Petro enfrenta una crisis de liderazgo, con un gobierno fracturado e inmaduro, lo que podría marcar el fin de la izquierda en Colombia y su legado en la historia
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Nuestro jefe de Estado ignora la realidad y su oratoria destruyó la magia. Mientras confesaba que su alias era “Aureliano”, comprendió que el del gabinete era “Petriste”, porque su versión del cambio resultó ser un engendro, cuyo anticipado final prevé que la izquierda no tendrá una segunda oportunidad en la presidencia.
En Macondo, el patriarca exhibía un estilo de liderazgo “autocrático”. Delirante, se aislaba y tomaba decisiones caóticas. Conjeturando, esa novela pudo haber tenido un desenlace positivo, si a partir de alguno de sus quiebres, el mando lo hubiera asumido una persona equilibrada, que manifestara conciencia, aprendiera de sus errores y honrara el sentido del bien común.
Continuando con la especulación, imagine que, tras 215 años de oscurantismo, en 2026 apareciera en la presidencia alguien con talante democrático y diplomático, como María Ángela Holguín. Cada lector podrá evaluar la pertinencia de esa sorpresa, basada en la literatura del liderazgo.
Empezando por el análisis del momento actual, intentando ser empáticos con Petro o su circunstancia, supongamos que la persistente crisis de su gobierno y el fracaso al cual estaba condenado pueden atribuirse a la “inmadurez” de los ejecutivos que designó para desempeñar sus papeles secundarios.
Según un retrato divulgado por el director de Riesgos y Desastres, su mano derecha salió del colegio hacia una incubadora política, y terminó de podrirse biche, cubierta con periódicos y otras crisálidas. Conectando esto con la metáfora de las “mariposas amarillas”, que tanto resuena en la mente de Petro, resultó que no era extraordinaria, ni su “remedio” porque estaba en fase larval, y destruiría lo que él pretendía cultivar.
En condiciones normales, la metamorfosis profesional conecta el autoliderazgo, la supervisión de colaboradores individuales, la gestión de mandos medios y la dirección estratégica. Además, el tiempo para “ascender” hacia lo más alto en cualquier organización grande, aunque esté disminuida, debía medirse en cuatrienios. Pero, en este caso, semejante figuración fue tan prematura como injustificada.
Ese no es el único fenómeno de la “niña”. Con una trayectoria más genuina, aunque revelando un carácter igual de destemplado, una ministra cercana al medio siglo de edad exhibió los efectos del contaminado “ambiente laboral”. El pacto al que había apostado su alma se volvió histérico, y ahora es normal que esté amenazando con su renuncia, proyectando actitudes dramáticas y deseando llorar, porque no se siente debidamente correspondida, y recurre a los tormentos, como aquella Amaranta.
Interpretando la historia de la democracia moderna, mediante Leadership, Burns clasificó como transaccionales los liderazgos de opinión, burócratas, filibusteros y ejecutivos. Por otro lado, identificó como transformacionales los liderazgos intelectuales, reformistas, revolucionarios o heroicos.
Contrastando la campaña con la presidencia, Petro deja como déficit una ilusión 70% transformacional, pero una materialización nula o 100% transaccional. Su pecado original fue no haber entregado las reformas al Congreso el día de su posesión; luego, se convirtió en prisionero de su improvisación, la confusión de su bando, la extorsión de los terceros y la impaciencia ciudadana.
El gobierno predecesor padeció una pandemia y tenía “cola de cerdo”. Este emuló a la “rana hervida”. Cuenta regresiva: le quedan 1.5 años de soledad en el poder, y Petro sabe que lo único que salvará su imagen, para no quedar grabado en los anales o memes macondianos como el peor error electoral de nuestra era, es convertirse en mártir, manchando a la fraternidad que fundó.
Parafraseando la advertencia de Shaw, en Hombre y Superhombre: Comedia y Filosofía, «hay dos tragedias en la [izquierda]: la una es no obtener el poder; la otra es conseguirlo».
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