La gente de Chimichagua, en lo profundo del Cesar, sabe cuándo Hugues Rodríguez Fuentes está de visita en el pueblo. Es difícil disimular doce camionetas Toyota blindadas con cuarenta escoltas que pasean por las calles destapadas dejando a su paso remolinos de polvo con dirección al norte para alcanzar su destino: La finca La América, protegida por un portón rojo que deja entrever cuatro casas. La más grande es amarilla y la remodeló hace pocos meses.
La última vez que vieron a Hugues Rodríguez Fuentes fue en noviembre del 2024. Esa vez, las doce camionetas no hicieron paradas para comprar víveres ni pares en las esquinas. Horas antes, a Hugues Rodríguez le había llegado una inesperada noticia: el 22 de noviembre, el presidente Petro le entregaría su finca más querida a 148 familias campesinas.
Hugues Rodríguez Fuentes compró la finca La América hace 20 años convirtiéndose en su quinto dueño. Eran 1.455 hectáreas de una tierra fértil, perfecta para ganado de levante y agricultura. Su propietario era su buen amigo, Jaime Blanco Maya, quien se la ofreció a un precio difícil de rechazar.
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Blanco Maya era dueño de una empresa de alimentos que le prestaba sus servicios a la minera Drummond, años después terminó condenado a 38 años de cárcel por su complicidad con los paramilitares que derivó en los asesinatos de los líderes sindicales Valmore Locarno Rodríguez y Víctor Hugo Orcasita Amaya.
Jaime Blanco Maya, a su vez, le había comprado la finca La América al cuestionado ganadero José Hernández Aponte, más conocido como el Ñeñe Hernández, que la tenía desde 1995. Si bien, el Ñeñe Hernández no tenía relación con Chimichagua, llegó a este pueblo a través de la familia vallenata Pimienta Cotes que le presentó a la familia Trespalacios, oriundos de Chimichagua.
Cuando alguien pregunta en Chimichagua cómo eran los Trespalacios, se refieren a ellos como una familia trabajadora de clase media que, con esfuerzo, compraron dos fincas en los años 70: Costa Rica de 438 hectáreas y La América de 440 hectáreas.
La matriarca Josefina Rodríguez de Trespalacios era ganadera y su apellido nunca se vio envuelto en un escándalo que estuviera relacionado con guerrilla o paramilitares.
Un lunes de noviembre de 1995, a Josefina Rodríguez de Trespalacios le llegó la visita de un desconocido que venía recomendado de sus buenos amigos los Pimienta Cotes. Su nombre era José Hernández Aponte, pero le pidió que lo llamará Ñeñe a secas. Estaba interesado en comprarle la finca La América y de paso, la finca Costa Rica. En pocos días, el negocio se cerró.
No fueron las únicas fincas que compró el Ñeñe Hernández, quien se presentó en Chimichagua como un próspero empresario. Al ganadero Pío Gómez de la Vega le compró la finca Carrizal de 226 hectáreas y a Alicia Bacci de Fernández la finca Altamira de 309 hectáreas que, si bien no era tan grandes como la de la familia Trespalacios, eran vecinas. Su plan era unirlas y así lo hizo en 2001. Las bautizó bajo un nombre, el de su finca favorita: La América.
La tierra bendita de la familia Trespalacios pasó a ser recordada como el lugar de encuentro entre empresarios y paramilitares.
Apenas tres años después, en 2004, el Ñeñe Hernández, agotado de los extenuantes viajes de cinco horas entre La América y Valledupar, donde vivía con su esposa Lina López y sus dos hijos Juan David y José Miguel Hernández, decidió venderle la finca a Jaime Blanco Maya.
Jaime Blanco Maya era el gerente de Constructora Las Vegas, de propiedad de Hugues Rodríguez Fuentes y fue a él a quien terminó vendiéndosela pocos meses después de haberla comprado.
Los impasses de la familia Rodríguez Fuentes con la guerrilla
Hugues Rodríguez y la señora Icha Fuentes eran los padres de Hugues Rodríguez Fuentes. Desde los años 70, mientras las familias tradicionales del Cesar hacían dinero a punta de algodón y contrabandeaban tras bambalinas, los Rodríguez Fuentes, se dedicaron comedidamente a trabajar con ganado y la leche que sacaban de allí. Llevaron su negocio a otro nivel cuando abandonaron la informalidad y se dedicaron hacer empresa hasta que un impasse les cambió la suerte.
Un mosquito infectado le trasmitió leishmaniasis a Hugues Rodríguez papá y pronto murió. Las riendas del negocio las tomó su primogénito, Hugues Junior, quien con 16 años dejó el bachillerato para dedicarse a la empresa familiar.
La extorsión de la guerrilla del ELN no tardó en llegarle a Hugues Rodríguez Fuentes y como muchos en el Cesar, tuvo que pagar vacuna. La presión aumentó, así como el cobro hasta que Hugues Rodríguez decidió parar y mejor contratar cuatro escoltas para que cuidaran de su mamá y sus cinco hermanos, quienes no tardaron en refugiarse en el exterior.
