Con esfuerzo y pasión, Milton Alejandro Camacho, contrabajista colombiano, triunfa en Bulgaria con su música
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Encontrar el mejor lugar del mundo, aquel en el que podemos convertirnos en nuestra mejor versión, muchas veces implica tener que alejarnos de lo que amamos, de lo que conocemos y de aquello que nos hace sentir seguros. Para Milton Alejandro Camacho Rojas, este sitio fue Vratsa, una ciudad al noroeste de Bulgaria enclavada en los montes Balcanes, a donde llegó después de obtener el título de Maestro en Artes musicales e instrumentales en Moscú, a casi once mil kilómetros de su casa.
Hijo de un ingeniero florentino y una abogada ibaguereña, adelantó sus estudios musicales en el Conservatorio de Música del Tolima en donde, cerca de sus abuelos maternos, cultivó el amor por el contrabajo el cual aprendió de la mano del maestro Edgar Alarcón, quien se había formado en Rusia y, al descubrir el gran potencial de su alumno, lo guio para que obtuviera una beca que lo alejó de su familia, pero lo acercó a sus sueños.
Su llegada a Ufá, un lugar cuyo idioma le era completamente desconocido ubicado en el extremo oriental del país soviético, le curtió el espíritu volviéndolo inquebrantable ante las dificultades que apenas comenzaban.
El frío del invierno que alcanzaba los 25 grados centígrados bajo cero, harían que el año en que estudió ruso en la Universidad Estatal de Bashkiria le confirmaran lo que uno de los principales escritores del Imperio ruso, Fyodor Dostoyevsky, había dicho más de un siglo atrás: “Hay que querer hasta el extremo alcanzar el fin; todo lo demás son insignificancias”.
Con el espíritu del guerrero pijao y la severa formación heredada de los bolcheviques, Milton Alejandro culminó exitosamente su maestría en la Academia Clásica Nacional de Moscú, donde estuvo bajo la tutoría del maestro Grigory Petrovich Krotenko, convirtiéndose en uno de los dos primeros latinoamericanos en graduarse en este claustro, abriendo las puertas a quienes, a cuentagotas, han ido llegando desde este lado del Atlántico.
La pasión de Milton Alejandro por la música le permitió descubrir en ella una aliada cuando de conseguir unos rublos de más se trataba. En Ufá conformó junto con tres compañeros de Perú, Sri Lanka e Indonesia, un grupo de rock con el que realizaron varias presentaciones y mientras se encontraba en Moscú adelantando su maestría, tocó durante tres meses piano en un bar e hizo reemplazos en la Ópera de Moscú, en donde, a pesar de su prestigio, sólo le pagaban veinte euros por presentación.
Próximo a su grado, un compañero de universidad colombiano lo invitó a pasar la navidad en San Petersburgo en donde conoció a quien se convertiría en la madre de su hijo quien por el patronímico ruso se llama, Luwan Matías Milton Alejandro.
Mientras se encontraba en Bulgaria visitando a la familia de su pareja, la pandemia lo encerró, alejándolo de lo que más le gustaba hacer y para lo que se había preparado con tanto esfuerzo, los conciertos.
Cuando las medidas de seguridad sanitaria aminoraron, Milton fue contactado para hacer unas grabaciones con la Orquesta de la Radio Nacional de Bulgaria en donde sorprendió con su talento a quien se convertiría en su mecenas al presentarlo a la Orquesta Sinfónica de Vrasta.
Como integrante principal, realiza conciertos semanales junto a solistas y directores reconocidos a nivel mundial, uno de los cuales es el famoso violinista estadounidense, Nigel Kennedy, a quien acompañará en el próximo mes de febrero.
Su vida como contrabajista lo ha llevado a Grecia, Serbia, Macedonia del norte, Turquía y Rumania, además de haber sido invitado al Festival internacional de Contrabajo en Malta en 2023 y a participar en el ciclo de conciertos de fin del año pasado en China con la orquesta de Viena “Johann Strauss Symphony Operetta”.
En una época en la que pareciera alzarse triunfante la desesperanza, los logros de un colombiano en la alejada Península Balcánica nos recuerdan la frase de Oscar Wilde: «Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo».
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