En la Marcha del Silencio los gritos y el odio político nublaron el mensaje de solidaridad y rechazo por lo ocurrido al senador Miguel Uribe
Por: Stella Ramírez G
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
En la llamada “Marcha del Silencio”, convocada por la extrema derecha, se perdió una oportunidad sagrada: elevar una verdadera oración por la vida y la salud de Miguel Uribe Turbay, esa era la «intención» según los convocantes.
Pero no hubo recogimiento ni clamor sincero al cielo. Hubo gritos, rabia y corazones endurecidos que, en vez de orar, vociferaron odio.
Varios periodistas fueron agredidos por una turba enseguida que los sacó a empujones. También se ultrajó el nombre del presidente Gustavo Petro, con insultos que desentonaban con el supuesto carácter «pacífico y respetuoso» del acto.
Y como si todo eso no bastara, la marcha más pareció una pasarela política: fotos por aquí, poses por allá, -todo debidamente calculado para salir bien posudos en los medios-. Menos oración, más vanidad.
Hoy, cuando la salud de Miguel Uribe parece agravarse, muchos de los que ayer callaron ante su instrumentalización, salen a pedir oración. Pero la oración no se improvisa ni se usa como escudo: es un acto humilde, íntimo, que nace del amor sincero, no del cálculo político.
Dios no escucha gritos de odio ni plegarias de ocasión. Escucha corazones contritos, manos limpias y espíritus compasivos. Ayer, en esa marcha, hubo mucho ruido… y muy poca fe.
Aún es tiempo: elevar oraciones sinceras por el milagro esperado, Dios no es un Dios de espectáculos, Dios atiende al que le busque sinceramente. Que Él Señor envié la sanidad que tanto necesitan todos los enfermos que claman por un milagro.
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