Pese al llamado a la abstención, Maduro consolidó su poder en elecciones regionales, en medio de señales de recuperación económica y menor respaldo opositor
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Más bien parcos estuvieron los medios al informar sobre lo ocurrido en las elecciones venezolanas del pasado domingo. Allí se eligieron los 285 integrantes de su Asamblea Nacional, los 23 gobernadores tradicionales, más uno inédito, el de la Guyana Esequiba, y los equivalentes a nuestros concejales y diputados.
Tal vez una de las razones de ese poco esmero informativo esté relacionada con las dificultades que encontraron para explicar el triunfo de Nicolás Maduro, evidenciado en la nueva composición de todos los organismos de elección popular que se renovaron y de las autoridades regionales que se eligieron, y en el haber logrado desmontar los discursos de la oposición, según los cuales el favoritismo popular estaría en manos de María Corina Machado y que ello se traduciría en la desbordada abstención a que ella había convocado.
En efecto, si fuera tan cierto que esta señora es quien mueve los hilos de la voluntad popular, lo lógico habría sido que su llamado a la abstención hubiera contado con un respaldo de proporciones cercanas a su presunta influencia electoral, falsamente demostrada mediante unas actas de las pasadas elecciones presidenciales, auditadas por nadie, que daban supuesta cuenta de una votación superior al 70 % a favor de su candidato Edmundo González.
Lo cierto es que la abstención del domingo, que realmente fue alta, pues llegó al 56,82 %, ni siquiera alcanzó los niveles presentados en las presidenciales del 2018, que fue del 68 %, ni en las parlamentarias del 2020, que marcaron un 69 %. Y si se la compara con la abstención del 42,1 % que se dio en las presidenciales del 2024 -las supuestamente ganadas por Corina y Edmundo-, la diferencia apenas sí es de un 14,72 %. ¿Será este porcentaje la medida verdadera de la influencia política que hoy tienen Corina y sus demás conmilitones?
Me temo que sí. Y que ello es el resultado de su actuar, más proclive al imperialismo y a su querer retornar a un pasado en el que pervive el horripilante recuerdo del Caracazo de 1989.
Pero es también consecuencia del mejoramiento de las condiciones de vida de los venezolanos, del cual da cuenta un informe del PNUD con corte al tercer trimestre de 2024 y que muestra un crecimiento económico promedio superior al 6 % en los últimos tres años, una tasa de cambios con el dólar a 70 bolívares, una superación de la inflación galopante, del desempleo de dos dígitos y del desabastecimiento, que fueron causantes de la diáspora de todos conocida. En síntesis, consecuencia de un mejoramiento macroeconómico que ha sembrado una más realista esperanza de mejoras en los hogares venezolanos.
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