En Colombia la gasolina ha subido más del 70 % desde que el gobierno de Gustavo Petro desmontó los subsidios al combustible, una decisión justificada por la deuda del Fondo de Estabilización de Precios y por la necesidad de equilibrar las cuentas fiscales. Hoy, el galón ya pasa de los 16.000 pesos en muchas regiones y no hay señales claras de que el precio vaya a bajar pronto. Pero ¿quiénes son los verdaderos dueños del combustible que pagamos a precio de oro?
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La respuesta está lejos de las bombas de gasolina. El negocio está en manos de cuatro grandes grupos económicos internacionales —chilenos, peruanos, norteamericanos y centroamericanos— que, desde hace años, se reparten las estaciones de servicio del país y mueven miles de millones de pesos cada año.
El imperio chileno de Terpel
Quien domina el mercado es Terpel. Con más de 2.100 estaciones de servicio repartidas por toda Colombia, la empresa chilena se ha convertido en una marca omnipresente. Es prácticamente imposible recorrer una carretera sin encontrarse con su logo amarillo y rojo. Sus ventas anuales superan los 25 billones de pesos y su participación en el mercado colombiano es tan abrumadora que su distancia con el segundo competidor sigue siendo considerable.
Terpel es una filial de Empresas Copec, parte del poderoso grupo económico Angelini, uno de los conglomerados más influyentes de Chile. La cabeza visible es Roberto Angelini Rossi, heredero de un imperio fundado por su tío, el inmigrante italiano Anacleto Angelini, quien empezó su fortuna en el sector pesquero y la expandió hacia energía, forestales, finanzas y transporte. Después de la muerte de Anacleto en 2007, Roberto asumió el control y hoy comparte la propiedad con su hermana y con la tercera generación familiar, todos ya vinculados de alguna manera a la empresa.
Empresas Copec no solo manda en la distribución de combustibles, también es uno de los mayores productores de celulosa y energía de la región. En Colombia, Terpel además opera terminales de almacenamiento y distribución, estaciones propias y alianzas con tiendas de conveniencia que incrementan sus ingresos en cada galón despachado.
La apuesta peruana de Primax
En el segundo lugar aparece Primax, con cerca de 800 estaciones de servicio en Colombia y una fuerte presencia en Perú y Ecuador. Esta compañía, propiedad del Grupo Romero, uno de los clanes empresariales más antiguos y poderosos del Perú, venden cada año uno 8 billones de pesos. Su origen se remonta a fines del siglo XIX cuando Calixto Romero, un inmigrante español, se dedicó a exportar sombreros de paja toquilla. Con el tiempo, la familia diversificó sus negocios en finanzas, alimentos, energía e infraestructura.
Hoy, al frente de la organización está Dionisio Romero Paoletti, quien también dirige Credicorp, la mayor corporación financiera de Perú. En Colombia, el grupo opera no solo las estaciones Primax sino también empresas como la comisionista Ultraserfinco y la firma de congelados Colfrigos. Su presencia en el negocio de los combustibles empezó con la compra de las estaciones Shell en Perú, luego continuó con adquisiciones estratégicas en Ecuador y Colombia. Con ventas anuales que superan los 60.000 millones de pesos en Colombia, Primax sigue creciendo a pesar de la volatilidad del precio del galón.
Texaco, la marca histórica de Chevron
El tercer actor es estadounidense y también es una figura histórica en la industria: Chevron. Aunque sus estaciones en Colombia siguen operando bajo la marca Texaco, la matriz de este negocio es uno de los gigantes energéticos del planeta. Chevron tiene cerca de 500 estaciones en el país, además de diez terminales de almacenamiento y la concesión exclusiva para abastecer las islas de San Andrés y Providencia. Texaco en Colombia vende anualmente uno 5 billones de pesos.
Texaco llegó a Colombia en la primera mitad del siglo XX y, tras fusiones y adquisiciones —incluida la compra de Gulf Oil y luego de Texaco por parte de Chevron—, se consolidó como un actor importante en la región. La compañía nunca cambió el nombre de sus estaciones a Chevron, como sí lo hizo en otros países, porque la marca Texaco ya gozaba de reconocimiento y fidelidad entre los colombianos. Hoy, Chevron es una de las mayores compañías petroleras del mundo y su propiedad está repartida entre grandes fondos de inversión que cotizan en la Bolsa de Nueva York. En Colombia, maneja ventas por más de 20.000 millones de pesos anuales.
Biomax y la fuerza centroamericana
El cuarto gran jugador en Colombia es Biomax, con unas 780 estaciones distribuidas en todo el territorio. Aunque en tamaño es más modesta que sus competidores, Biomax logró hacerse un lugar gracias a su agresiva expansión y su enfoque en tiendas de conveniencia y servicio integral. La empresa nació en 2004 y, pocos años después, compró las estaciones Brío mediante una Oferta Pública de Adquisición.
En 2013, Biomax fue adquirida por UNO Colombia, una filial del Grupo Terra, conglomerado centroamericano fundado en Honduras por Fredy Nasser. Este empresario, de ascendencia palestina, comenzó en el sector textil y luego se expandió hacia energía, infraestructura y bienes raíces. El grupo es también dueño de la concesión de varios aeropuertos en Honduras y maneja estaciones de servicio en toda Centroamérica bajo marcas como UNO, Texaco y Pacific Oil. En Colombia, Biomax genera ventas anuales que superan los 20.000 millones de pesos y mantiene una estrategia centrada en precios competitivos y cercanía al cliente.
Un mercado controlado desde afuera
Hoy, mientras los colombianos pagan uno de los precios más altos de la región por la gasolina —en gran parte debido al retiro de los subsidios y a los precios internacionales del crudo—, los verdaderos beneficiarios del negocio siguen estando en el extranjero. El control de las estaciones no lo tienen pequeños empresarios locales, sino conglomerados multinacionales con fortunas familiares que se cuentan en miles de millones de dólares.
Cada galón que se despacha en Colombia representa una cadena que empieza en un consejo directivo en Santiago, Lima, Nueva York o Tegucigalpa. Las decisiones sobre inversiones, precios, expansión o cierres de estaciones rara vez se toman dentro del país. Incluso, la importación de combustibles —que seguirá aumentando según el propio gobierno— fortalece aún más esta dependencia de los mercados internacionales y de las decisiones de estos grupos. En las carreteras y ciudades, los letreros de Terpel, Primax, Texaco o Biomax parecen locales, pero detrás de cada uno hay una historia que cruza océanos, generaciones y familias con apellidos que, para la mayoría de los colombianos, siguen siendo invisibles. La gasolina que hoy cuesta más del doble que hace dos años sigue alimentando fortunas que no conocen fronteras, mientras en casa los bolsillos se vacían.
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