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La humanidad y cada comunidad o país se organiza de acuerdo a sus formas de generación de riqueza y de su distribución, dependiendo de los sistemas y factores de producción según la época. El subdesarrollo sería básicamente el retraso de un país respecto a esos modos de producción que pueden tener los países más avanzados. Esto porque en principio ese concepto de subdesarrollo es una evaluación comparativa entre los más ‘desarrollados’ y los que, siguiendo el mismo camino o buscando el mismo objetivo, van a la zaga de aquellos.
Históricamente, la evolución de los factores de producción ha sido determinante en el desarrollo de las sociedades. Desde la importancia de la tierra y la mano de obra en épocas pasadas, pasando la acumulación de capital y la eficiencia productiva con el nacimiento del capitalismo, y la innovación y la tecnología en la era moderna.
Medir el subdesarrollo es un desafío complejo que poco ha sido objeto de estudio y debate en el ámbito económico y social. A diferencia de los indicadores claros de desarrollo económico, como el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita o el Índice de Gini, que nos brindan una idea de la situación de un país, medir el subdesarrollo presenta dificultades debido a la naturaleza multifacética y subjetiva del término.
En el análisis de cómo medir el subdesarrollo, es crucial considerar no solo los aspectos económicos, sino también los sociales y culturales que influyen en el bienestar de una sociedad. Factores como la educación, la salud, la infraestructura y la distribución de la riqueza son fundamentales para evaluar el grado de subdesarrollo de un país.
En la actualidad, el Capital Social se destaca como un elemento crucial en cuanto a su relevancia como factor determinante en el modo de producción de la era que comienza. Este concepto abarca la calidad de las relaciones sociales, la confianza en las instituciones, la transparencia en los procesos y la eficacia de los contratos. La falta de fluidez en los negocios, problemas de exceso de burocracia, de temas de seguridad jurídica y de resultados en la lucha contra la corrupción son aspectos clave que determinan el nivel de subdesarrollo de un país, pero sin tener indicadores que sirvan para convertirlo en instrumento para combatir o salir del subdesarrollo.
Para abordar eficazmente el subdesarrollo, es fundamental tener indicadores que monitoreen la implementación de políticas públicas que fortalezcan el Capital Social, promuevan la transparencia y la confianza en las instituciones, y fomenten un ambiente propicio para la inversión y el desarrollo sostenible, que promueva la equidad, la justicia social y el bienestar de todas las personas en una sociedad en constante evolución.
Colombia está atrasada en varias etapas en cuanto al modo de producción
No hemos superado ni siquiera unas relaciones feudales en el sector rural y la revolución industrial nos dejó entre los últimos de la fila para adaptarnos a sus condiciones. Y, a pesar de avances en diversos sectores, persisten problemas de corrupción, inseguridad, burocracia excesiva y falta de transparencia en las instituciones.
Pero sobre todo, en referencia al subdesarrollo, Colombia enfrenta desafíos significativos en cuanto a los niveles de Capital Social que consiste en no tener que depender de una Administración de Justicia para hacer valer cualquier acuerdo (peor cuando ésta no funciona como es aquí); ni tener que montar controles para en una cadena infinita controlar a quienes ejercen funciones elementales de control; ni que sean necesarios infinidad de tramites y de funcionarios para ejecutar operaciones de un solo paso; ni que se requiera conservar archivos de toda relación rutinaria que solo exige su repetición.
El bajísimo nivel de Capital Social nos muestra que es ahí donde se encuentra nuestro subdesarrollo y no en los niveles mayores o menores de desarrollo económico (aunque se pretenda que estar en el OCDE supone lo contrario).
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