Lo que se pensaba que era una formación natural, resulto siendo una construcción monumental con forma de pirámide de los indígenas pubenenses. Contiene 14 tumbas
Popayán es la capital del departamento del Cauca. Es llamada comúnmente «la ciudad blanca» por el color de las casas que adornan su arquitectura colonial. Fundada en 1537, es una de las ciudades más antiguas, no solo de Colombia, sino de América. Y, esta tradición histórica, permite ofrecerle a quienes la visitan un amplio abanico de atractivos turísticos. El principal monumento de la ciudad es el Morro de Tulcán, una montaña que en un principio se pensaba era una formación natural, pero resulto siendo una construcción de un pueblo indígena.
La pirámide fue intervenida dos veces; una para construir una y la segunda para aplanar su punta y ubicar un monumento en honor al fundador de la ciudad, Sebastián de Belalcázar. Gracias a un derrumbe que hubo en la zona se realizaron unos estudios que determinaron que esta colina no era natural, sino que contenía múltiples tumbas y vestigios arqueológicos de gran importancia histórica.
La historia de la que fue una de las pirámides más grandes del mundo antiguo
En 1937, en la ciudad de Popayán se construyó una carretera de circunvalación alrededor de un cerro «cualquiera», conocido como el Morro de Tulcán. Para esa construcción se realizó un desmonte de terreno que destruyó cierta parte de la base de la pirámide. Esta fue la primera intervención que enfrento, mucho antes de que se supiera que se trataba de una joya arqueológica.
La segunda intervención vendría con la instauración de un monumento a Sebastián de Belalcázar, fundador de la ciudad. A mediados de los años 30, cuando Popayán se disponía a celebrar el cuarto centenario de su fundación, se organizó una junta de festejos para programar las obras y actos conmemorativos de esta fecha.
Según recopila el portal Agenda Propia; uno de los monumento, era en honor al Cacique Pubén, encargado al pintor y escultor colombiano Rómulo Rozo, esta tendría una altura de 15 metros y se ubicaría en el Morro de Tulcán y el otro, una estatua ecuestre de Sebastián de Belalcázar a cargo del escultor español Victorio Macho, sería parte integral e inseparable de la arquitectura de la ciudad, pensada para ser puesta en la plaza de la iglesia de San Francisco.
El 26 de diciembre de 1940, con presencia del Presidente de la República Eduardo Santos, se llevó a cabo los actos conmemorativos de la fundación de la ciudad y durante cuatro días se inauguraron diferentes lugares entre ellos la de Sebastián de Belalcázar que finalmente se ubicó en la cúspide del Morro de Tulcán, la cual buena parte fue destruida para poder aplanarla y colocar allí la plataforma que sería la base para dicho monumento.
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No fue sino hasta 1957, gracias a un pequeño derrumbe que se dio en la zona, dejó al descubierto una abertura en la cual se reveló una pared de 3 metros de alto con mosaicos de adobe. El Instituto Etnológico de la Universidad del Cauca descubrió que la montaña no era una formación natural, sino que se trataba de una construcción en forma de pirámide perteneciente a los indígenas pubenenses.
La Universidad del Cauca encargó al antropólogo Julio César Cubillos de las excavaciones en el sitio, fue el primero en estudiar este lugar en 1957 y concluyó que una de las funciones del cerro era hacer ritos fúnebres.
Realizó 13 trincheras donde fueron hallados caminos de piedra, tapizado de piedra en la parte superior de la pirámide y escalones. Además de Catorce tumbas que contenían los restos de adultos y niños que habían sido sepultados hace más de 500 años, antes de que llegaran los españoles.
La pirámide tiene cuatro lados irregulares, es de base mayor cuadrangular y aristas redondeadas. La altura puede variar según el lado que se tome como referencia con respecto a la base mayor; se dice que la cara norte es la más alta con un aproximado de 50 metros. Esta altura más la medida de sus lados da un volumen que la ubicaría entre las 10 pirámides más grandes del mundo antiguo.
La estatua de Sebastián de Belalcázar fue derribada el 16 de septiembre de 2020 por comunidades indígenas Misak. En el lugar donde hoy el pedestal está vacío debió ubicarse la estatua del cacique Pubén, obra que «desapareció».
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