Durante 23 años Colombia borró la historia de las aulas, silenciando su pasado para perpetuar el poder y evitar pensamiento crítico en nuevas generaciones
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En Colombia, en el año 1994, de un solo plumazo fueron borradas las clases de historia en las aulas de escuela primaria y bachillerato. Esta importante asignatura dejó de existir como materia autónoma en 1984 y luego fue fusionada dentro del paquete de las Ciencias Sociales. Así fue, hasta 1994, cuando el gobierno neoliberal del presidente César Gaviria Trujillo (1990-1994) se le ocurrió la brillante idea de desaparecerla del pénsum académico. En el 2016, la entonces senadora Vivian Morales, mediante un proyecto de ley, propuso revivir la cátedra de historia como asignatura autónoma. En el año 2017 el presidente Juan Manuel Santos sancionó dicha ley y las clases de historia fueron restauradas después de 23 años de haber sido silenciadas.
El mutismo histórico fue un acto exprofeso, premeditado y arbitrario. Imagino que la idea tenía por objeto, que las siguientes generaciones hoy mayores de 30 años, desconocieran la realidad histórica de nuestro país plagada de racismo estructural, inequidades y guerra permanente como medio expedito para obtener cuotas de poder y mantener incólumes los eternos privilegios de unos pocos.
Las clases de prehistoria, historia de Colombia e historia Universal fueron borradas del pénsum por un periodo de 23 años de soledad.
¿Pero cuál fue el objetivo de esta perversa medida?
Dicen que los pueblos más felices son aquellos que desconocen su propia historia y Colombia es uno de ellos: un vasto sector de su población la desconoce y este desconocimiento hace que sea parte de nuestra felicidad adobado con fútbol permanente. Quien conoce la historía, no actúa igual, tiene pensamiento crítico, se subleva y puede resultar un gran problema para el régimen que nos necesita obsecuentes.
Que toda una generación desconozca su contexto histórico, era una necesidad primordial, para que una minoría siguiera manejando a su antojo, lo que siempre han considerado su finca llamada Colombia. Les encanta profundamente que los «Polo Polo» y los «Jota P» desconozcan la historía, los prefieren ciegos y que no identifiquen lo ocurrido, así sea la historía relativamente reciente. Ese desconocimiento es la estrategia para tenerlos de su lado, así sean negros, indígenas o mestizos.
Al establecimiento y a los poderes fácticos les preocupa que se conozca cuál era el sueño de Simón Bolívar respecto a la unidad de nuestra patria grande, les preocupa que se enteren que Colombia tuvo un presidente Negro 1861, así sea por seis meses, llamado Juan José Nieto Gil y que su imagen no hiciera parte de los óleos de expresidentes del Palacio de Nariño. En honor a la verdad la afrenta se corrigió: su imagen fue incorporada bajo el segundo mandato de Juan Manuel Santos.
Les preocupa que la historia nos cuente que en 1854 Colombia tuvo un presidente indígena llamado José María Melo que huyó a México, lucho a lado de los próceres de la revolución mexicana y finalmente fue fusilado en Chiapas. Hoy el presidente Gustavo Petro lucha para que sus restos sean repatriados.
A pesar de que la historia la narran los vencedores y la acomodan a sus intereses, les preocupa lo que ella revela. Les causa urticaria que se enteren de que a partir de 1886 a 1930 vivimos 44 años de hegemonía conservadora; 12 presidentes Conservadores seguidos. Causa preocupación que las nuevas generaciones se den cuenta de que vivimos 16 años de presidentes Liberales (1930-1946).
Y se podría seguir hablando del dominio bipartidista y de hechos históricos recientes como el indignante frente Nacional o alternatividad en el poder entre Liberales y Conservadores (1958-1974). El frente Nacional es la única forma de equidad negativa que conoció nuestra generación: se repartieron el poder durante 16 años Liberales y Conservadores.
Colombia desconoce el péndulo Político y la alternatividad en el poder, la historia reciente lo deja ver claramente. Siempre han sido los mismos, los que han cerrado los espacios al pluralismo político y esto fue una de las causas objetivas del surgimiento de subversión en los años 50 y 60; que con el tiempo e inducidos por los intereses políticos de su permanencia, se fueron degradando hasta perder todas sus convicciones, aunado a esto el mayor perturbador de la Paz en Colombia y que es la gasolina que atiza el fuego: el Narcotráfico.
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