Pereira muestra avances en transporte y seguridad, pero enfrenta retos en salud, educación y percepción ciudadana. La ciudad pide equidad y coherencia
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Aunque llevo años viviendo en Bogotá, hay una certeza que no cambia con los kilómetros ni con el paso del tiempo: Pereira me sigue importando. La ciudad donde nací, crecí y formé mis primeros vínculos con la vida pública y social no es un simple recuerdo, es un compromiso que renuevo cada vez que leo un titular, escucho una alerta ciudadana o me asomo a un informe sobre su desarrollo.
Esa es la razón por la que sigo, con disciplina casi obsesiva, los resultados que entrega año tras año el programa Pereira Cómo Vamos. Es un termómetro confiable sobre cómo sienten y viven los pereiranos la ciudad. No es un simple reporte de datos: es una radiografía de lo que somos, lo que hemos logrado y lo que todavía nos duele.
Los resultados más recientes presentan un panorama con luces y sombras. Por un lado, Pereira fue reconocida como la segunda ciudad más segura del país, según la Red de Ciudades Cómo Vamos. También se destacan sus sistemas de transporte: el Megabús moviliza más de 200.000 pasajeros al día, y el Megacable –con 3,4 km de longitud– ha mejorado la conectividad para más de 50.000 personas en sectores como Villa Santana.
Pero no todo es motivo de aplauso. La ciudad enfrenta desafíos estructurales que se repiten en las voces de sus propios habitantes. La salud sigue siendo una herida abierta: los tiempos de espera, la cobertura limitada y la atención a la salud mental son grandes pendientes. En este último aspecto, se reporta un aumento en la demanda de atención psicológica, especialmente entre jóvenes.
En educación, aunque algunos colegios públicos han mostrado avances, la brecha con los colegios privados sigue siendo significativa. El bilingüismo y el acceso a herramientas digitales aún no son una realidad equitativa. La percepción ciudadana también se deteriora: por primera vez, más del 50 % de los ciudadanos considera que Pereira “va por mal camino”, a pesar de que el 91 % aprueba la gestión del alcalde Mauricio Salazar.
Desde la distancia, no dejo de preguntarme si estamos sabiendo leer esas señales. Si estamos escuchando realmente al ciudadano común o si nos estamos quedando en el aplauso institucional. Pereira es una ciudad con enorme potencial, con infraestructura, con gente trabajadora, con resiliencia probada. Pero necesita una visión más integral, más equitativa, más empática. Y necesita algo aún más escaso: coherencia entre lo que se dice y lo que se vive.
Como pereirano ausente, pero nunca indiferente, escribo estas líneas para invitar a mirar con profundidad, más allá de los rankings y de los slogans. Que este año sea una oportunidad para que el progreso que tanto se menciona se sienta verdaderamente en cada barrio, en cada escuela y en cada sala de espera. Que no soltemos a Pereira, pero tampoco dejemos que ella nos suelte a nosotros.
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