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El nombramiento de Héctor Carvajal, abogado personal de Gustavo Petro, como magistrado de la Corte Constitucional fue definida por Eduardo Montealegre, de la siguiente manera: “es una bancarrota ética del gobierno. ¡No más corrupción! ¡Basta ya, Petro!”.
De la indignación moral… al Ministerio en 15 días
Montealegre lanzó su acusación directamente el 21 de mayo en un chat de WhatsApp con contactos cercanos, antes de incorporarse al gabinete presidencial, se expresó indignado, ofendido, con la moral templada como un acero de verdadero jurista. La frase quedó flotando como acto de rebelión institucional. Pero pasaron quince días, y Montealegre apareció jurando como ministro de Justicia y del Derecho, del mismo gobierno que, según él, venía violado la ética pública. El giro fue tan veloz que ni en la película “Rápido y Furioso” lo habrían podido seguir, la película de 2001 protagonizada por Vin Diesel y Paul Walker.
El decreto como arma: Montealegre justifica lo que antes condenaba
Con toga y decreto en mano, Montealegre pasó de vigilante de la Constitución a traductor jurídico del capricho dictatorial de Petro. Su primera hazaña fue defender que Gustavo Petro puede convocar una consulta popular por decreto, ignorando al Congreso. Según él, eso se puede hacer gracias a una figura mágica: la “excepción de inconstitucionalidad”. Es cuando un juez o funcionario decide no aplicar una ley porque va contra la Constitución. No elimina la ley, solo la ignora en un caso concreto. En su versión, esa cláusula convierte al presidente en legislador, juez y oráculo. “El presidente no puede ser rehén de una trampa parlamentaria”, dijo con solemnidad, mientras le abría la puerta al Ejecutivo para saltarse el Legislativo y al Consejo de Estado como quien esquiva un peaje.
Cuando Montealegre se contradice a sí mismo
Lo curioso es cuando en el 2015 Montealegre decía exactamente lo contrario: “Los decretos sin control legislativo son una amenaza a la democracia”. En 2013 afirmaba que solo la Corte Constitucional puede interpretar la Carta. Hoy sostiene que el presidente puede actuar primero y que después que revise la Corte Constitucional. La coherencia de Montealegre es de plastilina. Se moldea al ritmo del poder.
Mauricio Gaona, el abogado erudito, dejó a Montealegre como perrito que se saca a pasear
Pero llegó Mauricio Gaona, constitucionalista, académico, y para este caso, azote elegante para Montealegre y lo paseó sin misericordia, cual mascota perruna. Lo llevó de la escuela austríaca a la de Frankfurt, pasando por la doctrina francesa, la estadounidense, y los principios del derecho comparado. En cada parada, demostró que lo de Montealegre no era doctrina: era improvisación. “Estamos ante una manipulación grotesca del derecho”, dijo Gaona. Y luego disparó con precisión quirúrgica: “Mi padre fue profesor de Eduardo Montealegre, pero parece que no le aprendió lo esencial: el derecho no se usa para disfrazar el poder, se usa para limitarlo”.
Del garantismo a la nómina y acusaciones a unos y silencio con otros
Ahora bien, ¿qué lleva a un jurista a este nivel de contorsión intelectual? Él dice que es por convicción. Otros, críticos, pero también más informados, apuntan a sus contratos con el Estado. Montealegre ha recibido más de $3.000 millones en convenios con entidades públicas como RTVC y la compañía de seguros estatal Positiva, todo bajo el gobierno de Petro. Él mismo respondió con desparpajo: “No tengo conflictos de interés, tengo convicciones”. Claro, convicciones con NIT, código presupuestal y giro a su cuenta bancaria. Por lo anterior podemos decir, que a la lengua de Montealegre le pesa más la billetera que la conciencia
Montealegre recibió dineros públicos para defender a un amigo en lío personal
Pero la película de Montealegre no termina ahí. Una escena poco visible fue la asesoría jurídica que le prestó a Hollman Morris cuando este denunció un hackeo a su cuenta personal de X, no institucional. Montealegre, siendo contratista del Estado, recibió recursos públicos para investigar un asunto privado, constituiría una posible falta grave.
El jurista que ajustó la justicia al paladar de Petro
Y así, Eduardo Montealegre se ha convertido en algo más que un ministro. Es un arquitecto institucional del caos, un jurista que en lugar de aplicar el derecho lo relativiza, que no limita al poder, sino que lo traduce a lenguaje seudotécnico para hacerlo supuestamente digerible. El mismo hombre que exigía “¡No más corrupción! ¡Basta ya, Petro!”.” ahora lo protege, lo blinda y lo justifica
No representa la justicia: la interpreta a demanda de Petro. El sastre legal: la norma a su medida. Es el abogado del régimen, vestido de académico, legitimador de lo que ayer denunció
El Montealegre ministro no solo contradice al Montealegre fiscal: se entierra personal y profesionalmente. Por la plata baila el perro… y también el exfiscal y hoy ministro de Justicia y del Derecho.
Del mismo autor: “La violencia política ha regresado a Colombia”, según The Economist
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