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Todos recordamos cuando nuestros mayores paraban de hablar y nos pedían salir del recinto para ellos avanzar con lo que creían que eran conversaciones de adultos. Lo hacían en su sincero entendimiento de que era para nuestra protección.
La Asociación Distrital de Profesionales de la Educación de Bogotá, que reúne a los maestros da la Capital, decidieron no participar en el paro convocado por el gobierno para hoy y mañana.
Pero no habrá clases para lo niños. Los menores y sus padres deberán asistir a los colegios y ahí participar en reuniones pedagógicas y estudiar cartillas que los maestros han preparado para ilustrarlos sobre lo que ese sindicato cree de las preguntas que el Gobierno ha dicho que presentaría a consideración de los colombianos.
Hemos sido testigos del excelente trabajo del Alcalde Galán y sus secretarios Segovia y Angulo para proteger a los niños. Pero, por si no fuera ya suficientemente exótico un paro convocado por el Gobierno mismo, en este escenario de muchas cosas, cada una más preocupante que la otra, sucederán y se dejará un antecedente grave:
Se estarán utilizando las aulas para hacerle proselitismo a una visión de una propuesta política que se estará debatiendo. Una que aún ni siquiera se podría legalmente estar discutiendo.
Es claro que a lo menores no se les debe influir políticamente. En ningún sentido y por parte de nadie. La decisión del Estado de dejar a los menores fuera de los asuntos políticos hasta que cumplen 18 años es el reconocimiento que se trata de personas cuyo desarrollo aún se está dando y que, por lo tanto, son particularmente vulnerables. Lo que corresponde para protegerlos, es no inmiscuirlos.
Como todos lo recordamos, ir al colegio es obligatorio. Los menores de edad no pueden decidir si ir o no. En la medida que no harán paro, no hay excusa para dejar de asistir a lo que deberían ser clases. La circunstancia que se vayan a cambiar las cátedras regulares por pedagogía sobre lo que algunos creen de la eventual consulta, no es una excusa válida.
Las instalaciones de los colegios del distrito son bienes públicos destinados a la educación de menores. En ese orden de ideas y con todo el respeto por la libertad de expresión de nuestros maestros, no es claro que esas aulas puedan ser usadas para el propósito que lo harán hoy.
Las madres y padres de los niños que asisten a esos colegios, depositan en los maestros la mayor confianza posible, al entregarles a ellos lo mas preciado de su vida: sus hijos. Todos los que somos padres conocemos lo delicado que puede ser tener una confrontación con los profesores de sus hijos. En ese sentido, ¿Quiénes de esos padres van a tener una verdadera posibilidad de negarse a ir? O más delicado oponerse a que sus hijos tengan que asistir y participar.
Si en el Congreso de la República se aprobara que todas o algunas de esas preguntas se pusieran a consideración de los colombianos, la más mínima noción de equidad y democracia exige que los promotores del SÍ y los del NO o la abstención de la consulta popular de este gobierno cuenten con las mismas herramientas para explicar su creencia y los sustentos. Hoy y mañana en las escuelas de la Capital eso NO estará pasando. Los más vulnerables de nuestra sociedad, lo mas precioso de nuestra gente, los más delicados de todos nosotros sólo estarán escuchando una versión.
No tengo ninguna duda que los maestros, en su corazón, creen que lo hacen por el bien de todos y que si recapacitan entenderán que no. Todos los colombianos adoramos a los niños de nuestro país. Como dice Chuck Mangione, en su canción para los Hijos de Sánchez, “son los hijos de nuestra humanidad”. Pongámoslos por sobre nuestras diferencias y protejámoslos.
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