Obsesionado por defender su nombre, el ministro del interior Armando Benedetti se fue con toda la artillería contra quienes se han expresado negativamente sobre él, quienes, según Benedetti, ameritan ser judicializados por el delito de injuria y calumnia por atreverse a vulnerar su honra. Benedetti ha salido con todo el arsenal legal que tiene a su alcance: son en total 25 las denuncias penales ante la Fiscalía y la Corte Suprema de Justicia, así como un montón de quejas disciplinarias contra excompañeros de gabinete y del alto gobierno, periodistas y congresistas. Una cruzada que, para muchos, refleja el estilo directo y sin filtros del Ministro, y para otros, un intento intimidatorio de silenciar la crítica.
Una de las denunciadas es la representante Jennifer Pedraza, del partido Dignidad y Compromiso, quien ha sido una voz crítica del gobierno Petro desde su llegada al Congreso en marzo de 2022. En mayo pasado, Pedraza publicó un video en Instagram en el que, entre risas e indignación, dijo: “Benedetti es tan descarado que es capaz de pedir en los sobornos rebaja, que se lo difieran a cuotas y que se lo entreguen en efectivo para evitar el IVA”. La frase se volvió viral. El video fue compartido por miles, incluido el exalcalde Sergio Fajardo, quien calificó a Benedetti como “el máximo representante del clientelismo y la corrupción”. El periodista Daniel Samper Ospina, en su habitual tono sarcástico, también salió a respaldar a Pedraza y a otros críticos.
Toda mi solidaridad con @JenniferPedraz, que además ha resultado una congresista ejemplar. https://t.co/fldI3B4E7N
— Daniel Samper Ospina (@DanielSamperO) June 5, 2025
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Benedetti estalló de rabia. Su respuesta no se hizo esperar. Puso al joven abogado Juan Sebastián Pulido Molina a liderar esta veintena de demandas y a redactar denuncias, solicitudes, memoriales y tutelas. Parece que el mensaje es directo, quien hable de Benedetti sufrirá consecuencias. Para el Ministro su nombre no es una anécdota: es un campo de batalla.
Su reacción más feroz, sin embargo, ha sido contra sus compañeros de gabinete. En el primer consejo de ministros televisado que dejó a medio país con la boca abierta el pasado mes de febrero, Benedetti llegó con aires de superioridad, estrenando su rol de jefe de gabinete como si fuera un general recién ascendido.
Susana Muhamad, entonces Ministra de Ambiente, lo confrontó en vivo por presuntamente ser un maltratador de mujeres. La acusación de la entonces ministra tendría fundamento en su historial de consumo, alcoholismo y agresiones que quedó en evidencia por al parecer haber golpeado y amenazado con un cuchillo a su actual esposa, Adelina Guerrero Covo, en Roma mientras él era Embajador ante la FAO en Roma, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, un cargo que se encontraba sin doliente desde 1999 porque el entonces presidente Andrés Pastrana consideró que no era necesario y las funciones podían quedar bajo la batuta del Embajador en Italia, pero que el presidente Petro entregó a Benedetti en mayo de 2024.
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Armando Benedetti demandó a la ministra Muhamad a quien Petro no solo le aceptó la renuncia protocolaria, sino que también no le cumplió con el cargo que le prometió: dirección del Departamento de Planeación Nacional en reemplazo de Alexander López y el que el Presidente prefirió a Natalia Molina, una joven petrista con militancia, pero escasa formación técnica
El Ministro del Interior también demandó a Juan David Correa, entonces ministro de Cultura, quien semanas después del polémico Consejo de Ministros renunció afirmando que “no podía estar sentado al lado de un hombre denunciado por maltrato a mujeres”. Ambos fueron denunciados penalmente por Benedetti.
Los casos se han ido acumulando desde entonces y el tono ha ido subiendo también. Luis Carlos Reyes, exdirector de la DIAN y exministro Comercio, está en la lista por afirmar que Benedetti le pidió puestos en cargos clave. En esta batalla también salió a relucir el nombre de Adelina Cobo, suegra de Armando Benedetti, a quien Reyes acusó de pedirles puestos para cercanos a ella y a Benedetti en la DIAN de Cartagena y Barranquilla. Adelina Cobo fue clave para la campaña del Pacto Histórico en el departamento de Bolívar donde asegura haberle puesto 500 mil votos a Gustavo Petro sin recibir nada a cambio pues, aunque su nombre sonó para la Embajada en Italia, dado su experiencia como historiadora, el presidente terminó nombrado a Liggia Quessep, amiga de infancia de Sincelejo de la primera dama, Verónica Alcocer.
