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Todos los gobernantes, sin excepción, tienen un ‘colaborador’ que les hace el trabajo sucio. El que se encarga de meterse en las cloacas de la política, sin que su patrón se dé por enterado.
Es conocida la anécdota de Ernesto Samper, contada en su momento por Pacho Santos, tras los ajustados resultados de la primera vuelta presidencial en 1994 y ante la difícil situación financiera de la campaña para enfrentar la segunda vuelta.
Según Pacho, Fernando Botero, gerente de la campaña, le dijo al candidato que había una forma de conseguir plata con unos “amigos” de Cali, pero que la gestión tenía sus riesgos. “Hagan lo que haya que hacer, pero sin que yo me entere”, dijo el entonces candidato, haciendo gala de su conocido cinismo.
Con esa instrucción, Botero procedió a contactar a don Miguel y a don Gilberto quienes, con sus socios le hicieron una generosa donación de 7 millones de dólares a la campaña Samper presidente. En esa campaña, Botero era el encargado de hacer el trabajo sucio. Y lo hizo bien.
Claro que Botero, al lado de Armando Benedetti, era un aprendiz. Benedetti, a quien Petro llevo al Ministerio del Interior con el claro interés de que hiciera el trabajo sucio para conseguir la aprobación de las iniciativas oficiales, es un maestro en el arte de moverse entre las alcantarillas de la política.
Benedetti es muy útil para desempeñar esa labor fétida porque carece de cualquier principio y de la más mínima noción de la ética: le jala a lo que sea a cambio de una buena recompensa.
Armandito perteneció al partido Liberal, al uribismo, al santismo y ahora milita en el petrismo. Pero no es uribista, ni liberal, ni santista ni petrista. Él como Fouché, el tristemente célebre personaje de la Revolución Francesa, pertenece al partido de las mayorías. O sea, al que gana las elecciones.
Benedetti tiene una característica que lo diferencia de los otros personajes que hacen esa tarea sucia. Estos suelen seres en apariencia impolutos, de lenguaje cuidado y de un comportamiento en apariencia intachable. Tipo Roy Barreras.
En cambio, Armandito es un desastre como ser humano: drogadicto confeso, misógino, maltratador de mujeres, imprudente, vulgar. Eso sí, todos esos defectos los oculta tras una simpatía arrolladora.
Tipos como Benedetti le hacen un daño inmenso a la imagen de la de por sí muy desprestigiada clase política. Para muchos el actual Ministro del Interior hace lo mismo que todos los políticos. Solo que lo hace de frente.
Benedetti puede ser todo lo desastroso que quieran pero se le reconocía su habilidad para tratar a los políticos y para manejar el Congreso.
Pero esa capacidad, con el hundimiento de la Consulta Popular, quedó en duda. Sin duda Cuando Petro lo nombró ministro, la principal misión que recibió fue lograr la aprobación de esa consulta en el Congreso.
Y él movió cielo y tierra para lograrlo. Repartió generosa mermelada a los liberales, conservadores y los miembros del partido de la U. Y estaba convencido de que con ese derroche de mermelada la Consulta estaba aprobada.
El Fouché currambero cometió un error craso: subestimar la astucia de políticos veteranos como Efraín Cepeda, presidente del Congreso
Y Fincho se sacó de la manga una carta que ni Armandito ni nadie tenía en sus cuentas: revivir el proyecto de reforma laboral que había hundido la Comisión Séptima del Senado.
Con esta hábil jugada, el Gobierno se quedó sin el argumento principal para promover la consulta: precisamente, el hundimiento de esa iniciativa en el Congreso.
No sabemos si Armandito estaba bajo los efectos de alguna de las drogas que ha admitido consumir, lo cierto es que cuando se dio a conocer la derrota de su iniciativa bandera, se salió de la ropa y casi agrede al secretario del Senado. Cómo será que María José Pizarro, que no es propiamente la madre Teresa de Calcuta, tuvo que intervenir para que no cometiera una estupidez.
Cuando observo todo lo que ha pasado con Benedetti recuerdo aquel famoso axioma de Antanas Mockus: “en política no todo vale”. Por muy hábil que sea para manejar a los políticos, depositar la confianza en un personaje tan nefasto de seguro acarrea más problemas que beneficios.
¿Será que Petro ya se enteró de esa realidad?
Del mismo autor: La emboscada que Petro le tendió a la democracia colombiana
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