A tres años de gobierno, Petro acumula promesas y choques, pero pocos resultados. La ejecución débil repite el patrón de su paso por la Alcaldía de Bogotá
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Así como ocurrió en su paso por la Alcaldía de Bogotá, la presidencia de Gustavo Petro ha estado marcada por una constante: una lluvia de propuestas ambiciosas que, en muchos casos, naufragan en el mar de la ejecución. Petro llegó a la Casa de Nariño con un discurso disruptivo, prometiendo una transformación profunda del modelo económico, político y social del país. Sin embargo, a tres años de gobierno, el balance arroja más dudas que certezas, más confrontaciones que consensos, y una agenda que avanza a medias.
1. La Paz Total: un sueño que se diluye
Uno de los pilares de su gobierno ha sido la llamada “Paz Total”, una apuesta por el diálogo con todos los actores armados ilegales, desde guerrillas hasta bandas criminales. La iniciativa sonó bien en los discursos, pero en la práctica ha generado confusión, falta de coordinación y una preocupante expansión de los grupos armados, que hoy superan los 22.000 integrantes. El ELN, lejos de replegarse, incrementó su accionar, y en zonas como el Catatumbo los desplazamientos masivos y las ofensivas armadas dejaron claro que la paz, por ahora, sigue siendo una promesa más que una realidad.
2. Ministros de paso y falta de gobernabilidad
La falta de gobernabilidad ha sido otro talón de Aquiles. Con más de 58 ministros cambiados en menos de dos años, el gabinete ha sido un carrusel que evidencia la fragilidad de la coalición de gobierno. Los escándalos, como el que salpicó a la exjefa de gabinete y luego canciller, Laura Sarabia, por presuntas interceptaciones ilegales y abuso de poder, han mermado la credibilidad del Ejecutivo y reflejan una administración marcada por la improvisación.
3. Una diplomacia errática
En el frente internacional, la política exterior ha tenido altibajos. Si bien se logró restablecer relaciones con Venezuela y se intentó proyectar a Petro como un líder regional, los tropiezos no se hicieron esperar. La reciente crisis con Estados Unidos, a raíz de la negativa del gobierno colombiano de recibir vuelos con deportados y militares, desató sanciones arancelarias que golpearon sectores productivos. La diplomacia, lejos de construirse con visión de Estado, ha sido utilizada como plataforma para discursos ideológicos, muchas veces sin cálculo de consecuencias.
4. Reformas sociales: avances lentos, resultados parciales
Petro ha insistido en la necesidad de transformar el modelo social colombiano. En esa línea, impulsó una reforma tributaria progresiva que aumentó impuestos a los más ricos, decretó aumentos del salario mínimo por encima del promedio histórico, y logró la aprobación de una reforma pensional que empezará a regir en 2025. También implementó la matrícula cero para educación superior pública.
Sin embargo, las reformas estructurales más sensibles —como la de salud y la laboral— han fracasado o siguen empantanadas en el Congreso. La falta de diálogo con las bancadas, el tono confrontacional del presidente y la ausencia de una estrategia política clara han dejado iniciativas fundamentales a medio camino.
5. Crisis institucional y desgaste político
En medio del estancamiento legislativo, Petro recurrió a figuras como los decretos y consultas populares para intentar sortear al Congreso. Uno de los momentos más críticos fue el intento de imponer una reforma laboral por vía de un decreto legislativo, lo que generó un fuerte rechazo institucional y protestas sociales. La medida fue finalmente derogada, pero dejó un mensaje claro: el presidente no ha logrado construir una gobernabilidad sólida, ni dentro ni fuera del Congreso.
En conclusión, del discurso a los hechos, el gobierno de Gustavo Petro ha estado lleno de frases elocuentes, ideales nobles y promesas de transformación. Pero en el terreno de los hechos, los avances han sido limitados y los retrocesos preocupantes. Como ocurrió en su paso por la Alcaldía, la historia parece repetirse: muchas ideas, poca ejecución.
La presidencia de Petro nos deja, hasta ahora, un gobierno que habla de cambio, pero que aún no encuentra el camino para convertir ese discurso en resultados tangibles. Y en política, como en la vida, las buenas intenciones no bastan.
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