Giovanni Barón, quien pasó por la cárcel, cuenta lo que hace la Fundación Acción Interna para ayudar a que muchas rehagan su vida como tendrá que hacer Epa Colombia
En los patios de las cárceles, donde el tiempo parece suspenderse entre barrotes, hay mujeres que
buscan algo más que libertad: quieren redimirse, empezar de nuevo, ser vistas con otros ojos. Y en
ese camino, desde hace más de una década, ha estado Johana Bahamón con su Fundación Acción
Interna, llevando no solo talleres y herramientas, sino una posibilidad real de volver a empezar.
Entre las muchas historias que se entrecruzan en ese propósito de transformación, hay una que
recientemente ha llamado la atención: la de Daneydis Barrera, conocida popularmente como Epa
Colombia. Después de ser noticia por su condena de 5 años, Epa Colombia decidió buscar el
respaldo de Johana Bahamón. No fue una llamada cualquiera, fue un pedido sincero de apoyo, de
querer hacer parte de una causa que rescata del olvido a quienes fueron juzgados y luego soltados
sin red, sin rumbo, sin nadie que les tienda una mano.
La Fundación Acción Interna no opera desde la lástima ni desde la condescendencia. Su motor ha
sido siempre el respeto y la dignidad. Con programas de emprendimiento, formación laboral y
apoyo psicosocial, la organización ha acompañado a cientos de personas privadas de la libertad y a
exreclusos que, tras cruzar las puertas de la prisión, se enfrentan a un mundo que no siempre
perdona.
Uno de esos rostros que conocen bien lo que implica salir de la cárcel con más preguntas que
certezas es Giovanni Barón. Su historia no se cuenta desde la teoría sino desde la experiencia: él
mismo fue interno y hoy se encarga de la Coordinación de Formación y Emprendimiento de la
fundación. Su tarea va más allá de dar clases o estructurar proyectos. Es quien recibe, abraza y
acompaña a quienes llegan con el miedo de volver a ser rechazados. Con cursos pensados en
brindar atención al cliente, habilidades blandas y destrezas técnicas, Barón ayuda a que cada
persona que egresa del sistema penitenciario tenga una opción real de inserción laboral.
Pero su aporte más importante quizás sea otro: el de recordar, con su presencia, que sí es posible
transformar una vida marcada por errores. Que empezar de cero no es una utopía. Que incluso
cuando no se tiene una muda de ropa o un techo donde pasar la noche, hay espacios —como
Acción Interna— donde el juicio se reemplaza por la acogida.
La Fundación no promete milagros, pero sí algo muy valioso: un lugar donde los prejuicios no
pesan más que la voluntad. Donde las historias, incluso las más difíciles, encuentran una forma de
reescribirse. Y donde mujeres como Daneydis Barrera no solo pueden ser escuchadas, sino
acompañadas en el proceso de convertirse en mejores versiones de sí mismas. Porque, al final, eso
es lo que hace Acción Interna: cambiar las condenas por oportunidades.
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