El río Nechí, antes símbolo de vida en El Bagre, hoy es una amenaza por inundaciones frecuentes. Urge atención estatal para evitar una tragedia social inminente
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A decir verdad, nunca se nos llegó a pasar por la cabeza a quienes nacimos y fuimos criados a la orilla de las aguas del río Nechí, al que sentíamos como una extensión de nuestra casa paterna, algo así como el patio, la sala o el cuarto de los chécheres viejos, que este afluente se pudiera convertir, de un día para otro, en esa especie de espada de Damocles que hoy pende sobre los hombros y las cabezas de los bagreños como una amenaza al desarrollo de esa comunidad, que de la noche a la mañana ve cómo se inunda, de manera impune, a mansalva y sobre seguro, buena parte de esta población del Bajo Cauca antioqueño.
En consecuencia, hasta que las inundaciones se vuelvan el pan nuestro de cada día y hagan parte del paisaje natural y matinal, del mediodía y de la vespertina, diría un muy perspicaz observador de la realidad que viven hoy los abnegados – suena a otra cosa – pobladores de El Bagre, cuyo compañero de toda la vida e insignia de su progreso y portador de uno de los ingredientes de la canasta familiar, como es lo que produce la pesca, y hablamos del río Nechí, cada dos por tres se mete a las casas sin pedir permiso, cuando quienes tenemos algo de memoria, en años atrás solo se presentaban inundaciones dos veces al año por allá por el mes de agosto o noviembre. Pero algo debió pasarle al río y por cuestiones que deben preocupar a quienes están en la cabeza de la administración, esto debe ser materia de alta preocupación en todos los sectores sociales.
En hora buena el gremio del comercio, liderado por el señor Amaury Zayas Cordero, sostuvo esta semana una reunión para poner en la agenda de la comunidad la actual situación que con el correr de los días, si no se le presta la debida atención, se convertirá en una tragedia social cuyas consecuencias todavía no se alcanzan a medir. Solo basta pensar en las pérdidas que ello trae con el cierre continuado de los negocios del sector céntrico y de algunos barrios de la periferia, así como los estragos para la salud en la niñez y en lo que hoy llaman para los de la tercera edad, sin pasar por alto la suspensión de muchas otras actividades como la educación y el trabajo diario de quienes se “rebuscan” con las ventas callejeras y otras labores más. Y eso sin detenernos en el tema de la devaluación o caída del precio de las propiedades en aquellos sectores en donde este fenómeno se presenta con tanta continuidad.
Son muchas las causas y orígenes que los expertos le atribuyen a las repetidas inundaciones que se generan en la cabecera de El Bagre y sus barrios, pero todos ellos coinciden en señalar que la más importante es el alto grado de sedimentación de su cauce, la cada vez más intensa tala de árboles que se presenta aguas arriba y a la erosión en sus orillas, así como algunas obras hechas por la mano del hombre, pero en todo caso es la hora de tomar el toro por los cachos, como dicen ahora en vísperas de las fiestas en corralejas.
Para este asunto el redactor se reunió con el señor personero municipal, el abogado Aldair Alfonso Guzmán Martínez, uno de los invitados a la mencionada reunión con los comerciantes, quien atribuyó su ausencia a temas propios de su agenda en la capital de la República, pero se mostró dispuesto a poner todo su esfuerzo y empeño, así como el de su dependencia, para ser una especie de vocero ante las instancias que sean necesarias, siempre y cuando la administración del alcalde Marco Fidel Trespalacio Bulloso, que al parecer ha sido más bien un espectador de los hechos para que le haga una seña, pero advirtió que como funcionario del ministerio público puede actuar de oficio ante una situación que francamente ha traspasado la raya.
Me habló de la posibilidad de acompañar el proceso de la mano de herramientas jurídicas como un derecho de petición ante la alcaldía local y más adelante a través de una acción popular que escalaría ante los gobiernos regional y nacional, porque es consciente que con los escasos recursos de la municipalidad nada se puede hacer frente a semejante amenaza natural.
No dejan de escucharse voces que hablan de una canalización del cauce del río y de otras salidas, pero las mismas deben ir de la mano de estudios serios y no de meras especulaciones de esquina. Hace poco el diario El Colombiano publicó un sesudo artículo sobre la misma situación que viven los caucasianos que no solo tienen ya diagnosticado el problema, sino que ayudados por expertos de la Universidad Nacional, pueden decir que se nos adelantaron, aunque el asunto con las aguas del río Cauca es harina de costal ajeno.
La historia nos cuenta que fue la tribu de los indios Catíos la que bautizaron estas aguas con el nombre de Nechí, las mismas que se precipitan desde los Llanos de Cuivá, en Yarumal, hasta desembocar, 252 kilómetros después de trasegar por el territorio antioqueño, al río Cauca. Con ello querían significar “oro natural” porque Ne significa oro, y Chí traduce natural; mientras que en lengua yamesí significa Río de oro. No sobra decir que estas dos tribus fueron las primeras en llegar a la región que hoy se conoce como el Bajo Cauca antioqueño.
Ahora bien, para el caso del río Cauca en Caucasia, la propuesta es la siguiente: Por ejemplo, para controlar la entrada del río sobre la margen izquierda –que es donde se halla el casco urbano de Caucasia– se propuso instalar un sistema de compuertas basculantes autorreguladas en las desembocaduras de El Silencio y Atascoso; repotenciar un jarillón existente entre el sector La Coquera; construir un muro en tierra reforzada; y restaurar una zona con sistema de tablestacado para dar paso a un malecón.
Con estas obras se contendrían los niveles del río Cauca en épocas de crecientes, y a la altura de los caños, el sistema de compuertas se cerraría, limitando el paso del agua del río hacia la ciudad y, cuando baje el nivel, las compuertas se abrirían nuevamente.
Para los caños que operan como recolectores de aguas residuales, la propuesta consistió en su canalización y la recolección de las aguas con sistemas de colectores paralelos y estaciones de bombeo. Esto se articula con el Plan Maestro de Acueducto y Alcantarillado local.
Y esa perla cuesta no menos de $40 mil millones de pesos para remediar el tema a los vecinos de Caucasia, pero de esa fiebre también padece, víctima de las aguas de la quebrada la Oca, la municipalidad de Zaragoza, que cada dos por tres notifican las inundaciones y los estragos que causan sus deslocadas aguas.
De allí que la pregunta “¿Quién le pone el cascabel al Nechí?”, cobra todo su sentido. Y pensar que este río fue por muchos años el inspirador de viejos amores que no volverán….
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