El organismo de cooperación internacional se asoció con Fenoge, de MinMinas, para llevar adelante el programa En-Comunidad en regiones apartadas del país
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y Fenoge llegan hasta los lugares más apartados del país para mostrarle a indígenas, comunidades negras y palenqueras, pescadores y campesinos los beneficios de alumbrarse con la luz que generan las energías limpias, una de las apuestas del presidente Gustavo Petro que el Ministerio de Minas y Energía, en cabeza del ingeniero Andrés Camacho está ejecutando a través de varios proyectos, entre ellos En-Comunidad, el programa que busca que las propias comunidades creen y fortalezcan sus empresas de servicios públicos a partir de las diferentes soluciones energéticas que les lleguen a instalar.
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La OIM llegó también a Sumapaz, el páramo más grande del mundo, de 333 mil hectáreas, uno de los pulmones del país y una de las fuentes de agua más importantes del país, donde el viento frío que siempre huele a tierra húmeda nunca deja de soplar, para hablar de transiciones. No solo energéticas, sino también sociales.
En el salón comunal de la vereda Santo Domingo, un lugar rodeado de monte y pequeñas parcelas ganaderas, Paola Hernández, consultora de la OIM, les explica a campesinos bogotanos, tanto esperanzados como escépticos, qué es y para qué es el proyecto En-Comunidad, una iniciativa que busca que las comunidades beneficiadas con la puesta de soluciones energéticas, puedan usarlas para el crecimiento social y económico de la comunidad.
En-Comunidad es un proyecto que suena tan ambicioso como urgente. Diseñado y adelantado entre la OIM y Fenoge en todo el país. El objetivo de este programa del Ministerio de Minas y Energía es facilitar la transición energética en territorios donde la electricidad es un lujo intermitente. Pero no se trata solo de instalar paneles solares o generadores eólicos. En-Comunidad va más allá: busca que las soluciones surjan desde adentro, que los propios campesinos y organizaciones locales se conviertan en los protagonistas de un cambio que promete transformar sus vidas.
“En este momento, nuestra prioridad es involucrar a las comunidades en la gobernanza participativa,” explica Hernández. Sus palabras suenan técnicas y tal vez difíciles de entender, pero en la sala ella las traduce en algo tangible: la posibilidad de tener luz para refrigerar la leche, para alargar los días de trabajo, para que los niños puedan estudiar sin depender del sol. Y más allá de la luz, está la idea de la autonomía, de que sean los campesinos quienes decidan cómo y dónde se implementan las soluciones energéticas.
En Santo Domingo, los campesinos escuchan atentos. Algunos toman notas, otros hacen preguntas. A todos les interesa saber cómo En-Comunidad impactará su producción de leche y derivados. Desde hace ya varias décadas, esta actividad ha sido el motor económico de la comunidad, pero también una fuente constante de preocupaciones. Sin la refrigeración adecuada, la leche se pierde rápido. Sin electricidad constante, los equipos no funcionan.
“Si logramos tener energía todo el día, podríamos producir más quesos, más yogures. Y podríamos venderlos a Bogotá,” dice Misael Baquero, el presidente de la junta de acción comunal, quien lleva toda su vida en estas montañas. Su voz mezcla entusiasmo y una pizca de duda. No es la primera vez que les prometen mejoras, pero esta vez, algo se siente diferente. Quizá es la forma en que Paola Hernández insiste en que todo será decidido por la comunidad, en que ellos tendrán la última palabra.
El proyecto también habla de democracia, de una participación activa que rompa con las jerarquías históricas que han relegado a los campesinos al papel de espectadores. La OIM lo llama “democratización de la energía”, un concepto que suena moderno, casi utópico, en estas tierras donde muchas familias aún cocinan con leña.
Pero más allá de las palabras, lo que importa aquí es el impacto tangible. ¿Qué significa democratizar la energía en una región como Sumapaz? Significa tener una nevera que funcione para almacenar vacunas en el puesto de salud. Significa que los niños puedan leer un libro antes de dormir sin depender de una vela y puedan acceder a internet las 24 horas del día. Significa también que las mujeres, que son las principales encargadas del hogar y de las fincas, puedan tener herramientas para mejorar su producción y su calidad de vida.
En el fondo, En-Comunidad no solo busca llevar electricidad. Busca encender algo más profundo: la convicción de que las soluciones no tienen que venir de fuera, sino que las comunidades deberán ser las arquitectas de su propio futuro. Y aunque las palabras de Paola Hernández resuenan en la sala, el verdadero eco de este proyecto dependerá de lo que suceda después, cuando las reuniones terminen, cuando las decisiones se conviertan en acciones, cuando la luz, finalmente, llegue para quedarse en ese páramo de Sumapaz.
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