Se cumple una semana y el Gobierno no ha escuchado las peticiones de los arroceros, las consecuencias no se han hecho esperar: cientos de pasajeros varados
Ya se cumple una semana desde que los productores arroceros decidieron bloquear las principales vías del país como mecanismo de presión para que el Gobierno Nacional escuche sus peticiones, que hasta ahora no han sido atendidas. Las consecuencias no se han hecho esperar: cientos de pasajeros varados a lado y lado de las carreteras del Tolima, Huila y el Meta dan cuenta del impacto de una protesta que, aunque legítima en sus causas, ha dejado a su paso un reguero de angustia e incertidumbre.
Desde ganado sediento bajo el sol, hasta pacientes con citas médicas aplazadas, vuelos perdidos, compromisos familiares incumplidos y alimentos perecederos echados a perder, el panorama en estas vías es desolador. La protesta, que busca llamar la atención sobre la crítica situación del sector arrocero, ha terminado afectando a miles de personas ajenas a esta realidad, que claman por una pronta solución que permita reestablecer la movilidad y la tranquilidad.
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Las2orillas fue testigo directo de esta situación en la salida de Llano Lindo, en Villavicencio, una de las rutas clave que conecta al oriente del país con Bogotá. Allí recogimos testimonios de viajeros desesperados que aguardan, con maletas y esperanza, la reapertura de una carretera que les devuelva la posibilidad de continuar su camino.

El llamado al diálogo es urgente. Mientras no haya un canal efectivo de comunicación entre el Gobierno y los manifestantes, los afectados seguirán siendo los mismos: ciudadanos comunes atrapados en un conflicto que no es suyo, pero que los golpea con fuerza. Veamos sus reacciones.
El rostro del paro: Ferney Mendoza y su ganado atrapado en Llano Lindo
Entre los cientos de afectados por el paro arrocero que ya completa más de una semana en las vías del país, se encuentra Ferney Mendoza, un llanero de 55 años, bonachón y paciente, que ha convertido la cabina de su camión Ford modelo 2002 en su única ventana al mundo. Desde las 7:00 a.m. permanece apostado en el sector de Llano Lindo, en la salida de Villavicencio hacia Bogotá, esperando con ansiedad cualquier anuncio que indique la reapertura de la vía.
Sintonizado en una emisora AM, Ferney no despega la mirada del horizonte ni del tablero de su radio. A la 1:00 p.m. aún se hacía la misma pregunta que lo ha acompañado todo el día: “¿Y usted sabe a qué hora dan apertura?”. Junto a él viajan 17 compañeras inseparables: sus reses, subidas la noche anterior al camión en busca de mercado en la capital. Pero el paso cerrado, la incertidumbre y el hambre amenazan con convertir el trayecto en una pesadilla.
“No he desayunado y el almuerzo está embolatado —dice—. No puedo dejar el camión ni un segundo. Usted sabe cómo es esto, en cualquier descuido me roban una vaca”. Su preocupación no es menor: el calor sofocante agobia al ganado, el agua escasea, el dinero también. Su ayudante, que lo acompañaba desde San Martín (Meta), no soportó el encierro ni la desesperanza y decidió bajarse y buscar otro camino. “Estaba más aburrido que el mismo ganado”, cuenta Ferney con resignación.


Historias como la suya abundan en las orillas de las carreteras bloqueadas por el paro. Rostros cansados, familias enteras, adultos mayores y trabajadores informales comparten la misma pregunta sin respuesta: ¿cuándo se abrirá el paso?
Este paro, que inició con la exigencia de precios justos para el arroz y mejores condiciones para el campo, ha generado un impacto que va más allá del sector agrícola. Afecta a ciudadanos como Ferney, atrapados en un conflicto que no es suyo, pero que los pone en riesgo físico, emocional y económico.
La incertidumbre pesa tanto como el trancón interminable que serpentea por la llanura. Mientras tanto, Ferney sigue allí, sin moverse, aferrado a su radio, a sus animales, y a la esperanza de que, pronto, una voz por el parlante anuncie: “Se abre el paso en Llano Lindo”.


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