Opinión
Los departamentos caprichosos se sienten con derecho a tomarle el pelo a los magistrados de la Constitucional por los aguardientes, con mil millonadas de por medio
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Se completaron 4 meses, 120 días, desde cuando la Corte Constitucional autorizó la venta de aguardientes en todo el territorio nacional. El fallo fue comunicado públicamente en consonancia con los métodos modernos de difusión y por lo menos todos los tenderos y los bebedores de Colombia quedaron enterados en Antioquia, Valle y Cundinamarca que vender o tomar el Amarillo de Caldas, el Blanco del Valle y el tradicional Aguardiente Antioqueño no podrá seguir siendo nominado como delito rentístico. Por supuesto, como este país marcha a dos velocidades, una la real y otra la burocrática, ni la Corte Constitucional ha hecho la publicación de la totalidad de la sentencia (como si viviéramos en 1825) y las gobernaciones de Antioquia, Valle y Cundinamarca que perdieron el pleito en sala plena de la Constitucional se han encaprichado en no firmar la autorización de comercialización que automáticamente origina el impuesto de consumo a cada botella.
La mil millonada que esos tres departamentos, vencidos en juicio por la Corte pierden, es muy grande.
Como el pueblo es sabio y va al ritmo real, esos aguardientes se consumen hoy libre y masivamente porque a más de salir más baratos, no hay máquina coercitiva que salga a perseguir lo que ya está autorizado. Pero la mil millonada que esos tres departamentos, vencidos en juicio por la Corte pierden, es muy grande. Se supone que por cada millón de botellas que los tres dejen de cobrar, por puro capricho de malos perdedores, es una suma cercana a 17.000 millones. Por supuesto nadie puede acusar a las Oficinas de Rentas de esos departamentos por no aceptar el fallo sin habérselos comunicado en papel sellado del siglo XIX porque la realidad ahora se mide con IA y la burocracia transita todavía en mula. Pero si el ministro de Salud le mama gallo de frente a la Corte Constitucional con los pagos ordenados a las EPS, los departamentos caprichosos se sienten con derecho a tomarle el pelo a los magistrados de la Constitucional por los aguardientes.

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