Cinco rincones en Bogotá donde la pasta se convierte en protagonista: fresca, casera y servida con amor. De La Macarena a Chapinero, para saborear sin prisa
Quienes viven en Bogotá no necesitan ir hasta Italia para conseguir un buen plato de pasta. Por suerte, la ciudad está llena de rincones donde ese deseo se vuelve realidad, lugares en los que la pasta no es un simple acompañante, sino la protagonista. Aquí están cinco de los mejores, cada uno con su propio encanto, para antojarse y volver.
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El primero, y quizá el más entrañable, es La Moferrina, en La Macarena, en la carrera 4 con calle 26B. Es más que un restaurante: es una pequeña fábrica de pasta. Desde la calle ya se siente el olor a masa fresca y a harina en el aire. Dentro, las mesas son sencillas, los manteles parecen recién lavados y el ambiente tiene algo de casa de abuela italiana. Aquí la pasta se hace al momento, con manos expertas que la amasan y la estiran con paciencia. Su carbonara, con la pasta recién salida de la máquina y la salsa con la cantidad justa de cremosidad, es un abrazo en forma de plato. De esos que uno no olvida.
En Chapinero Alto, en la carrera 5 con calle 58, escondido en una calle tranquila está Flora. Es pequeño, íntimo, con pocas mesas y una luz suave que parece pensada para parejas que quieren mirarse a los ojos sin apuros. Aquí la pasta es delicada, ligera, con combinaciones que sorprenden sin ser rebuscadas: unos raviolis con queso maduro y pera, una lasaña de vegetales con albahaca fresca, siempre acompañados por una copa de vino que nunca sobra. El tipo de lugar donde uno quiere quedarse un buen rato después de terminar de comer.
También en Chapinero, unas cuadras más al norte, está Sorella, en la calle 66 bis con carrera 4, un poco más moderno y vibrante, con música más alta y un ambiente menos solemne. Aquí la carta se atreve a jugar con los sabores y colores. Es el sitio perfecto para quienes no se conforman con lo clásico y quieren algo con carácter.
En Emilia Grace, a una cuadra de Sorella, en cambio, la sensación es distinta. Aquí todo parece pensado para hacer sentir a uno cómodo, como en casa, pero con la elegancia de un buen mantel y una atención impecable. Las salsas son intensas y perfectas para limpiarlas con pan al final. Es uno de esos lugares donde uno se siente bienvenido desde que cruza la puerta.
Y finalmente, Verano, que hace honor a su nombre con un ambiente luminoso y fresco. Ideal para un almuerzo tranquilo, con platos ligeros, con ingredientes de temporada y sabores suaves, casi como si hubieran traído el verano en un plato.
Cada uno de estos lugares tiene su propia forma de contar la misma historia: la de una pasta hecha con amor, servida sin prisas y con la intención de que uno salga más contento de lo que llegó.
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