El sicariato en Barranquilla sigue creciendo, vinculado a la pobreza, la debilidad en seguridad y el narcotráfico. Se necesita una solución integral
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El sicariato, lejos de disminuir, sigue siendo un problema creciente en Barranquilla, cuya dinámica delictiva ha generado desconcierto incluso entre los expertos en criminología. Este reto refleja una alarmante realidad social, marcada por el reclutamiento constante de jóvenes de bajos recursos económicos, quienes son incorporados como pistoleros a sueldo. Esta práctica, impulsada por factores estructurales y la debilidad de las estrategias de prevención, permanece sin una solución integral que permita su mitigación efectiva.
Un análisis criminológico señala que la debilidad en los sistemas de seguridad y la inteligencia estatal contribuyen a perpetuar esta problemática. La falta de control policial en zonas de alta actividad delictiva, junto con la proliferación de áreas criminógenas caracterizadas por el tráfico y porte de estupefacientes, facilita la comisión de hechos punibles. Además, el vínculo del sicariato con redes transnacionales, especialmente aquellas relacionadas con el narcotráfico, agrava el fenómeno al incluir la captación de sicarios provenientes de países vecinos, como Venezuela.
El impacto del sicariato no solo está relacionado con disputas territoriales y ajustes de cuentas entre organizaciones criminales, sino también con motivaciones personales como deudas económicas, celos y envidia. Estas dinámicas fortalecen la influencia de los grupos organizados que operan más allá de las fronteras locales, consolidando un desafío de escala global.
Para abordar esta problemática de manera efectiva, resulta esencial implementar estrategias que incluyan políticas preventivas, educativas y económicas. Los gobiernos deben priorizar la generación de empleo, el fortalecimiento de la educación y la creación de programas de ocio saludable que ofrezcan alternativas reales para los jóvenes vulnerables. Estas iniciativas, combinadas con una reforma legislativa integral que tipifique al sicariato como un crimen grave y refuerce las penas asociadas, son pasos clave para contrarrestar este flagelo.
Además, la cooperación internacional es indispensable, ya que el sicariato se ha transformado en un fenómeno transnacional que requiere esfuerzos conjuntos entre países para su erradicación. Al mismo tiempo, es fundamental un replanteamiento en las capacidades operativas de las autoridades locales, incluyendo mejoras en su movilidad y equipamiento, para garantizar una respuesta rápida y efectiva en contextos adversos.
En conclusión, el sicariato en Barranquilla refleja un problema complejo que combina factores sociales, económicos y estructurales. Solo a través de un enfoque integral y coordinado, que abarque la prevención, la represión y la cooperación internacional, se podrá reducir el impacto de este fenómeno y avanzar hacia una solución sostenible.
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