Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
En Colombia, el cambio social suele enfrentarse a estrategias de miedo y violencia, y, sobre todo, al uso de mentiras repetidas constantemente sobre nuestras maneras de vivir. Estos relatos manipulados mediáticamente alimentan prejuicios y temores que nos afectan en lo cotidiano. Es común que las grandes mayorías elijan gobiernos y programas con la esperanza de resolver problemas históricos, profundamente enraizados en la inequidad y el despojo. Sin embargo, cuando llega el momento de implementar las alternativas prometidas a través de leyes y políticas, surgen enormes obstáculos que dificultan convertir esas promesas en soluciones tangibles; ese parece ser el caso de las reformas sociales laboral y de la salud.
Abrir la participación democrática es una alternativa, pero exige grandes esfuerzos colectivos. Recordemos que una sociedad tan golpeada por la guerra y la corrupción como la nuestra votó negativamente, en menos de una década, en un plebiscito por la paz (2016) y en una consulta popular anticorrupción (2018). En esas ocasiones dos flagelos que aún nos atormentan, fueron manipulados con argumentos falaces, y temas cruciales para nuestra convivencia y bienestar se trataron con vaguedades e imprecisiones, en medio de disputas irracionales alimentadas por intereses particulares. ¿Sucederá lo mismo con las reformas sociales más urgentes, como las laborales y las de salud?
¿Dónde está el verdadero debate sobre las reformas que el país necesita? ¿Dónde están las alternativas concretas para abordar las situaciones críticas?
Es cierto que el Congreso de la República, en este período de gobierno, se ha convertido en un espacio muy complejo para aprobar legislaciones que restituyan derechos y garanticen su ejercicio efectivo. Después de un largo período en el que se ha desmantelado o ignorado el sentido y la literalidad de la Constitución de 1991, parece que este cuerpo político se ha vuelto sordo ante las demandas de la sociedad, limitándose a hacer eco de sus propios intereses y contradicciones. Se ha naturalizado la idea de que en el Congreso las decisiones se toman mediante maniobras burocráticas o actos de corrupción que determinan la viabilidad de las reformas. Pero, ¿dónde está el verdadero debate sobre las reformas que el país necesita? ¿Dónde están las alternativas concretas para abordar las situaciones críticas, más allá de afirmar, de manera simplista, que una reforma ampliamente solicitada es «inviable»? ¿Cuáles son los mecanismos de transparencia para tramitar leyes y garantizar una correcta implementación de las políticas públicas? ¿Hasta cuándo vamos a esperar para que se concrete la solución a problemas sociales y ciudadanos fundamentales, como la salud, las pensiones o la dignidad laboral?
Lo que ha venido ocurriendo es que los temas más urgentes para la sociedad colombiana se dejan de lado en el Congreso. Las corporaciones legislativas se pierden en asuntos secundarios, mientras presumen de estadísticas prometedoras de su gestión y se desconectan de las necesidades del país y de sus urgencias más profundas. Los cuerpos legislativos nos dejan en el limbo frente a demandas sociales que, al final del día, son una cuestión de vida o muerte. ¿No es acaso vital el acceso a un servicio de salud digno y unas condiciones laborales que garanticen la dignidad? en este sentido, por supuesto que un camino democrático es recurrir a un mecanismo de participación como la consulta popular, para que todos los sectores de la sociedad puedan discutir y decidir el alcance de las normas y los propósitos comunes en aspectos neurálgicos para el bienestar de la vida y las relaciones sociales.
La consulta no será un camino fácil; estos procedimientos requieren grandes esfuerzos institucionales y, además, nos enfrentamos a grandes desacuerdos y puntos de vista contradictorios. Sin embargo, precisamente por eso, necesitamos abrir los espacios de debate y decisión. Es urgente desprivatizar la política, sacar las decisiones pendientes del círculo cerrado de pequeñas élites políticas y agendas corporativistas, superar el miedo, la violencia, la desinformación y las falacias que rodean nuestra democracia. Bienvenida la consulta popular, con todos sus riesgos.
Del mismo autor: Cali y el examen de nuestros prejuicios
-.
(function(d, s, id) {
var js, fjs = d.getElementsByTagName(s)[0];
if (d.getElementById(id)) return;
js = d.createElement(s); js.id = id;
js.src = «//connect.facebook.net/en_GB/all.js#xfbml=1»;
fjs.parentNode.insertBefore(js, fjs);
}(document, ‘script’, ‘facebook-jssdk’));
!function(f,b,e,v,n,t,s)
{if(f.fbq)return;n=f.fbq=function(){n.callMethod?
n.callMethod.apply(n,arguments):n.queue.push(arguments)};
if(!f._fbq)f._fbq=n;n.push=n;n.loaded=!0;n.version=’2.0′;
n.queue=[];t=b.createElement(e);t.async=!0;
t.src=v;s=b.getElementsByTagName(e)[0];
s.parentNode.insertBefore(t,s)}(window, document,’script’,
‘https://connect.facebook.net/en_US/fbevents.js’);
fbq(‘init’, ‘446647882874276’);
fbq(‘track’, ‘PageView’);