La protesta pacífica no fracasó; lo que falló fue el intento de criminalizarla. Sin violencia, el paro evidenció madurez política y rompió la narrativa del caos
Por: Stella Ramirez G
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
¿Fracaso? ¿De quién y para qué? La ultraderecha y los medios hegemónicos califican de “fracaso” el paro convocado por las centrales obreras y movimientos de derechos humanos, entre otros, como apoyo a las reformas presentadas por el gobierno ante el -desacreditado congreso-.
Lo repiten en titulares, en redes, en editoriales llenos de desdén. Pero cabe preguntar, sin ánimo de complacer: ¿el fracaso será porque no hubo personas fallecidas? ¿O porque no hubo bienes del Estado destruidos? Cuando la protesta transcurre sin muertos ni incendios, sin enfrentamientos con la policía, sin imágenes espectaculares para alimentar la narrativa del caos, ciertos sectores se sienten defraudados.
Esperaban el desorden, porque solo el desorden les permite justificar su desprecio por el derecho a la huelga, a la marcha, al reclamo. Sin vidrios rotos ni carros volcados, se les desarma el relato.
Para ellos, una manifestación pacífica es una molestia irrelevante. Una sin muertos, una sin fuego, una sin estridencia, no cuenta. El éxito de la protesta, en esa lógica perversa, se mide no por la claridad de sus demandas, ni por la dignidad de su despliegue, sino por la cantidad de sangre que permita condenarla.
Entonces, ¿quién fracasa realmente cuando la ciudadanía protesta sin violencia, con firmeza y argumentos? ¿Fracasan los trabajadores organizados, o fracasa el intento de criminalizar el disenso?
¿Fracasa el paro, o fracasa la expectativa morbosa de quienes lo deseaban sangriento para poder atacarlo con más comodidad?
Tal vez lo que les duele no es el número de asistentes, (no es una marcha, es un paro) sino la madurez política que empieza a vislumbrarse. Y eso, para quienes viven de infundir miedo, sí que es aterrador.
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