Un exmilitar creó el primer tejo electrónico en Colombia: sin pólvora, con imanes y pensado para para las nuevas generaciones y el extranjero
En medio del siglo 21, un tradicional juego colombiano se transforma. Si bien la gracia de jugar tejo se asocia a sentir la cerveza en el cuerpo, concentrarse para darle al blanco, escuchar la pólvora y la música, fallar varias veces, mirar a los amigos más curtidos hacer mano, mecha, embocinada o moñona, todo mientras se hacen las sumas para averiguar quién va ganar el chico.
A pesar de haber una experiencia de practicar un deporte 100% nacional y en Bogotá existen varias canchas a las nuevas generaciones no se les gustar tanto el Tejo; no obstante, su tradición en la zona Cundinamarca y Boyacá.
El origen
Si bien los Muiscas de Turmequé, en Boyacá, jugaban una especie de tiro al blanco con un disco de oro llamado “zepguagoscua”. El disco de los nativos lo conseguían mediante trueque o al trabajar el oro. El juego con el tiempo se transformó al tener un disco metálico, utilizar pólvora en la cancha, imponer una distancia de varios metros entre el tejo y el blanco, más un sinfín de pequeñas variaciones que cambiaron el pasatiempo indígena; no obstante, se logró mantener la esencia de la actividad.
El juego, hoy llamado tejo, es un invento 100% colombiano. Sin embargo, existen problemas con el deporte nacional, por ejemplo, al tener pólvora es difícil su exportación. Por esos detalles faltantes se diseñó una nueva actualización de la actividad hecha por los indígenas
La modernización
En la cuna del tejo, Turmequé, Boyacá, Javier Muñoz, un veterano de las fuerzas armadas, tuvo una idea. Un día de pandemia, Javier jugando dardos con su hijo miró una caída, el tablero de los dardos. Al caer el objeto en el piso y la familia siguió lanzando dardos, en ese momento a Javier se acordó del Tejo y se le ocurrió hacer un cambio, utilizar imanes para reemplazar la arcilla y la plastilina de la cancha. Un pensamiento potente capaz de modernizar el tejo.
Muñoz decidió materializar su pensamiento. El exsoldado conocía la forma de superar sus preocupaciones, una vez se pasa las pruebas del conflicto armado como los tiroteos, todo reto es un poco más sencillo. Para Javier se debía poner manos a la obra y tocar varias puertas.
Una de los sitios donde el veterano pidió asesoría fue la Dirección de Veteranos y Rehabilitación Inclusiva, Divri. En el lugar además de forjar atletas paralímpicos, como Fabio Torres o José Carlos Hoyos, busca incrustar de manera exitosa a los veteranos a la vida civil.
El Divri, hoy administrado por el mayor general retirado Gustavo Ocampo Nahar, se ofrecen cursos de carpintería, de negocios, arte, ocio etc., todo con el fin de garantizar la reincorporación de los antiguos militares a su nueva vida. En el caso de Javier Muñoz el lugar fue clave la capacitación en maderas, que además es un estudio acreditado por el SENA, por un convenio hecho entre el Sena y el Divri.
En el Divri Javier Muñoz aprendió a ensamblar una pieza de capaz de guardar la parte electrónica de su cancha de tejo. Sin olvidar otro detalle vital, en otro curso Javier aprendió de primera mano cómo hacer un modelo de negocio viable a largo plazo. Los resultados no tardaron en llegar. En Bogotá ya existe una fábrica de tejos electrónicos, donde se han hecho pedidos de al menos 40 unidades, nada mal para apenas un año y medio de trabajo.
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