La violencia en el Cauca es impulsada por el narcotráfico, la corrupción política y la inacción estatal, afectando a comunidades enteras y perpetuando el abandono
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¿La gente que vive del negocio del narcotráfico, qué tiene que ver con la violencia en el Cauca? Pues TODO, es la respuesta. Desde el cultivador, el raspachin, el procesador, el transportador, el traqueto el de la seguridad, el del mercado, toda esa cadena de personas está detrás de los grupos que ponen bombas, asesinan personas desarmadas, asesinan jóvenes, reclutan menores de edad, violan niñas y mujeres, extorsionan a campesinos y a pequeños comerciantes, afectan economías que soportan la vida de miles de familias pobres, como el turismo, el transporte, la agricultura, en fin, son una plaga que destruye al Cauca como a otras regiones de Colombia. Pero no es solo responsabilidad del guerrillo cobarde y matarife.
La demagogia política e institucional, siempre pone a los cultivadores de coca y marihuana como víctimas del abandono, unos pobres angelitos que solo pueden recibir subsidios y atención subsidiaria por parte del Estado por su situación de “pobreza”. Pero, ¿son tan realmente pobres y necesitados quienes se dedican a ese negocio? Porque, para estar en él se necesita plata y sus niveles de consumo no son precisamente en satisfacción de necesidades básicas, al contrario, es un consumo ostentoso, superfluo y dañino.
El Estado sabe quiénes son, en qué veredas viven, dónde compran, dónde estudian sus hijos, dónde los atienden en salud, pero prefiere pagar recompensa por los que ejecutan la violencia directa. Debería excluirlos de todos estos servicios y acorralarlos en su ignominia, pero claro, esto sería bien fascista y solo apoyaría el morbo de otros, igual de criminales e ignorantes como son los promotores de la extrema derecha. Es que se parecen muchísimo, incluso los objetivos y los resultados de su violencia termina beneficiándolos mutuamente… Sospechoso.
Vicepresidenta y ministra tuvo el Cauca, por primera vez en su historia, una mujer que simbolizaba la lucha por los derechos de los “nadies” de los excluidos, de las mujeres de los pueblos étnicos y rurales, de jóvenes y niños sin garantías para vivir, educarse, ni siquiera para soñar. Pero nos dimos cuenta de que era solo eso; un símbolo, un discurso cada vez más demagógico e ineficaz. Terminó haciendo nada porque su energía se fue en afianzar su propio emprendimiento de clientelismo.
Y es que todos los políticos del Cauca están en ese negocio, TODOS. Montar toda una cadena de empleados en puestos claves, desde el nivel nacional hasta el municipal, es la garantía de su negocio electoral. Y en eso la vicepresidenta le aprendió a los políticos con quienes se alió en el Cauca, muchos de ellos con alta experiencia y formación otrora adquirida en prestigiosas escuelas del clientelismo y la corrupción, como lo es cambio radical. Obviamente, el 99% de estos empleados del Estado son burócratas ineficientes, corruptos e incapaces. Y es así como un gobierno del cambio no puede, sino cambiar de nombre porque en el momento de responderle al pueblo termina siendo igual a sus detractores.
Entonces, detrás de las bombas, las extorsiones, los muertos, las violaciones, los reclutamientos, no solo está el guerrillo cobarde y enfermo, sino también toda esta pléyade de adefesios, toda esa plaga de hipócritas que exige sus derechos, pero le importan un bledo los derechos de los demás. Toda esa rémora de burócratas babosos e incapaces y sus políticos protectores, demagogos, ladrones y extremadamente estúpidos como para entender mínimamente “donde es que están parados”.
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