Bogotá, ciudad viva y desafiante, crece entre caos y esperanza, moldeada por su historia, migración, urbanismo y diversidad cultural
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Nací en Bogotá, hijo de migrantes oriundos del sur de Santander, entre Puente Nacional (Los Robles). Desde entonces he sido testigo del crecimiento y transformación de esta ciudad, que hoy celebra un año más de historia, desafíos y esperanzas.
El crecimiento demográfico ha sido uno de sus rasgos más evidentes en las últimas décadas, impulsado por el desplazamiento forzado que ha traído consigo el conflicto armado, así como por la búsqueda de oportunidades en la capital del país. Esta expansión ha desbordado muchas veces la planeación urbana, pero también ha motivado respuestas institucionales para atender las demandas ciudadanas.
En materia urbanística, el desarrollo ha sido notorio, sobre todo en lo relacionado con la movilidad. Aun así, persiste el debate sobre si fue un error haber comenzado con un sistema de buses troncales, como TransMilenio, en lugar de iniciar por el metro. Hoy, el avance de este último representa una deuda histórica que por fin empieza a saldarse.
La ciudad ha crecido verticalmente. La escasez de tierras ha limitado su expansión horizontal, transformando la vida cotidiana de sus habitantes. La propiedad horizontal, cada vez más común, ha moldeado una cultura más individualista y menos comunitaria. Paralelamente, los centros comerciales han desplazado a las plazas públicas y parques como espacios de encuentro, convirtiéndose en escenarios predominantes del consumo y el entretenimiento.
Sin embargo, Bogotá también ha fortalecido su infraestructura cultural. Bibliotecas, centros artísticos y escenarios deportivos han emergido en distintos sectores, muchos impulsados por el trabajo de las cajas de compensación familiar. Además, los espacios para conciertos y grandes eventos se han multiplicado, atrayendo a artistas de talla mundial y diversificando la oferta cultural de la ciudad.
En el plano político, Bogotá ha mostrado una evolución hacia la pluralidad. La ciudadanía ha elegido mandatarios de distintas tendencias ideológicas, reflejo de una conciencia democrática más activa y diversa. Esta apertura ha permitido orientar políticas sociales hacia sectores históricamente excluidos, con el propósito de reducir brechas y mejorar condiciones de vida.
Claro está, la ciudad no escapa a los problemas comunes de las grandes metrópolis: inseguridad, contaminación, cambios en el clima. Pero millones de habitantes siguen sintiéndola suya, con sus virtudes y contradicciones. Bogotá sigue viva, desbordada, caótica, desafiante, vigilada desde lo alto por el Señor y la Virgen de Monserrate.
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