De un garaje en Bogotá a 18 puntos de venta y cientos de empleados. La historia de cómo creció el restaurante y conquistó a los colombianos con pescado crudo
En 2016, Camilo Obregón e Isabella Fernández, una pareja de emprendedores colombianos, no solo se comprometieron en matrimonio, también firmaron un pacto empresarial: crear una empresa juntos. Lo sellaron con tinta sobre una servilleta, sin imaginar que esa promesa daría origen a una de las marcas más reconocidas de comida saludable en Colombia: Poke.
La idea no surgió en una sala de juntas. Fue un simple video de WhatsApp el que cambió su rumbo. Una amiga les compartió una grabación sobre un restaurante de poke en California, y ambos identificaron de inmediato una oportunidad. Este plato hawaiano, una mezcla de pescado crudo, arroz y vegetales, ya estaba ganando popularidad en ciudades estadounidenses, y vieron que Bogotá podría ser el siguiente escenario para esta tendencia.
Con ayuda de amigos arquitectos y diseñadores, y mucha improvisación, abrieron su primer punto de venta en un garaje de 17 metros cuadrados en la calle 81 de Bogotá. La falta de visibilidad o espacio no los detuvo. En cambio, la recursividad y la pasión se convirtieron en ingredientes clave del proyecto. Durante varios jueves hicieron pruebas con amigos, ajustando recetas y mejorando procesos. “A veces salían mal, pedíamos domicilios de ingredientes, pero nuestros amigos siempre decían: ‘Esto está muy rico’”, recuerda Isabella.
El éxito de Poke que hoy los lleva muy alto
Ese espíritu emprendedor, basado en la prueba, el error y el aprendizaje, los llevó a consolidar Poke como una marca destacada en el sector gastronómico. Hoy, cuentan con 18 puntos de venta en Bogotá y Medellín, un equipo de 180 personas y una estrategia de crecimiento sostenida y bien pensada.
Uno de los grandes aciertos del modelo de negocio ha sido su apuesta por tener varios canales. Alrededor del 50% de sus ventas provienen de plataformas de domicilios como Rappi, lo que, en palabras de Camilo, equivale a duplicar su presencia sin necesidad de abrir más locales físicos. “Las apps nos permitieron hacer en años lo que otras marcas hicieron en décadas”, afirma.
La digitalización no solo les permitió crecer, sino también adaptarse a los nuevos hábitos de consumo. Además de Rappi, también desarrollaron sus propios canales de entrega, abandonaron el modelo de dark kitchens y ampliaron su menú: desde opciones veganas hasta barras de sushi, con el objetivo de cubrir distintos momentos del día. “Poke es más de día, el sushi de noche”, explica Camilo, mostrando la lógica detrás de esa diversificación.
Pero el camino no ha estado exento de retos. En 2018 ingresaron a la red de emprendedores Endeavor, lo que les exigió redefinir su propuesta de valor y profesionalizar aún más su operación. Gracias a esa red, han recibido mentorías de consultoras como BCG, visitas de MBAs de Harvard y formación ejecutiva en la Universidad de Columbia.
Más allá de vender comida, Isabella afirma que buscan aportar al bienestar de sus clientes con productos frescos, sin aditivos y elaborados artesanalmente. Coherencia y propósito son valores que atraviesan toda la estructura de la empresa.
Con casi una década en el mercado, la competencia ha aumentado, pero también su ambición. La pareja sueña con llevar Poke más allá de las fronteras colombianas. “Queremos que Poke conquiste el corazón de los colombianos y trascienda fronteras”, dice Camilo. Aunque reconoce que internacionalizar una marca de restaurantes colombiana es un reto complejo, cree que el concepto tiene un potencial global, especialmente por su conexión con las tendencias de alimentación saludable.
Lo que empezó como una idea compartida entre pareja hoy es una empresa sólida, con impacto social y económico. Y aunque ya han recorrido un largo camino, ambos saben que el verdadero éxito radica en seguir aprendiendo. “Uno de nuestros valores es aprender desde la humildad, escuchando a nuestros clientes y colaboradores”, concluye Camilo.
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