Hace 42 años, Pablo Tovar abrió el puesto de comida que heredó su hija y la porción de pizza solo cuesta $ 4.000 con gaseosa
en una mano y en la otra, la famosa, amada, salvadora e icónica porción de pizza que los acompañó sin falta en días buenos o malos durante al menos cinco años en la U. Ni protestas, piedras, gases lacrimógenos o paredes pintadas han acabado con Sara Valentina, la pizzería amada por estudiantes y transeúntes que, desde hace 42 años, encuentran el famoso puesto de comida junto al puente peatonal frente a la entrada principal de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá.

Con hambre y en medio de las carreras cotidianas para llegar a clase o subir a Transmilenio, los clientes hacen fila en el puesto de comida más famoso del sector para merendar, almorzar o cenar con una porción de pizza y gaseosa que cuesta 4.000 pesos. Las más apetecidas son la de pollo con champiñón y la hawaiana.
Por el precio, sabor y tradición, para cientos de estudiantes de la Nacho, comer pizza en Sara Valentina es todo un rito y el día de la ceremonia de graduación, no perdonan la foto del diploma
Cómo pasó Pablo Tovar de vender arepas a exitosas pizzas
Recuerdos de antes de que la pizzería Sara Valentina se ganara el corazón de los estudiantes de la Universidad Nacional, conserva también Pablo Tovar Angarita, quien en 1983 y junto a su esposa María Luisa Nova, puso un puesto de arepas en la calle porque quería tener un negocio propio, no depender de nadie, sacar adelante a su familia y subsistir en esta gran urbe.
En ese entonces, los esposos Tovar Nova, trabajaban a la par, codo a codo, todos los días y en forma incansable para lograr su propósito de posicionar la venta de arepas rellenas de jamón y queso, pollo y queso o solo de queso, a $ 700 para los futuros profesionales que saldrían de la Universidad Nacional.


Después de 19 años de madrugar con su esposa María Luisa, el negocio andaba sobre ruedas, tenía muchos clientes, pero Pablo Tovar se enfermó, se sentía muy cansado y pensó en vender el puesto de arepas, único sustento que tenía la familia.
En ese momento, uno de sus hijos, Norma Constanza Tovar Nova, tenía 22 años de edad y estaba recién graduada de Investigación Judicial y Criminalística en el Politécnico Nacional y como no tenía trabajo, le propuso a su papá que le dejara el puesto de arepas, pero él no aceptó porque creía que era mejor venderlo.


En 2005, después de intentar infructuosamente en el Inpec donde le exigían hacer un costoso curso de capacitación para ella que estaba sin un peso, logró convencer su papá de que le dejara el negocio de las arepas rellenas que ya en ese momento se vendían a $ 1.500 y $ 2.000 pero a los clientes ya no les gustaban.
Sin pensarlo mucho, con el apoyo de su novio en esa época, Norma tomó la decisión de cambiar, dejó de ofrecer arepas y comenzó a vender pizza de maíz, napolitana, jamón y queso, carne y hawaiana a $ 1.000 aprovechando la experiencia que tenía porque cuando fue estudiante trabajó en una pizzería de la Carrera 13 con Calle 49, en la Localidad de Teusaquillo pero no fue nada fácil.
Al comienzo, solo vendía 3 porciones al día, luego subió la cuota a 5 porciones, pero el negocio no pintaba bien pues era todo un día de trabajo desde las 10 de la mañana hasta las 7 de la noche y pasó tiempo para vender una rueda de pizza completa.
Estuvo a punto de tirar todo, buscar otra cosa qué hacer, pero se dio un plazo de 15 días y ¡oh sorpresa! le sonó la flauta porque tres semanas más tarde, vendió 6 ruedas de pizza, el negocio despegó y rápidamente llegó a vender 10 ruedas de pizza en un día.
Los estudiantes pidieron que le pusiera un nombre a la pizzería
En 2009, cuando la pizzería cumplió 4 años, los mismos estudiantes y mejores clientes, pidieron que le pusiera un nombre al negocio y Norma Constanza Tovar, en honor a su hija mayor, de 2 años de edad entonces, lo llamó pizzería Sara Valentina.
El negocio ya cumplió 19 años haciendo felices a los estudiantes de la Universidad Nacional, quienes representan el 90 % de los clientes que hacen fila para comprar una porción de pizza por $ 3.500 sin gaseosa, que excepcionalmente regala, pues bien sabe que a veces los estudiantes no tienen siquiera los $ 3.500 para mitigar el hambre con el pedazo de pizza y en otros lados, ese mismo combo puede costarles $ 7.000 y $ 8.000 e incluso el triple.


Este año, el plan de Norma es seguir vendiendo el pedazo de pizza con gaseosa en los mismos 4.000 pesitos. Abre la pizzería desde las 10 de la mañana, de lunes a viernes cierra a las 7 de la noche. Los días que más vende son los jueves a la hora del almuerzo y por las tardes al final de las clases.
Los jueves aparecen clientes de otros sectores de la ciudad y estudiantes de otras universidades como la Javeriana, la Distrital, Antonio Nariño y el Rosario. Aunque le han pedido que abra puestos en otros sitios, la pizzería Sara Valentina es única en la ciudad, atendida por su propietaria, plasmada en los recuerdos y fotos de grado de cientos de estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia.
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