Empezaron en 2016 cuando él peleaba un lugar en el Junior de Barranquilla donde brilló rápido, hoy tienen 2 hijas, fortuna y alistan una boda que tiene fecha
No todo en la vida de Lucho Díaz transcurre bajo reflectores y bajo los gritos de los aficionados que lo ovacionan cada vez que toca el balón. Más allá del fútbol, del ruido y del vértigo que impone su condición de figura internacional, hay otra parte que también ha ido creciendo con él: su familia.
La historia con Geraldine Ponce empezó antes de que se hablara de goles en Liverpool o de su traspaso desde Oporto. Fue en 2016, cuando él apenas intentaba hacerse un lugar en el Junior de Barranquilla, el equipo de la familia Char, dueños también de los almacenes Olímipica y otras empresas más y ella era una joven del Caribe que conocía de cerca el mundo que rodeaba a Luis. No fue una relación forzada por la fama ni motivada por las vitrinas del éxito. Fue, simplemente, el comienzo de una vida compartida que ha resistido distancias, cambios de país y la exposición constante que implica ser una de las figuras del fútbol colombiano.
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Desde entonces han pasado varias cosas. Luis creció como jugador, cruzó el océano y se instaló en Inglaterra, mientras Geraldine asumió con él el reto de empezar una vida lejos de casa. En ese recorrido tuvieron dos hijas: Roma, en 2021, y Charlotte, este año. Las niñas llegaron como llegan los cambios importantes: sin manual, pero con la fuerza suficiente para reconfigurar rutinas, prioridades y afectos. Desde entonces, la pareja ha estado enfocada en algo más que entrenamientos y partidos: en construir una estructura familiar que le dé sentido a todo lo demás.

Hace unos días, cuando la Selección Colombia empató contra Argentina en la recta final de las eliminatorias al Mundial de 2026, el nombre de Luis Díaz volvió a estar en boca de todos. Pero esta vez, no solo por lo que hizo en la cancha. Comenzó a circular la versión de que se casaría con Geraldine este 14 de junio, en una iglesia tradicional de Barranquilla, las notas de prensa hablaban de los invitados de alto perfil y de una ceremonia que prometía ser uno de los eventos del año. Sin embargo, la historia no era del todo cierta. La desmintió Mané Díaz, el papá del futbolista que se hizo mucho más famoso a finales de 2023 cuando los secuestraron hombres del ELN.
La noticia del matrimonio generó expectativas y especulaciones, pero no cambió demasiado las cosas para ellos. La pareja lleva años compartiendo decisiones importantes sin necesidad de etiquetas ni grandes gestos públicos. Viven en Inglaterra, organizan su día a día entre las demandas de la vida profesional y la crianza de dos niñas pequeñas, y han preferido mantener sus asuntos personales lejos del foco mediático. Geraldine, aunque es activa en redes sociales, no ha hecho de su vida privada un espectáculo. Comparte imágenes familiares, momentos simples, sin necesidad de explicar mucho más.
No es una figura de la farándula ni busca serlo. Su presencia es constante, pero discreta. Se ha dicho que trabaja como modelo y que promueve hábitos de vida saludable, pero en el fondo, lo que realmente se sabe es que ha estado ahí, al lado de Lucho, desde el comienzo. Desde que Luis jugaba en el Metropolitano sin imaginar que algún día enfrentaría al Manchester City o que su apellido aparecería vinculado al Barcelona, equipo que pretende pagarle por sus goles y sus gambetas.
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No todo ha sido sencillo en la familia Díaz Ponce. Adaptarse a otro país, criar a sus hijas lejos de sus abuelos, lidiar con el peso de ser uno de los jugadores más observados del continente, exige algo más que talento. Exige red, apoyo y un hogar que funcione como refugio. En ese sentido, la vida que ha construido con Geraldine ha sido parte esencial del camino. No se trata solo de amor o romanticismo, sino de convivencia, de acuerdos silenciosos, de saber estar cuando las cosas no salen bien y también cuando todo va mejor de lo esperado.
Luis Díaz está en un punto alto de su carrera. Tiene ofertas, elogios, portadas. Pero también tiene algo más: una vida que eligió cuidar fuera de la cancha. Y eso, en el fútbol moderno, donde lo efímero es la norma y las relaciones suelen girar al ritmo de las transferencias, no es poca cosa.
Por ahora no hay boda. No parece una urgencia. La relación lleva años consolidándose con hechos y no con titulares. Y si algo han demostrado él y Geraldine en este tiempo es que saben cómo mantenerse firmes, incluso cuando todo el mundo tiene la mirada puesta sobre ellos.

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