Nada hay más diseñado para la competencia –que no se sepa quién va a ganar– que los deportes, que por ello tienen como característica irrenunciable el competir por categorías, por pesos y por edades. Porque si no fuera así, los campeones solo saldrían de entre los mayores o de entre los más pesados. Por razones semejantes, tampoco compiten hombres con mujeres.
¿Cuánto se demoraría un coliseo en llenarse de gritos “¡fraude, fraude, fraude!” si subieran al ring a un boxeador de cien libras con uno de doscientas?
Pero nos hablan de libre comercio cuando a los 50 millones de colombianos nos ponen a competir de igual a igual y en medio de enormes desigualdades con 333 millones de norteamericanos y 448 millones de europeos, con nuestro producto por habitante de 7.323 dólares (2024), el de Estados Unidos, de 85.373 y el de la Unión Europea, de 42.440, y con los PIB totales de ellos 75 y 50 veces más grandes, respectivamente, que el de Colombia.
Y en los llamados tratados de libre comercio, entre países muy diferentes, si mucho, dan unos años para igualarlos en aranceles de cero por ciento, mientras mantienen las enormes desigualdades en todos los demás hechos diferenciadores, incluidos los respaldos estatales a la economía. Por ejemplo, los subsidios agropecuarios de Colombia son de apenas 2.500 millones de dólares al año, en tanto los de Estados Unidos llegan a 50.000 millones, los de la Unión Europea a 100.000 millones y los de China a 180.000 millones.
No será entonces una sorpresa que en 2026 empiece la ruina definitiva de los 300.000 ganaderos de la leche colombianos, casi todos pequeños, víctimas del libre ingreso de productos norteamericanos y europeos pactados en los TLC.
Otras cifras contra Colombia también desnudan la emboscada neoliberal. Entre 2012 y 2024, la balanza comercial nos fue negativa en 117.000 millones de dólares y el déficit de la cuenta corriente, que además mide ingresos y egresos en dólares por las utilidades que sacan las trasnacionales en el país, llegó a 176.275 millones en los diez años anteriores. Porque lo que hizo el libre comercio fue instalarle a Colombia enormes dolarductos, es decir, tuberías que por las que enviamos al exterior muchos más dólares que los que nos entran por comercio, créditos e inversión extranjera.
No obstante, el senador Petro, en 2007, en Washington, hizo un acuerdo con senadores del partido Demócrata para exigirle al Polo que cambiara su posición y respaldara el TLC y el Plan Colombia, votación que perdió en el comité ejecutivo del partido.
El colmo del ventajismo a favor de Estados Unidos lo completó Donald Trump al anunciar que, cuando se le antoje, aumentará los aranceles al acero y al aluminio de Colombia, aunque en el TLC estén pactados al cero por ciento. Decisión que significa que la Casa Blanca, cuando quiera, puede empeorarle al Tratado su ley del embudo: lo ancho para ellos y lo angosto para nosotros.
Pero Trump se equivoca al pensar que podrá superar la profunda crisis económica de Estados Unidos blandiendo también el garrote imperial contra la Unión Europea, México, Canadá, Panamá, Dinamarca y Palestina y los países que se propongan salirse de la dictadura del dólar.
*Académico
*Exsenador
Post Views: 2