En la lista negra de Benedetti siguió Iris Marín, defensora del Pueblo y quien habló en una entrevista de lo que Benedetti hizo en Madrid mientras era Embajador en la FAO fue un “intento de feminicidio”. Por su parte, Federico Gutiérrez, alcalde de Medellín, llamó a Benedetti corrupto y politiquero. Y así, en una cadena interminable de palabras y pantallas, Benedetti ha ido armando un tablero lleno de acusaciones y demandas.

Los nombres son variados y notables. En aquella lista están Catherin Juvinao, Katherine Miranda, Carolina Giraldo, Marelen Castillo, Julia Miranda y Lina María Garrido. Todas ellas congresistas firmaron una carta rechazando su nombramiento como Ministro del Interior. “Perpetúa la misoginia, el maltrato, la violencia de género”, escribieron. En sus redes sociales lo llamaron “maltratador de mujeres” y “patán”. Benedetti respondió con denuncias para cada una. Uno de sus asesores afirma que “por cada tuit contra él hay un radicado en la Fiscalía o en la Corte Suprema de Justicia”.
Periodistas también figuran entre los blancos de su furia legal. Camila Zuluaga lo llamó “bandido” e “impresentable”. Daniel Coronell ha dicho que Benedetti es “borrachín conocido” y “funcionario incumplido”. El columnista Hernando Llano habló de “gobierno de ineptos y ladrones”. Sebastián Nohora escribió que era “maltratador”. Luz María Sierra, directora de El Colombiano, dijo que su designación buscaba “comprar congresistas” y representaba la “degradación” de la política.
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Daniel Coronell tiene un segundo capítulo en la lista de Benedetti por decir en otra oportunidad que negociaba el silencio de un testigo, en referencia a un audio publicado por Yohir Akerman en su columna “El ministro en fuga”. Francisco Santos, exvicepresidente, aseguró que Petro terminaría “metiendo a Benedetti a la cárcel”. Y Jennifer Pedraza, como ya se mencionó, usó la ironía para insinuar que Benedetti hasta pedía cuotas en los sobornos. Pedraza es una de las voces más críticas. La representante recordó que el ministro tiene 7 investigaciones penales activas y ha dicho también —en respuesta a las decenas de denuncias que él ha colocado— contra Benedetti debería estar rindiendo cuentas y no denunciando a congresistas y de frente ha dicho que sus denuncias se convierten en una amenaza judicial.
Una pelea casada con la vicepresidenta Francia Márquez
Francia Márquez no vaciló en demostrar su desconcierto y molestia contra la figura de Benedetti en aquel Consejo de Ministros. No es un secreto su ruptura con la Casa de Nariño, que se ha instalado en el Valle del Cauca para tomar participación propia con su gente y en su tierra, lejos del Presidente quien le aceptó la carta de renuncia al Ministerio de la Igualdad, nombrando en su reemplazo al activista y líder afro, Carlos Rosero.
Además de decirle a Benedetti que no se sentaría en una misma, Francia Márquez fue denunciada por el Ministro por sus palabras una entrevista con la BBC donde afirmó que “no podía guardar silencio” frente a las denuncias por violencia contra mujeres relacionadas con Benedetti, un ministro tiene decenas de peleas cazadas, una de ellas con la actual Canciller, Laura Sarabia, quien empezó en la política como empleada suya en su Unidad de Trabajo Legislativo cuando Benedetti era senador por el partido de la U.
A todos les ha llegado su turno: Andrés Forero, por hablar de presiones a funcionarios para asistir a marchas; a El Tiempo, por vincularlo con el “zar del contrabando”; Ángela María Buitrago, por denunciar injerencias en su ministerio; Ernesto Yamhure, por insultos encadenados como “ampón”, “cafre”, “malnacido” y “comprador de operadores judiciales”; Jorge Eduardo Espinosa, por una interpretación radial de unos audios que el propio Benedetti califica como “sacados de contexto”; y a Juanita Gómez, por replicar lo dicho en la revista Cambio sobre la testigo clave del caso Fonade.
Esta guerra jurídica tiene el sello Benedetti: estridente, desbordada, frontal. Sus detractores dicen que usa su fuero para silenciar el disenso a punta de códigos penales. Sus defensores lo describen como un hombre herido que no está dispuesto a seguir tragando saliva sin responder. En lo que coinciden todos, es en que ningún funcionario del actual gobierno ha polarizado tanto como él.
Lo cierto es que el ministro del Interior no se queda callado y usa todos los mecanismos institucionales para contraatacar. Su despacho parece más un bufete jurídico que una oficina de política pública. Sus días de deben repartir entre reuniones con abogados, revisión de pronunciamientos y análisis de cada mención que recibe en prensa y redes. Y mientras las denuncias se fortalecen y los denunciados preparan sus defensas el nombre de Armando Benedetti sigue siendo tema central en los pasillos del Congreso, en los chats de los periodistas, en los micrófonos de las emisoras y en las tertulias políticas, pero ahora todos algunos se cuidan más para evitar engrosar su lista de denunciados.

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