La marca japonesa representada en Colombia por la empresa de Leonidas Lara entro con todo en los 80 y golpearaon a Renault y Chevrolet que dominaban el mercado
La primera vez que en Colombia se escuchó hablar de Mazda, justo cuando el Renault 4 se tomaba las calles y se convertía en el auto del pueblo. La marca japonesa, aún desconocida, buscaba abrirse paso en Latinoamérica, y lo hizo a través de anuncios en revistas como Visión, Life y Mecánica Popular, publicaciones muy populares en ese entonces. En 1979, el gobierno de Julio César Turbay Ayala, en un intento por combatir la inflación, dio inicio a un proceso de apertura económica que marcaría el rumbo del sector automotor.
Gracias a esa apertura, empezaron a llegar marcas y modelos que hasta entonces eran inéditos en el país. El crecimiento fue notable: en 1980 se vendieron 76.011 vehículos, una cifra récord en la historia nacional. Ese mismo año, Mazda tuvo su primera aparición formal en Colombia como parte de la Feria Internacional de Bogotá, presentando el Mazda 626 de tercera generación, un sedán que prometía lujo, calidad y accesibilidad. Aunque la marca no era conocida, su apuesta era clara: competir con propuestas sólidas y bien diseñadas, a la altura de las necesidades del nuevo consumidor colombiano.
Sin embargo, los altos aranceles impuestos a los vehículos importados limitaron las aspiraciones de Mazda y otras marcas japonesas. Pero en 1983 todo cambió: la marca ingresó de lleno al mercado colombiano a través de la Compañía Colombiana Automotriz (CCA), liderada por el empresario Salomón Kassin. Desde su planta en Bogotá, comenzaron a ensamblarse modelos como la B1600, una pick-up de trabajo que ayudó a abrir camino. No obstante, el verdadero protagonista llegaría poco después: el Mazda 323, el primer vehículo japonés ensamblado en Colombia. Aunque la B1600 había iniciado el proceso, fue el 323 el que marcaría la pauta en diseño urbano y accesibilidad.

El contexto industrial era tan favorable, que ese mismo año arrancó el ensamblaje del Mazda 323, un modelo disponible en versiones sedán de 4 puertas y hatchback de 5 puertas. Espacioso, económico y confiable, el 323 pronto se ganó el corazón de los colombianos, convirtiéndose en un ícono familiar. Su éxito no fue casual: ofrecía una combinación única de eficiencia, estilo sobrio y bajos costos de mantenimiento, algo difícil de encontrar en los competidores de la época.
El gran auge del Mazda 323 en Colombia
En los años 80, la industria local comenzó a resentirse por la apertura económica impulsada por Turbay, que facilitó la entrada masiva de modelos extranjeros. Para 1982, el nuevo gobierno de Belisario Betancur tomó medidas drásticas y elevó los aranceles a los vehículos importados hasta en un 300%, en un intento por proteger la naciente industria nacional. Esto benefició directamente a Mazda, que ya contaba con una operación local sólida a través de la CCA.
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Fue en ese contexto que el Mazda 323 consolidó su posición en el mercado. Se convirtió en el primer carro japonés ensamblado en el país y su presencia causó sensación en un mercado que también recibía al Renault 9 y al Chevrolet Chevette. Los tres modelos protagonizaron una batalla comercial durante la década, pero la reputación de calidad de la ingeniería japonesa le dio una ventaja a Mazda. El 323 fue tan exitoso, que muchos colombianos lo pagaban por adelantado y debían esperar meses en lista para recibirlo. Tener uno era motivo de orgullo.
Con el paso del tiempo, el modelo fue recibiendo actualizaciones físicas. En 1994 se lanzó una edición especial destinada al mercado venezolano, que incluía detalles estéticos exclusivos. El 323 se convirtió en un símbolo de movilidad urbana, tanto en Colombia como en otros países de la región. Su éxito fue tal, que su producción se mantuvo activa por más de dos décadas. Pero no fue el único referente de la marca: además del 323, Mazda también comenzó el ensamblaje del 626, un sedán de gama media que superó en calidad y diseño a muchos de sus rivales, como el Renault 21 o el Chevrolet Monza.


Para ampliar su participación en el mercado, Mazda lanzó el 323 en varias versiones, abarcando prácticamente todos los segmentos posibles: desde el compacto básico, hasta versiones deportivas y familiares. Esta estrategia le permitió dominar buena parte del mercado colombiano durante los años 90.
El fin de un icónico modelo y la llegada de su sucesor
En el Salón Internacional del Automóvil de 1997, Mazda presentó la que sería la última gran actualización del 323. Su producción en Colombia se mantuvo hasta 2004, año en el que se dejó de ensamblar y dio paso al Mazda 3, su heredero natural. Para entonces, el 323 ya era un clásico moderno, con más de dos décadas de historia y miles de unidades vendidas en el país.
Durante la primera década de los 2000, también cesó la producción del 626 y llegaron nuevos modelos como el Mazda 2 y el Mazda 6. Sin embargo, la situación para la CCA era cada vez más complicada: el mercado cambiaba, los costos subían y la competencia era feroz. Finalmente, el 30 de abril de 2014, la Compañía Colombiana Automotriz cerró sus operaciones de ensamblaje, dejando incertidumbre sobre el futuro de la marca japonesa en Colombia.
Pero Mazda no se fue. Desde entonces, ha mantenido su compromiso con el país, importando vehículos directamente desde su planta en México. Aunque la salida del 323 y del 626 dejó un vacío emocional entre los colombianos, la marca ha logrado mantenerse vigente gracias a un portafolio moderno y competitivo. Modelos como la Mazda CX-30, que se ubica entre los más vendidos del país, confirman que el legado de la marca sigue vivo. Mazda aún ve en Colombia un mercado con gran potencial… y los colombianos, aún ven en Mazda un símbolo de confianza y tradición.
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