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Desde que se posesionó como presidente, Gustavo Petro anda buscando la forma de tenderle una emboscada a la democracia de Colombia.
Primero lo intentó a través de una asamblea constituyente, pero desistió al ver que convocar esa asamblea no solo era muy complicado sino que se le podía salir el tiro por la culata. Si la asamblea resultaba de mayoría oposicionista, perfectamente le podía revocar el mandato. Y no estaba dispuesto a correr ese riesgo.
Hasta que, como dijo Armandito Benedetti, el Congreso dio el “papayazo” de no aprobar la reforma laboral y Petro se encontró con una nueva oportunidad de emboscar a nuestra institucionalidad.
Esta vez, a través de una consulta popular que no tiene por fin que se aprueben los cambios en el régimen laboral, que el parlamento negó, sino crear un hecho político contundente, de cara a las elecciones del año venidero.
En un país con tradición abstencionista como el nuestro es prácticamente imposible lograr que salgan a votar los 14 millones de ciudadanos que se requieren para que ésta sea válida.
A pesar de que la preguntas están diseñadas para que la gente salga a votar y para que vote sí, alcanzar esa cifra de votantes es una utopía. Petro lo tiene claro, pero no le importa. El objetivo, insisto, no es aprobar ningún cambio.
Lo que se busca es calentar la maquinaria petrista para las presidenciales del 2026. Por lo cual la consulta, en apariencia, no tiene pierde. Si de milagro se logran los 14 millones de votantes, y gana el sí, como debe ser porque nadie se va a negar a que rebajen la jornada laboral, maravilloso.
Pero si Petro logra que salgan a votar seis o siete millones de ciudadanos y la mayoría la obtiene el sí, como debe ser dado el amaño de las preguntas, se apuntará un gran triunfo y generará la sensación de que el petrismo es imbatible. Seis o siete millones de votos son un muy buen plante para unas elecciones que se ganan con doce millones de votos.
El presidente puso en una dura encrucijada al Congreso. Votar no a la realización a la consulta sería otro papayazo para Petro.
Él, que como buen mamerto es experto en victimizarse incendiaría el país.
No creo que sea tan torpe de cerrar el Legislativo, pero sí prendería las calles proclamando que los políticos se interpusieron a sus intenciones de cambio.
Tendría una bandera poderosa pues su mensaje sería que en el 2026 no basta con elegir a un miembro del Pacto Histórico para sucederlo, sino que además hay que elegir un Congreso de mayorías petristas, que no se interponga en el camino del cambio.
Y si los congresistas votan sí a la aprobación de la consulta, se corre el riesgo ya mencionado de que Petro cree un hecho político clave para los comicios del 2026.
Una verdadera encrucijada. El Congreso tiene que escoger entre el cáncer y el sida. Cualquier decisión que tome tiene enormes riesgos.
Ante este panorama, creo que el mal menor, y el que debe seguir el Congreso, es avalar la realización de la Consulta.
La oposición también puede tomar ese certamen electoral como un ensayo de lo que va a ocurrir en el 2026. La derecha, el centro y el centro izquierda tienen que hacer causa común y hacerle entender a la gente que la mejor salida es abstenerse de salir a votar la consulta.
Lo que se proyecta como un triunfo para el petrismo, puede convertirse en una estruendosa derrota si apenas logra que dos o tres millones de colombianos salgan a votar ese día.
Abstenerse de votar la consulta es el mejor camino para salir indemne de la emboscada que le tendió el presidente a la democracia
Del mismo autor: ¿Es demasiado tarde para atajar las intenciones dictatoriales de Petro?
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