El analista político deja a un lado el ensayo y entra a la ficción con una historia que revela las heridas del racismo y la exclusión en los pueblos colombianos
A León Valencia se le conoce como analista político, como periodista, como exguerrillero. A veces como tertuliano. Otras como director de la Fundación Paz y Reconciliación. Y ahora, también, como novelista. Aunque La vida infausta del Negro Apolinar no sea su primer libro, sí es el primero que se adentra con soltura en los terrenos de la ficción pura, aunque no del todo desligada de la memoria. Porque en el fondo, más que una novela, esta es una historia de país. Un intento por comprender a Colombia desde las tripas, desde sus esclavitudes aún activas, desde el odio racial encarnado en la piel de un solo hombre.
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El Negro Apolinar no existió con ese nombre, pero existió en muchas formas. León lo construyó a partir de recuerdos orales, de retazos de su infancia en el norte de Antioquia, de silencios familiares y de imágenes apenas esbozadas en la historia oficial. La novela se ambienta en Ituango, en ese cañón hondo y quebrado del Cauca medio, en la segunda mitad del siglo XX. Allí donde León nació y creció, en un pueblo blanco, con olor a pólvora, aguardiente y tierra caliente. Allí, Apolinar vive y muere como tantos otros negros pobres en Colombia: con la sospecha encima, con la violencia respirándole en la nuca, con la maldición de haber nacido en un cuerpo que incomoda.
Pero más allá del Apolinar personaje, está el Apolinar símbolo. El hombre que carga con todos los prejuicios, con toda la rabia acumulada de una sociedad que nunca quiso mirar de frente el racismo. El libro lo muestra no como un mártir, ni como un héroe, sino como un hombre al que se le va cerrando la vida. Lo echan, lo acusan, lo apalean, lo marginan. Lo empujan al borde hasta que cae. Su historia no es solo triste. Es inevitable.
La narración se mueve con la sencillez de quien no quiere adornar la tragedia. León no abusa del lenguaje, no hay barroquismos ni rebusques. La escritura es limpia, como tallada con machete. Va directo al punto, pero sin crudeza gratuita. Se nota que ha leído mucho y que ha escrito aún más, pero también que entendió que para contar lo que no se suele contar, hay que hacerlo sin rodeos.
Y lo que cuenta, en esencia, es cómo una sociedad construida sobre la exclusión termina devorándose a sí misma. El racismo, en esta novela, no es una idea abstracta, es un mecanismo concreto que se activa todos los días en la mirada, en el chisme, en el dedo que señala. Apolinar, como muchos, no tenía cómo defenderse. No sabía cómo hacerlo. Nadie se lo enseñó.
El ritmo de la historia se sostiene con escenas cortas, con diálogos que suenan reales, con silencios significativos. Hay fragmentos en los que no pasa mucho, pero lo que no pasa también pesa. Como si cada omisión fuera también parte del relato. Porque en Colombia muchas tragedias no suceden a gritos, sino en voz baja, con la complicidad del que calla.
Aunque la historia transcurre en Ituango, podría haber ocurrido en cualquier otro pueblo. En Suárez, Cauca. En Turbo, Antioquia. En San Onofre, Sucre. El Apolinar de León es el eco de muchos, el espejo de una violencia que no tiene siempre que ver con las balas. A veces basta con una mirada para destruir una vida.
El autor, que lleva décadas escribiendo sobre el conflicto, sobre la guerrilla, sobre la política, decidió salirse del ensayo y la denuncia directa para meterse en el terreno de la ficción, pero sin dejar de hablar del mismo país. Hay pasajes en los que se nota el periodista, sobre todo cuando describe el contexto social, las dinámicas de poder, los prejuicios de clase. Pero también hay un narrador que se permite observar con otros ojos, más íntimos, más vulnerables.
La vida infausta del Negro Apolinar no es un libro complaciente. No está diseñado para gustar. No ofrece redención, ni finales esperanzadores. Es, más bien, una forma de decir: esto también somos. O fuimos. O seguimos siendo.
Es una novela que vuelve a poner el foco en la periferia. En lo rural. En lo que quedó atrás, pero sigue pesando. En lo que se repite sin que nadie lo note.
La vida infausta del Negro Apolinar es un libro necesario. En un país como Colombia, donde se ha contado tanto sobre la guerra, sobre los narcos, sobre los caudillos, hacía falta contar también la historia de un hombre al que nadie le prestó atención. Un hombre que no tenía partido, ni ejército, ni micrófono. Solo un nombre que nadie quiso recordar: Apolinar.
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