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La acción política en Colombia es pura hipocresía. Llegó el momento de sincerarnos. El presidente Petro dejó instalado en la conciencia nacional lo que la izquierda histórica, desde la época del liberalismo radical, ha levantado por muchos años: la necesidad de reformas estructurales antes que la revolución. Y la derecha histórica, liderada por el expresidente Uribe y agenciada por sus seguidores francos o tibios, digamos Santos, Gaviria y demás, han construido un muro político e institucional contra las reformas y enarbolan la contrarrevolución como arma de última instancia, con todas las formas de lucha.
Lo dicho es obvio, pero cabe detallarlo.
Cuando el sector de la derecha tumba en el Senado la propuesta de Consulta Popular y sale a celebrar, no se regocija por haber evitado la ley de Reforma Laboral. Mentiras. Celebran porque demuestran la capacidad de seguir bloqueando el conjunto de reformas que encarna el primer Gobierno de izquierda en Colombia, tanto la reforma laboral como la agraria, de la salud, la educación, la justicia, la tributaria, de pensiones, etcétera. Y celebra que si el Gobierno Petro no puede mostrar realizaciones concretas de transformaciones estructurales, pues de seguro el pueblo en el 2026 no reelegirá el mandato del Pacto Histórico y al candidato que decida Petro. La derecha sueña que los electores dirán, “siguió todo lo mismo, hasta la corrupción y la violencia”, para qué improvisar, volvamos al pasado.
Y tampoco es cierto que la izquierda se juegue el todo por el todo en la reforma laboral. Ese es apenar el “florero de Llorente”. Encarna un hito, sí, pero está claro que más importan la reforma agraria, de la justicia y un largo etcétera, hasta la nueva estructura institucional del Estado con la Ley de Competencias y la descentralización.
Estamos frente a dos proyectos de nación y de ordenamiento institucional que se juegan el favor popular. Eso está claro, pero se discute con hipocresía.
Al proyecto de reformas estructurales se oponen, con todos los fierros y los recursos financieros, los gremios empresariales, los grandes medios de comunicación, los muchachos neoliberales en tránsito a la tecnocracia internacional, las élites rentistas y acomodadas que mercan en Miami, las rancias burocracias incrustadas en los ministerios y entidades adscritas o vinculadas, el clientelismo parlamentario, nacional o regional, financiado por patrones terratenientes y rentistas, y claro, algunas almas perdidas enclaustradas en sectas religiosas como el MIRA.
En el campo de la izquierda y el progresismo propulsores de las reformas, militan desde las antiguas burocracias sindicales, urbanas y rurales, movimientos étnicos rejuvenecidos, como jóvenes y sectores populares, más acostumbrados a protestar y a resistir que a gobernar y construir. Los partidos en que se agrupan las izquierdas son aún descreídos de los “manes” y las lides parlamentarias, y algunos de sus cuadros están en la nueva burocracia estatal, aprendiendo a lidiar con la “ías” y las leguleyadas paralizantes. Algunos incluso son presa de las tentaciones de la corrupción que permea lo público y de las amenazas de la jauría dominante.
En los Cabildos Abiertos que ha convocado el presidente Petro no solo se debatirá la reforma laboral
Estos son los temas que se debatirán, de seguro, en los Cabildos Abiertos que ha convocado el presidente Petro. No solo la reforma laboral.
Creo que la democracia colombiana está creciendo. Al debate sobre las reformas y las contrarreformas estructurales no están convocados los actores armados. Los elenos y las múltiples disidencias hace tiempo quedaron entrampados en el morbo de la guerra y de sus fuentes de financiación. Y las Fuerzas Armadas están respetando la institucionalidad.
Las reformas estructurales en cuestión son para evitar la revolución y la contrarrevolución. Son para realizar los cambios dentro de la institucionalidad.
Bienvenido el debate político abierto, con menor hipocresía, mayor participación de la democracia directa y sin violencias. La Consulta Popular es apenas el inicio de un nuevo proceso constituyente donde los colombianos debemos construir nuevos consensos, antes que reembarcarnos en la tragedia de la revolución y la contrarrevolución.
Del mismo autor: Imperfecta, nuestra democracia crece y se reinventa
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