Así le han robado el futuro a Santander de Quilichao

En Santander de Quilichao, décadas de clientelismo han frenado su desarrollo. Sin arraigo ni civismo fuerte, el potencial del municipio sigue estancado

Más de dos décadas de un mismo grupo político en la administración municipal de Santander de Quilichao, liderado por el actual alcalde (en su segundo mandato) y el excongresista Carlos Bonilla, han tejido una realidad donde el progreso genuino se ve sistemáticamente ahogado por un modelo de gestión basado en el clientelismo y la captura del poder por parte de contratistas amigos.

Durante años, este grupo ha consolidado una maquinaria política donde la lealtad y el intercambio de favores priman sobre la meritocracia y la planeación estratégica. El resultado es un municipio que, a pesar de su ubicación privilegiada y su dinámica económica potencial (especialmente agrícola y comercial), da vueltas en círculos. No se logran avances transformadores ni sostenibles. La pobreza, la informalidad y la falta de oportunidades persisten como sombras.

Comprensiblemente, años de este modelo han generado profunda desconfianza y desencanto en la ciudadanía. Pero este panorama se complica aún más por una transformación demográfica profunda. Santander de Quilichao se ha convertido en un imán para población desplazada por el conflicto armado y migrantes económicos de diversos rincones. Si bien esto habla de su potencial, también ha creado una comunidad heterogénea donde muchos son recién llegados.

Para muchos de estos nuevos habitantes, el municipio es un lugar de tránsito o supervivencia, no un hogar con raíces profundas. Construir un sentido de pertenencia colectiva y un orgullo cívico compartido toma tiempo y esfuerzos deliberados que no existen.

Esta falta de arraigo, sumada a la desesperanza generada por la incompetencia y la ineficiencia, se manifiesta en un civismo débil. Algunos malinterpretan la participación ciudadana como simple exigencia sin responsabilidad; otros caen en la indiferencia total. La participación en espacios comunitarios, el cuidado del espacio público y la demanda organizada y constante por transparencia son acciones que no han logrado consolidarse como una fuerza unificada y poderosa.

Mientras la maquinaria clientelista siga controlando los hilos del poder y los recursos, y mientras la comunidad no logre superar la desconfianza, la fragmentación y la apatía para construir un frente cívico sólido, exigente y propositivo, Santander de Quilichao seguirá siendo un municipio condenado a dar vueltas en el mismo pantano, viendo pasar su enorme potencial de desarrollo sin poder alcanzarlo.

Para completar el triste panorama, algunos actores políticos se han dedicado a manipular el desconocimiento administrativo que tenemos la mayoría de los ciudadanos, promoviendo la alcahuetería disfrazada de civismo, quitándole la responsabilidad a la administración municipal de sus obligaciones legales y, de paso, cohonestando, se imagina uno, sin querer, con las raíces de la corrupción.

Romper este círculo vicioso requiere, no solo, de un cambio político profundo (que exija transparencia, meritocracia y rendición de cuentas verdaderas), sino también de un esfuerzo monumental por reconstruir el tejido social, fomentar el arraigo y educar en un civismo activo y responsable. El futuro del municipio depende de vencer ambos frentes simultáneamente.

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