También fue la primera biblioteca pública de América Latina, ubicada en un bello edificio diseñado por el arquitecto Alberto Wills Ferro en el barrio Las Nieves
A veces, la historia no se escribe con espadas ni guerras como estamos acostumbrados, sino con páginas de libros, hojas que sobreviven al tiempo y al olvido. Así ha sido la historia de la Biblioteca Nacional de Colombia, una institución que cumple 249 años resguardando la memoria de un país que se caracteriza por no tener memoria. Fue además la primera en Colombia y la primera pública en América Latina.
Fue un 9 de enero de 1777 cuando el virrey Manuel Guirior, obedeciendo la orden de expulsión de los jesuitas dictada por Carlos III en 1767, tomó los libros abandonados por estos religiosos e inició lo que entonces se llamó la Real Biblioteca. Era apenas una colección de 4.182 volúmenes, la mayoría en latín, de teología, filosofía y derecho. Sin saberlo, ese gesto sentó las bases de la primera biblioteca pública del continente americano.

Desde entonces, la Biblioteca ha sido testigo de las guerras de independencia, de las dictaduras, las reformas, los conflictos civiles y los cortos periodos de paz. A lo largo del siglo XIX, la Biblioteca sobrevivió como pudo. Fue trasladada en varias ocasiones y estuvo a punto de desaparecer en más de una ocasión. Pero siempre hubo alguien, un bibliotecario, un poeta, un académico, que se negó a dejar que muriera. En 1938, bajo la presidencia de Alfonso López Pumarejo, la Biblioteca encontró por fin un hogar estable: el edificio diseñado por el arquitecto Alberto Wills Ferro en el barrio Las Nieves de Bogotá, una construcción sobria y moderna que fue declarada Monumento Nacional en 1975.
Una patria hecha de papel: cómo está actualmente la Biblioteca Nacional
Hoy, ese edificio no solo alberga libros, es un archivo vivo de la nación. En sus estantes reposan más de dos millones de ejemplares, entre ellos verdaderos tesoros bibliográficos. Se pueden encontrar ediciones únicas como Los Cuatro Libros del Amadís de Gaula de 1539, o la primera edición de las Novelas ejemplares de Cervantes de 1613. También manuscritos autógrafos de escritores colombianos, periódicos del siglo XIX, mapas coloniales, grabados, carteles de cine y hasta partituras.
A pesar de su riqueza, la Biblioteca sigue siendo desconocida para buena parte de los colombianos. No es raro que, en medio de la avalancha digital, esta institución se perciba como una reliquia nada más. Sin embargo, eso está muy lejos de la verdad. En los últimos años, la BNC ha dado pasos firmes hacia la modernización y la apertura. Ha digitalizado miles de documentos que ahora pueden consultarse en línea, y lidera el Plan Nacional de Patrimonio Bibliográfico y Documental 2021-2030, una estrategia para proteger la memoria escrita de Colombia desde lo local, con bibliotecas aliadas en departamentos como Nariño, Santander, Bolívar y Amazonas.


En su interior, equipos multidisciplinarios, historiadores, archivistas, restauradores, ingenieros, trabajan en la catalogación, conservación y divulgación de un patrimonio tan frágil como valioso. Son los custodios invisibles de una memoria que no se mide por clics ni trending topics, sino por el eco que deja en quienes se atreven a detenerse y escucharla.
Las exposiciones exitosas y sus 249 años
Recientemente, la Biblioteca ha logrado atraer nuevas miradas gracias a iniciativas que acercan el pasado al presente. En 2024 se inauguró una exposición inédita sobre Gabriel García Márquez, que reúne 450 documentos donados por su familia, entre manuscritos, primeras ediciones y objetos personales que trazan un mapa emocional de su obra. También se publicó por primera vez Juan Gil, una obra de teatro escrita por José Eustasio Rivera en 1912 y redescubierta en 2021. La publicación de este texto inédito es una muestra de que, incluso después de un siglo, la Biblioteca todavía tiene secretos que revelar.
Hoy, mientras se celebran sus 249 años, la Biblioteca Nacional vive un momento de transición. Por un lado, lucha por mantenerse vigente en un mundo acelerado que privilegia lo digital. Por otro lado, enfrenta desafíos estructurales como el financiamiento, la actualización tecnológica y la necesidad de ampliar su impacto fuera de Bogotá.
La Biblioteca Nacional de Colombia no es solo un edificio lleno de libros antiguos. Es un lugar donde habita el alma del país, con todas sus contradicciones, sus luchas y sus sueños. Es la voz de quienes ya no están y el testimonio de lo que fuimos, lo que somos y lo que aún podemos ser.
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