Será una de las mega orquestas que estará en tarima en el concierto Viva la salsa que será este 4 de julio en el estadio El Campín de Bogotá.
A veces, los sueños no nacen en los estudios de grabación ni en las grandes oficinas de la industria musical. A veces nacen en una casa vieja de Teusaquillo, donde los instrumentos conviven con muebles prestados y los ensayos suenan más a convicción que a perfección. Ahí, en una casa de la calle 33 de Bogotá, dos hermanos —Santiago y Sergio Mejía— comenzaron a gestar una orquesta sin sospechar que, con el tiempo, sería una de las bandas más representativas de la salsa en Colombia.
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Era 2001. Bogotá aún no era vista como tierra fértil para la salsa, al menos no como Cali o Barranquilla. Pero eso no importó. Sergio, que venía de experimentar el frío y la distancia en Canadá, regresó con una certeza: lo latino lo llamaba de vuelta. El rock, su género de origen, quedó en pausa. Había algo en la cadencia de los metales, en el retumbar del timbal, que le hablaba más fuerte que cualquier guitarra eléctrica. Así que se sentó con su hermano Santiago, también músico, y empezaron a buscar cómo darle forma a esa nueva inquietud.

Con ellos se unió Guillermo Celis, y poco a poco otros músicos se fueron sumando a un experimento que mezclaba la salsa neoyorquina de los años 70 con jazz, pasodoble, mambo, e incluso toques de rock y reggae. Ensayaban donde podían. Tocaban donde los dejaran. Y cada vez que sonaban en un bar del centro o en un festival local, usaban lo que ganaban no para gastarlo, sino para alimentar un objetivo común: grabar su primer disco.
Ese primer álbum, simplemente titulado La 33, salió en 2004. Fue como prender fuego con una chispa. El sonido de “La Pantera Mambo” —una reinvención salsera del famoso tema felino— los catapultó más allá del circuito local. No había una fórmula secreta: era la fuerza de los metales, la crudeza del sonido, la autenticidad sin pretensiones. A la gente le gustaba porque sonaba distinto. Sonaba sincero.
Desde entonces, no pararon. En 2007 llegó Gózalo, luego Ten cuidado en 2009, Tumbando por ahí en 2013, Caliente en 2016 y Si tú quieres salsa en 2019. Cada disco fue un paso más en la consolidación de su identidad sonora: urbana pero sabrosa, moderna pero con un corazón clásico. Cada nuevo trabajo tenía el sello indiscutible de una banda que no se conformaba con repetir fórmulas, sino que las desarmaba y las reconstruía.
Pero más allá de los discos, lo que definió a La 33 fue su presencia en vivo. Más de 1.500 conciertos alrededor del mundo han sido testigos de su energía. Desde Budapest hasta Buenos Aires, desde la Feria de Cali hasta festivales en Europa, la banda ha llevado la salsa bogotana a los cinco continentes, demostrando que no hay geografía que limite un ritmo cuando nace del alma.
En todo ese recorrido, el grupo no ha sido estático. Por sus filas han pasado decenas de músicos que han dejado su marca. Nombres como David Cantillo “Malpelo” o Javier Celis “El Guajiro” ayudaron a darle cuerpo y color a un proyecto que no solo es orquesta, sino también comunidad. Con los años, La 33 se convirtió en una incubadora de talentos, un espacio donde se experimenta y se crece. Y así como su música ha evolucionado, también sus colaboraciones: se han juntado con artistas tan diversos como Los Rolling Ruanas, N. Hardem, Pablo Watusi, Lianna y JhoPri.
Hay algo que distingue a esta orquesta de otras agrupaciones salseras del país: su arraigo capitalino. La 33 no quiso imitar el sabor de la costa ni replicar fórmulas del Caribe. Su identidad está tejida con los sonidos de Bogotá, con sus contrastes, su cielo gris, sus calles apretadas, su gente que baila con abrigo. Por eso su música se siente distinta: porque no busca parecerse a nada. Es salsa con el acento de los cerros.
Y aun así, o tal vez por eso, han logrado traspasar fronteras. En los últimos años, incluso se dieron el lujo de tocar junto a la Orquesta Filarmónica de Bogotá, en una fusión que rompió etiquetas y amplió los horizontes de la salsa. Hoy, mientras preparan el lanzamiento de un nuevo EP —cocinado entre presentaciones en Europa—, la banda celebra 24 años de historia. Y aunque el número ya suena a madurez, La 33 sigue sonando con la irreverencia de quienes se atrevieron a hacer salsa donde nadie apostaba por ella. Y su sonido estremecerá a miles de asistentes al concierto Viva la salsa que será este viernes 4 de julio en el estadio El Campín de Bogotá.
En un país de sonidos infinitos, donde la cumbia y el vallenato se reparten buena parte del protagonismo, La 33 ha logrado construir un espacio sólido para la salsa capitalina. Con letras que hablan de la soledad, del amor, del ritmo que brota en la noche, han creado un repertorio que se quedó en el corazón de quienes bailan sin saber por qué, pero sabiendo que algo adentro se mueve.
Tal vez eso sea lo más valioso de esta orquesta: que nació del deseo de reconectarse con lo propio, y que en ese camino terminó conectando con el mundo. Desde la calle 33 de Bogotá, La 33 sigue demostrando que la salsa no tiene una sola cara, ni una sola ciudad, ni un solo sonido. Que puede nacer en un garaje, viajar por el mundo, y volver siempre al barrio que la vio empezar.

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