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#No dejemos de hablar de Palestina, claman en cada momento millones de activistas de la causa en el mundo entero. Es precisamente eso lo que intentamos hacer desde este espacio.
Cuando han transcurrido casi dos años desde el inicio de la feroz arremetida israelí contra la Franja, la crisis humanitaria parece haber tocado fondo. La población resiste de manera heroica al genocidio, al apartheid, al colonialismo de asentamiento, desplegado bajo las órdenes de Trump, Netanyahu y el poderoso lobby sionista.
Algunas potencias europeas anuncian que reconocerán al Estado palestino en la Asamblea General de la ONU, en septiembre, pero siguen suministrándole armas al régimen asesino.
Ha habido avances indudables en cuanto al aislamiento y condena internacional de Israel y el apoyo de los pueblos a Palestina se afianza cada vez más. Pero a pesar de las multitudinarias movilizaciones y de valiosas denuncias, el genocidio continúa día tras día, como en una serie de terror transmitida por capítulos.
Gaza está destruida por completo. Han sido asesinadas más de 60.000 personas, la mayoría mujeres, niños y niñas. Las personas heridas y mutiladas se cuentas por cientos de miles.
La hambruna provocada que sufre la totalidad de sus habitantes ha generado una ola de indignación mundial. El bloqueo al ingreso y distribución de comida, establecido desde marzo pasado por Israel cuando terminó la breve tregua, ha tenido gravísimas consecuencias.
Al mismo tiempo, el ejército invasor sigue empeñado en controlar todo el territorio. Las órdenes de evacuación y el desplazamiento forzado sobre la población son permanentes.
De acuerdo con datos del Ministerio de Sanidad de Gaza, hoy mueren muchos niños y niñas solo por desnutrición, lo que representa una “masacre silenciosa”.
Está en peligro la vida de 600.000 menores de 10 años, incluyendo a 60.000 bebés.
Además, hay decenas de miles de mujeres embarazadas desnutridas. La Franja sufre “las peores etapas de la hambruna, alcanzando niveles catastróficos, en medio de un silencio internacional sin precedentes”, señala el Ministerio.
La situación empeoró notoriamente hace dos meses, con el ingreso de contratistas privados estadounidenses. En mayo pasado empezó a operar la empresa Gaza Humanitarian Foundation (GHF), constituida con la participación del poderoso Boston Consulting Group (BCG). Se le encargó proveer y distribuir la comida en la Franja.
Aunque intentaron presentarla como entidad sin ánimo de lucro, The Washington Post informó que se trata de un negocio de millones de dólares mensuales, en manos de una empresa muy cuestionada. Está a cargo de antiguos funcionarios de inteligencia y defensa, hombres de negocios, que trabajan estrechamente con Israel.
Al mismo tiempo, la tarea de la seguridad en la distribución de la ayuda se le asignó a otra empresa estadounidense, Safe Research Solutions (SRS), cuyo jefe, un veterano de la CIA, celebró el anuncio de Trump en enero pasado de apoderarse de Gaza para convertirla en un emporio turístico.
Por supuesto, todo esto hace parte de la denuncia formulada por Francesca Albanese, Relatora Especial de las Naciones Unidas para los territorios ocupados de Palestina, sobre los enormes negocios que ha traído el genocidio para los inversionistas estadounidenses y la economía israelí.
Así fue como estas empresas reemplazaron a las organizaciones humanitarias que tradicionalmente distribuyen la ayuda en zonas de desastre. En el tiempo transcurrido, se han producido repetidos asesinatos masivos, casi a diario, en los sitios de entrega, que han cobrado la vida de más de mil personas. GHF los niega o se los atribuye a Hamas.
Hay videos que muestran a los contratistas disparándole sin ninguna restricción a la población hambrienta y desesperada. La nueva empresa reemplazó los 400 puntos de distribución antes existentes por solo cuatro sitios, que se convirtieron en trampas mortales, como se ha señalado.
Los riesgos son enormes. Estos sitios están bajo control estricto del ejército israelí que, con datos biométricos, establece quién tiene acceso a la comida, una sola persona por familia. Los soldados tienen orden de disparar ante cualquier duda.
Así, las personas deben hacer grandes desplazamientos a zonas altamente militarizadas para conseguir la comida.
La catástrofe “No es accidental, es deliberada”, señala un pronunciamiento conjunto de 140 organizaciones humanitarias, incluidas las agencias de la ONU, a comienzos de julio. Dejaron en claro que no participarían de un proceso, que desconoce las normas mínimas de atención a la población, y llaman a desmantelar el modelo impuesto.
Aseguran también que el plan israelí “contraviene principios humanitarios fundamentales y parece diseñado para reforzar el control sobre los elementos vitales esenciales, como táctica de presión, en el marco de una “estrategia militar”. Es también peligroso, porque profundiza aún más el desplazamiento forzoso y excluye a las personas más vulnerables o con movilidad limitada.
Los centros se abren sin ningún horario preestablecido, con frecuencia solo por unos pocos minutos al día, lo que se presta para avalanchas por parte de una población cada vez más desesperada.
De acuerdo con estas entidades humanitarias, la ayuda recibida es muy deficiente, de mala calidad, no incluye agua ni aceite de cocina, medicinas, ni comida para bebés. Carece de nutrientes fundamentales para una población desnutrida, como calcio, zinc y hierro, lo que puede llevar a un riesgo mayor de anemia
https://www-oxfam-org.translate.goog/en/press-releases/gaza-starvation-or-gunfire-not-humanitarian response?_x_tr_sl=en&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=tc
“Nos escondemos detrás de una mentira que nosotros mismos hemos forjado”, afirma Tamir Prado, exdirector del Mosad, en una video dirigido a Netanyahu, junto con 19 altos exoficiales de Israel, pidiéndole el fin a la ofensiva en Gaza. Al mismo tiempo, cientos de antiguos miembros de seguridad le enviaron una carta a Trump para que presione al primer ministro en el mismo sentido.
Un golpe duro para Netanyahu, sin duda. Pero por ahora la hambruna y las trampas mortales continúan.
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