El 13 de diciembre de 1996, los ‘elenos’, como llamaban a los miembros del ELN, secuestraron a su hermana Margarita Rosa, odontóloga de profesión. Para que la liberaran, pagó una gruesa suma de dinero, pero nunca regresó. Dos años más tarde, una brigada de la Cruz Roja Internacional la encontró enterrada en un platanal.
Hugues Rodríguez Fuentes, el amigo de infancia de alias ‘Jorge 40’
Acorralado por el dolor, Hugues Rodríguez buscó a su amigo de infancia de quien se rumoraba en Valledupar que había dejado su vida de civil y a su familia para irse al monte con un ejército de hombres a combatir a la guerrilla. Se trataba de Rodrigo Tovar Pupo con quien Hugues Rodríguez Fuentes jugaba a los 10 años de edad cuando eran vecinos en el barrio Novalito, pero ya adulto era líder de las Autodefensas Unidas de Colombia.
Hugues Rodríguez no tomó su camino de armas, pero sí se encargó de manejar las finanzas de Jorge 40 según los testimonios de paramilitares desmovilizados que se acogieron a la Ley de Justicia y Paz. Jorge 40 frecuentaba la finca La América acompañado por un ejército de 70 hombres que se referían a Hugues Rodríguez no por su nombre, sino como La Barbie.
En la finca El Carmen, de Hugues Rodríguez Fuentes, los paramilitares prepararon la masacre El Prado donde Jorge 40 mandó a matar cinco campesinos y forzó el desplazamiento de 50 familias para apropiarse de una tierra rica en carbón.
En 2004, en pleno auge de los paramilitares, la finca La América se convirtió en el epicentro de las acciones de Jorge 40 y sus hombres en el Cesar mientras que Estados Unidos le empezó a seguir los pasos a Hugues Rodríguez Fuentes. No pasó mucho tiempo para que lo ficharan como el cerebro financiero de las millonarias ganancias que Jorge 40 obtenía del narcotráfico.
Estados Unidos emitió una orden de captura contra Hugues Rodríguez Fuentes quien empezó a moverse desde la clandestinidad entre Venezuela y Centroamérica, mientras su empresa Inversiones Fuentes Rodríguez seguía activa y facturando.
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La extradición de su amigo Jorge 40 en 2008 llevó a Hugues Rodríguez a tomar una decisión drástica: entregarse en Estados Unidos. Buscó a Joaquín Pérez, un veterano abogado de narcos y aceptó colaborar con la justicia gringa sin dudar en testificar contra su amigo Jorge 40.
En dos años, en 2010, un Juez retiró los delitos relacionados con el narcotráfico y dejó en libertad a Hugues Rodríguez. Nunca pagó un solo día de cárcel. Él y su familia perdieron la visa y su finca La América pasó a manos del Estado colombiano como predio sujeto de extinción de dominio. Hugues Rodríguez se sigue moviendo entre Canadá, Venezuela y Colombia.
El 15 de noviembre de 2024, recibió el puntillazo del presidente Gustavo Petro: la finca La América quedaría en manos de 148 familias campesinas y la Agencia Nacional de Tierras le reconocería únicamente 6 mil millones de pesos, un valor bastante inferior a los 26 mil millones que había pagado por ella. Hugues Rodríguez Fuentes no aceptó.
El Presidente no paró el plan trazado con el director de la Agencia Nacional de Tierras, Felipe Harman. En la mañana del viernes 22 de noviembre, llegaron los 600 campesinos oriundos de Chimichagua, muchos de ellos antiguos jornaleros, a tomar posesión de la finca La América. Venían acompañados por Felipe Harman quien llegó a hacer entrega formal de las casi 1.500 hectáreas.
Las 48 familias campesinas se encontraron con Augusto Bustos Sánchez, de 70 años, quien desde hacía 20 años era el administrador de la finca La América.
Aunque los nuevos dueños, que pertenecen a 10 asociaciones campesinas, se instalaron hace dos meses en la finca La América, Hugues Rodríguez Fuente no da el brazo a torcer. Desengavetó el documento de compra-venta que le entregó Jaime Blanco Cuello y que lo certifica como único propietario de La América.
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Para enfrentar el asunto, envió a su representante y abogado Miguel Rodríguez, un sobrino, quien es como su hijo de crianza, además de los hijos que tuvo con María Consuelo Pavajeau: María Lucía y Hugues Manuel.
Miguel Rodríguez buscó el camino del diálogo con los nuevos dueños que aceptaron que sacara de la finca La América todo lo que pertenecía a su tío Hugues Rodríguez Fuentes.
En menos de dos horas, vendieron las 530 cabezas de ganado que Hugues Rodríguez Fuentes tenía en su finca la cual tiene capacidad hasta para dos mil cabezas de ganado. Entre los compradores estuvo Poncho Zuleta, quien tiene fincas en Astrea, un municipio cercano.
El apoderado de Hugues Rodríguez Fuentes insiste, con documento en mano, en defender su propiedad con el respaldo del alcalde de Chimichagua, José David Rocha, quien se presentó a La América a prestar sus buenos oficios, pero aún no se llega a un acuerdo.
Por más pugna jurídica en la que se esté, Hugues Rodríguez no la tiene fácil porque si hay algo claro es que los campesinos, respaldados por el presidente Gustavo Petro y su programa bandera de Reforma Agraria, difícilmente abandonarán una tierra que ya consideran propia.
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