debía ser entregado, pero este día nunca llegó.
Se destinaron $2.450 millones para continuar con la obra. La Gobernación del Atlántico en cabeza de Carlos Rodado Noriega celebró tres contratos: el primero de $550 millones, le siguió otro de $800 millones y el más grande de $1.100 millones; todos con el mismo objetivo: salvar el Parque Cultural del Caribe.


Para el miércoles de ceniza del 2018 ocurrió una catástrofe meteorológica: el Museo de Arte Moderno se encontraba en obra negra en su interior, los acabados sin terminar. El sol, las tormentas, fuertes vientos, brisa y el abandono acabó con lo poco que se había construido al interior. El agua se acumuló en el sótano que ya tenía 50 centímetros de profundidad mientras los lucernarios que habían sido instalados con dificultad se caían a pedazos.
El dinero se agotó y la construcción no tenía de donde sacar para continuar. La comunicación entre el Parque Cultural del Caribe y el Museo de Arte Moderno era nula.


El Parque Cultural del Caribe pidió ayuda a la alcaldía de Alex Char y a la gobernación del Atlántico de Eduardo Verano de la Rosa para terminar el proyecto. Un grito de auxilio sin respuesta, pues la inversión del Museo de Arte Moderno y Parque Cultural del Caribe, desde el 2009 al 2017, había sido de $28 mil millones y se necesitaría el doble para reparar la obra y terminarla.
Desde abril 2024, Char se ha puesto manos a la obra y personalmente hizo una inspección a la construcción para dar inicio al proceso de licitación de la etapa de recuperación. Esta vez, María Eugenia Castro ha estado de cerca al proyecto junto con la junta directiva del Museo de Arte Moderno en cabeza de Filberto Mancini y el pintor Álvaro Barrios.


Alex Char y María Eugenia Castro celebraron en abril de 2024 la apertura de la licitación para continuar con la construcción del Museo de Arte Moderno con una inversión de otros $20 mil millones en la que se contrataron estudios de museología, museografía e interventoría para evitar errores del pasado. Mientras tanto el Parque Cultural del Caribe se convirtió en la vivienda de habitantes de calle y en una olla donde es mejor no entrar, una obra inconclusa de 15 años.





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