Hacía la comida en el patio de su casa y durante la pandemia la entregó por una ventana. Su negocio y sazón fue elogiado por The New York Times
Historias de colombianos que han triunfado en el exterior hay muchas: desde restaurantes, empresas constituidas, floristerías, fruterías y muchas otras cosas más. La ‘berraquera’ de las personas de esta tierra es muy distinguida, y logran salir adelante casi en cualquier parte. Un caso admirable es el de Stephanie Bonnin, una mujer que un día se cansó de todo y se reinventó por completo, creando un restaurante en Nueva York que fue elogiado por The New York Times, y aunque aún ha sido un reto, su historia es bastante inspiradora.
Para entenderlo, hay que empezar por quién es Stephanie, una barranquillera de 37 años que se crió en una familia acomodada. Desde muy niña se destacó por tener una curiosidad impresionante. Estudió la carrera de derecho en la Universidad del Norte, pero decidió no graduarse. Su hermana le dijo a la Revista Diners que tenía una valentía tan grande como para hacer ese tipo de cosas.
Siempre se cuestionó las imposiciones de la sociedad, y fue por eso que decidió irse a Estados Unidos, asegurando que quería estudiar inglés. Pero en realidad quería ver el mundo y respirar otros aires. Y lo que encontró fue mucho más que eso: allí conoció a su marido, Pablo Bonnin, con quien estuvo nueve meses de novia. Como le negaron la visa de trabajo, se casó con él, una decisión que hoy celebra.
Así nació la Tropi-Kitchen
Mientras vivía en Nueva York, era office manager en una agencia creativa y solo le pagaban 500 dólares al mes. Su papá se enfermó y solo le dieron cinco días para ir a visitarlo. Después él murió, y ella decidió renunciar, durando casi un año en depresión. Sin embargo, su fortaleza y el amor de su esposo la mantuvieron. Además, fue en esa época que ella fue encontrando su propósito en el mundo. Su psicóloga le sugirió hacer una actividad que la mantuviera en el presente, y esta fue la cocina.
Decidida a mejorar sus conocimientos en la materia, se fue a Colombia, contactó con la fundación ATI, que hace salvaguarda y rescate de cocinas tradicionales, y recorrió varias regiones con ellos. Con su mochila y una libreta de apuntes, aprendió durante tres meses de la verdadera cocina tradicional colombiana, conociéndola más allá de los clichés.
Así que estudió cocina en el Institute of Culinary Education, vendió tamales que ella misma repartía a domicilio, y alguien le sugirió que participara en la convocatoria del mercado Smorgasburg. Cuando menos lo pensó, estaba vendiendo entre 500 y 800 tamales cada fin de semana, así que terminó montando su pop-up en la sala de su apartamento, al que tituló Tropi-Kitchen. Hubo un voz a voz de los amigos, vinieron los amigos de los amigos y fue un rotundo éxito.
¿Qué pasó con aquel restaurante en Nueva York?
Incluso un día llegó The New York Times a hacer una nota sobre su restaurante, y tenía muchas reservas de pagos anticipados. Sin embargo, la pandemia llegó a su vida y lo puso todo de cabeza. Tuvo que devolver el dinero cuando ya tenía un concepto, se sentía segura como cocinera y ya había comprado sus platos, mesas, entre otras cosas. Pero cuando las cosas mejoraron un poco, vendía comida los fines de semana y la entregaba a través de la ventana, el pescado frito y patacón eran un éxito. Y aunque su restaurante, cocina oculta o como usted desee llamarle, fue un gran acierto, por ahora no está en funcionamiento.
Por su parte, Stephanie también estudió el año pasado en el Basque Culinary Center de San Sebastián, España, una institución reconocida por todo lo que pasa en la gastronomía, para luego regresar a Colombia. Por ahora, entre sus planes está volver a Nueva York y, en algún momento, volver a abrir un lugar con comida, encuentros y música.
| Ver también: El día que la Fuerza Naval colombiana atacó un submarino alemán durante la Segunda Guerra Mundial
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